Eterno Battiato
Protesta Diego porque ninguno de sus compañeros de trabajo conoce a Franco Battiato. Curiosamente pocas semanas antes Juan protestaba exactamente por el mismo motivo. No es necesario que yo haga la prueba: Battiato no sale en Muchachada Nui, ni pilota en la Fórmula Uno. Así que con toda certeza, tampoco nadie de entre mis compañeros en Telefónica I+D sabrá de su existencia.
Refiriéndose a Battiato, escribe Ned Raggett sobre cierta tendencia referida al arte en los estadounidenses. Y es que no importa que alguien sea una leyenda en el resto del mundo. Si no consiguió en su día popularidad en los Estados Unidos, parecerá que la leyenda en cuestión en realidad nunca hizo nada de valor. En una década como aquella en la que vivimos, donde todo lo que aconteció en los ochenta es top, cool o simplemente hype, Franco Battiato raramente figura en anales algunos. Sin embargo, la condición de leyenda es merecida. No se conocen más casos de artistas que hayan participado en Eurovisión —quinto puesto junto con Alice en 1984, año en el que Herreys vencieron con Diggi-Loo Diggi-Ley, un título que nunca podría haber perdido— mientras hacían carrera con la música experimental a la manera de Stockhausen o Cage. Pero desde luego tampoco de músicos que hayan manejado con su misma habilidad el eslabón perdido entre la trascendencia intelectual y la más deliciosa de las inocencias.
También publicado en La media hostia.