El poder de la música
En la antigua Grecia, se consideraba la música como un elemento de mucho poder llegando a estar reglamentada en las primeras constituciones de Atenas y Esparta.
Se pensaba que imitaba los estado emocionales del alma por lo que podía introducir dentro de nosotros determinadas sensaciones y sentimientos que por consiguiente influirían en nuestra conducta.
En nuestros días continua con matices, en muchos ámbitos, esta percepción. Un ejemplo podría ser el interés que se mantiene desde finales del siglo XX por la musicoterapia, son muchas las universidades que hoy en día ofrecen másteres en esta ciencia (un día me gustaría hablar de esto).
¿Qué capacidad de poder tiene realmente la música? Personalmente dudo que la música por si misma sea capaz de cambiar la conducta de alguien, tal y como pensaban los antiguos griegos. Pero combinada con otros elementos la música puede llegar a ser determinante y tener la última palabra.
Por ejemplo, la música asociada a una ideología puede tener una influencia tremenda. No nos debe extrañar que cada partido político tenga su propio himno y, como no, cada nación, ciudad o pueblo.
Uno puede sentirse atraído por un discurso político y una buena música al final, junto con una masa alrededor enfervorecida, puede consolidar esa idea. La música por sí misma no va a introducirnos una ideología pero puede ornamentarla para que nuestras emociones la digieran mejor.
La música puede lograr que algo teórico se convierta en algo emocional. Que un concepto inerte cobre vida. Si el elemento que la compaña es profundo y la música está bien diseñada la mezcla es explosiva.
Una música no va ha hacer que nos enamoremos de alguien que no nos gusta pero una canción concreta en el momento preciso puede hacer que nos lancemos a besar a esa persona por la que sentíamos algo a pesar de que quizá aún estuviéramos albergando dudas.
¿Es la música como el alcohol? ¿Hemos tomado decisiones en nuestra vida que sin la influencia de determinadas música no habríamos tomado?
Durante la historia la música también ha sido reprimida debido a su poder emocional. La iglesia antiguamente prohibía determinadas obras o formas de componer. Rechazaba algunas que consideraba que eran demasiado emocionales y que por consiguiente distraían del mensaje de la letra. Criticó en su día el réquiem de Mozart porque sonaba demasiado trágico, considerando que la muerte no debería mostrarse con ese dramatismo musical.
Determinadas músicas han sido prohibidas en algunos países, sobre todo en dictaduras o en épocas donde cierta “moral” ejercía un alto poder en la sociedad. Hace apenas 60 años cuando algo tan inocente para nosotros hoy como el rock and roll era censurado por la clase conservadora norteamericana, por ser considerarse una música “pecaminosa” que inducía a sus hijos a mantener prácticas sexuales (no puedo evitar reírme mientras escribo esto…)
Arriba escribía que la música por sí sola no puede inducirte a pensar de una determinada manera . En realidad muchas veces he pensado lo contrario. Adquirir una cultura musical, sobre todo una sensibilidad para emocionarse con la música, debería transformarnos en personas más receptivas ante las emociones en general y por consiguiente más empáticas con todo lo que nos rodea.
Desgraciadamente (y curiosamente también) la música por sí misma es capaz de ponernos los pelos de punta, de hacernos llorar, de llenarnos de energía y felicidad, pero parece que no posee la suficiente capacidad para hacernos mejores personas. Sanguinarios dictadores han sido grandes aficionados a la música clásica. Incluso algunos psicópatas y asesinos en serie disfrutaban de algo tan exquisitamente emocional como la opera.
Es como si la música precisara de la combinación junto a otra idea para tener el verdadero poder de influir en el ser humano.
Esto me lleva a hacerme una serie de preguntas creativas:
¿Cómo compositores debemos tener en cuenta los elementos extramusicales que pueden otorgarle un “poder” mayor a nuestras obras? ¿Si consideramos incluir elementos extramusicales en nuestros trabajo, estos deberían considerarse parte de él ,y por tanto, ser valorado en el conjunto resultante?. El arte plástico contemporáneo es un ejemplo de ello. Hoy en día muchas obras se integran en entornos no manipulados por el autor y que alteran la percepción de la obra construida. Sin irme hacia el terreno más conceptual, me vienen a la mente esas maravillosas esculturas de Chillida que parecen cobrar todo su sentido únicamente si las contemplamos en los parajes naturales sobre las que han sido integradas. De algún modo hace suyo el escenario y consigue que la inmensidad de la naturaleza forma parte de su obra.
Si se ha usado la música para reforzar otras ideas, también podemos utilizar otras ideas para reforzar nuestra música o hacerlas formar parte de ella.
La música, desde la antigua Grecia hasta nuestros día ha evolucionado tremendamente. El nivel de sofisticación melódico, armónico y estructural en general ,es inmensamente más rico. Si aquella música, para nosotros hoy primitiva, era para ellos algo tan poderoso ¿Qué opinarían aquellos griegos del patrimonio musical occidental de los últimos 400 años?
Juan Ramos