El Gran Cambio
Clay Shirky
El primer y el último tercio de la industria musical ha cambiado por completo gracias a las herramientas digitales. Lo de en medio no.
Gracias a software como ProTools o CakeWalk, la producción musical es casi por completo digital. Gracias a Napster y sus amigos Gnutella o Kazaa, la reproducción y distribución de la música es también digital. Como de costumbre, la digitalización desplaza una cantidad de poder anteriormente reservado sólo a los profesionales hacia los aficionados. Pero la parte de en medio, decidir qué música debe lanzarse al mercado, aún es analógica, y aún es territorio exclusivo de profesionales.
Los departamentos más importantes en una discográfica son el de marketing y el de Artistas y Repertorio. El trabajo de los A&R es encontrar nuevos talentos, y el de los de marketing publicitarlos. Se trata de tareas realmente difíciles y, al contrario de lo que ocurre con la producción y la distribución, no hay competición seria hacia esas funciones fuera de las propias discográficas. Antes de finalizar su actividad, Napster se publicitó a sí mismo como un lugar en el que encontrar nueva música, pero esto era de alguna forma un farol, dado que los usuarios tenían que saber de antemano el nombre del artista y de la canción que buscaban. Napster nunca sirvió para poner nueva música a nuestra disposición, y las redes de pares que ahora existen no lo hacen mucho mejor. En contraste con lo que sucede con la escritura y las fotos, casi toda la música disponible en Internet lo está porque profesionales la han elegido.
Lo curioso de esta situación es que en otros dominios el amateur sí ha tenido la capacidad de encontrar y publicitar. En pocos años hemos visto el lanzamiento de Google, Blogdex, Kuro5in, Slashdot, y otros muchos sitios con filtros colaborativos que transforman el juicio de unos pocos participantes en decisivas recomendaciones sobre la calidad del contenido.
Es gran parte del Gran Cambio en las técnicas de publicación, donde la vieja idea de «filtra y luego publica» está siendo cambiada por «publica y después filtra». Los administradores de Slashdot o Kuro5hin no necesitan separar de antemano los buenos artículos de los malos. No hace falta que Blogdex o Daypop presionen a la gente para que no publique chorradas, porque el filtro que se aplica después del momento de publicar funciona mejor a gran escala que pagar a los editores para asegurar una mínima calidad de antemano. Un efecto lateral del Gran Cambio es que la división entre amateur y profesional ahora es un espectro, dándonos un mundo en el que los escritores aficionados discuten de igual a igual con los columnistas del New York Times.
Sin embargo, a la industria musical aún no le ha afectado el Gran Cambio. Los recolectores de la industria toman el gusto de los escuchas y te lo devuelven en forma de popularidad, sin ofrecer a nadie la posibilidad de aprobar de antemano lo que va a ser oído. Es el juicio de la industria el que aún determina el dominio en el que cualquier otro filtro colaborativo posterior va a tener que operar. Un sistema «publica y luego filtra» que funcione, que use nuestro juicio colectivo para ordenar la música nueva antes de que suene en la radio o se venda en las tiendas de discos sería una revolución.
Ha habido varios intentos de hacer algo similar, pero casi todos han fallado por haber sido construidos como extensiones de la forma tradicional de producir la música y no como alternativas. Un filtro colaborativo que funcione tiene que tener en cuenta tres cosas.
Primero, tiene que tener en cuenta el interés del usuario. La mayor parte de la nueva música es mala y todos lo sabemos. Los sitios que se venden a sí mismos como sitios para que las nuevas bandas encuentren audiencia son análogos a pagar por salir colocado en un motor de búsqueda; vehículos de marketing y no un filtro real. FarmFreshMusic por ejemplo enumera sus objetivos; «1. Ayudar a los artistas a firmar por una discográfica, 2. Ayudar a las discográficas a encontrar grandes artistas más eficientemente, 3. Ayudar a los amantes de la música a encontrar la mejor en Internet». Mira cual ponen la tercera.
Segundo, la vida es demasiado corta como para perderla escuchando algo que no te gusta. Un sistema que funcione tiene que permitirse fallar más en los falsos negativos —no ofrecerte música que podría gustarte— que en los falsos positivos —ofrecerte música que no te gusta—. Si el falso negativo es la opción por defecto, el usuario aventurero podrá expandir sus preferencias, mientras que el usuario normal se conformará con la versión Google —no una larga lista de cada posible acierto, sino una lista corta con relevancia garantizada y sin importar lo que pueda haberse quedado fuera.»
Y por último, el sistema tiene que utilizar sistemas de juicio sencillos. Lo sorprendente de los filtros colaborativos es a qué poca gente hay que consultar, y cómo de fáciles suelen ser los juicios. Cada comentario en Slashdot es moderado hacia arriba o abajo sólo un puñado de veces, por solo una diminuta fracción de lectores. El Top 50 de Blogdex está compuesto por enlaces que muchas veces sólo son apuntados por un par de docenas de blogs, y la medida del interés está implícita en la elección de enlazar. A pesar de la naturaleza trivial del dato de entrada, estos sistemas son muy efectivos, dada la masa de mediocridad que es posible evitar utilizándolos.
Un filtro para la música que funcione similarmente debería implicar a no demasiada gente —votos por SMS en los clubs, selección periódica de un jurado de editores como Slashdot, subidas de usuarios al estilo HotOrNot— y redirigiría las recomendaciones con mejor puntuación hacia un segundo sistema de juicios, de forma que cada vez quede más refinada la decisión sobre la calidad y la clasificación. Tal sistema no evitará desigualdades en popularidad, por supuesto, porque las desigualdades siempre aparecen cuando un grupo numeroso expresa sus opiniones entre muchas opciones. Pocos blogs tienen muchos lectores mientras que muchos tienen pocos lectores, pero no hay una industria del blog profesional manipulando la popularidad. Poner el filtro musical directamente en manos de los escuchas podría reflejar nuestros juicios sumados mucho más rápidamente, más interactivamente y con mucha menos distorsión que el sistema que tenemos hoy.
¿Y por qué los músicos deberían prestarse voluntariamente entrar en el nuevo sistema?
El dinero es una respuesta. Por supuesto. Muchos negocios se benefician de la música sin necesidad de la precariedad artificial en los medios físicos o en los ficheros protegidos con DRM. Las salas de conciertos venden la música como una experiencia y no como un objeto del que eres propietario, y agradecerían un sistema que identificara y clasificara los artistas gratis. Las estaciones de radio están obligadas a pagar a la industria musical por cada escucha, sin poder sacar dinero directamente de ellos. Podría gustarles pagar a los artistas en función de si a los escuchas les ha gustado. Estas soluciones y otras posibles podrían ofrecer beneficio económico a los artistas incluso si su música está disponible de forma gratuita en alguna otra parte.
La respuesta más general, sin embargo, es la de cambiar codicia por amor, tal y como Kevin Kelly lo explica amablemente. Internet ha reducido el listón de la publicación a un punto en el que no necesitas ayuda ni permiso de nadie para distribuir tu trabajo. Lo que ha pasado con los escritores debe ser posible con los músicos. Como los escritores, la mayor parte de los músicos que trabajan para conseguir fama y fortuna no consiguen ninguna de las dos. Pero, contra lo que ocurre con los escritores, los músicos todavía no tienen las mismas posibilidades de distribuir sus creaciones sólo por amor al arte. Un sistema que preste a los músicos la posibilidad de encontrar audiencias fuera de los circuitos comerciales tendrá atractivo al menos para algunos de ellos.
Hay obvias diferencias, claro, dado que la música se diferencia de la escritura en cosas muy importantes. Las herramientas para escribir son baratas, mientras que los instrumentos musicales, analógicos o digitales, pueden llegar a ser muy caros. Escribir, además, suele hacerse solo, mientras que hacer música suele requerir juntarse con un grupo, algo que hace que la coordinación sea mucho más complicada. La mala música, además, resulta mucho más desagradable de escuchar que la mala literatura de leer, de ahí que la diferencia entre aficionados y profesionales sea en la música mucho más extrema.
Dentro de esos límites, aún, el cambio puede llegar. Tal y como no pasa con un artículo o un ensayo, la gente escuchará una canción que les gusta una y otra vez, de manera que incluso la más pequeña cantidad de música de calidad que encuentre su camino al público de esta forma, sin pasar por un departamento A&R, marcará la diferencia. Esto no destruirá a la industria musical, pero sí alterará su ecosistema, tal y como ahora la prensa escrita tiene que publicar en un entorno repleto de escritores aficionados.
En su lugar, probablemente los departamentos A&R se convertirán en los más ávidos usuarios de los filtros colaborativos que funcionen. El cambio no supondrá la muerte del A&R, pero sí cambiará su día a día. Un mundo donde los músicos ya tienen una audiencia la primera vez que un profesional se les acerca será muy distinto del escenario que tenemos hoy, donde los músicos primero tienen que llamar la atención de un A&R si quieren acabar teniendo una audiencia de cualquier tipo.
El Gran Cambio a lo digital en la música ha permitido el acceso del aficionado a la producción y a la distribución, pero ha dejado intacto el control profesional de la fama. Solía ser difícil grabar música, pero ya no lo es. Solía ser difícil poder reproducirla y distribuirla, pero ya no lo es. Aún es difícil encontrar y publicitar buena música. Hemos creado unas herramientas que hacen de filtrar y publicitar una tarea simple y efectiva en otros dominios. Aplicar esas herramientas a la nueva música cambiará el panorama por completo.
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