Cuando un proyecto no me motiva
Imagina que nos encargan una grabación de un disco de música regional y es un estilo que nos aburre soberanamente.
Cuando tenemos entre manos un proyecto nada atractivo hay dos opciones: lamentarnos continuamente por tener que hacer este trabajo, o buscar cómo motivarnos para que el resultado final sea mejor.
Estar motivado es tener un objetivo y hacer todo lo posible por conseguirlo. Por tanto, las soluciones pasan por comenzar a establecerse metas concretas en relación al proyecto. Por ejemplo:
- Marcarse objetivos de mejora personal: trabajar sobre mis puntos débiles en cuanto a grabación, mezcla o producción, aprovechar para entrenar el oído, etc.
- Marcarse objetivos de mejora de nuestra metodología de trabajo: probar microfonía no convencional para algún instrumento, posiciones del micrófono poco habituales, etc.
Otra variable que podemos trabajar es nuestra implicación en la tarea. Cuanto más implicados nos sintamos con el proyecto, más motivados estaremos por conseguir unos buenos resultados. Y, ¿cómo podemos mejorar nuestra implicación?, pues por ejemplo documentándonos sobre este género de música, proponiendo ideas en cuanto al sonido final del producto, colaborando en la producción, etc.
Disponemos de otro recurso más para trabajar nuestra motivación. Se trataría de dar un sentido diferente a lo que hacemos. Es decir, en lugar de quedarnos exclusivamente con la idea de estar grabando música regional, plantearnos por ejemplo el hecho de que con nuestro trabajo ayudamos a difundir un estilo de música poco conocido y que posiblemente nuestra grabación llegue a un público profano en el género.
En definitiva, cuando algo no nos motiva, o intentamos cambiarlo o nos adaptamos a ello. Puesto que en nuestro ejemplo no podemos cambiar el estilo musical del proyecto, no nos queda más remedio que buscar cómo enamorarnos de la música regional.