Unificando los roles
Creo que una de las tantas cosas complicadas en nuestra sociedad es el hecho de que tendamos a definir y clasificar tanto las cosas. Tendemos a asignar roles para todo y separar unas cosas con otras. En el caso del sonido, por ejemplo, se ven toda clase de profesiones y títulos que terminan partiendo y yendo a lo mismo: sonido. El otro día pensaba que, como están los tiempos, podríamos replantearnos mucho sobre los roles que tiene en realidad un músico, diseñador, compositor, o un ingeniero de sonido. Las herramientas, los procesos y los objetivos son muchas veces cosas tan compartidas para todos, que a fin de cuentas la diferencia entre ambos se reduce a los acompañantes, contextos, e intenciones específicas. Aunque la finalidad con el sonido variará, el rol que desempeñamos es el mismo siempre. Somos personas que trabajan en pro de una experiencia sonora, de estimular o ser medios para estimular el mundo sonoro. Somos perturbadores del espacio.
En obras de composición de paisajes sonoros por ejemplo, se pueden encontrar muchos enfoques diferentes entorno al sonido presente en el espacio, pero básicamente lo que siempre se está creando es una intención entorno a una experiencia sonora determinada. Esta misma experiencia, es lo que se crea en el mundo del diseño sonoro para medios visuales, donde se tiene un reto por consiguiente para el sonido, pero este sigue conservando su independencia, su mundo, sigue existiendo en la obra global, un espacio que solo el sonido puede llenar, esa experiencia sonora, que de tantas maneras se puede formar. Es un mismo evento que ocurre con alguien que esté mezclando un disco de música, o un DJ tocándo para una irrelevante cantidad de personas. Todos están, a fin de cuentas, siendo partes integrales de la creación de una experiencia de sonidos.
Pienso que si tomamos nuestro rol a partir de ese punto y no únicamente desde lo que concierne a nuestra disciplina definida, podemos lograr nutrirnos de las cosas mucho más, llegando no solo al desarrollo de nuevos métodos de creación, sino además a nuevas formas de relacionar cualquier sentido a los oídos, y contribuir a un desarrollo del sonido, más favorable quizá, tanto en el campo de los nuevos mundos sonoros que podremos escuchar, como la forma en la que se vería afectado el entorno en el que vivimos o la como pensamos entorno a este. Lo conscientes que nos volveríamos de cualquier perturbación en el espacio catalogada como sonido nos cambiaría la existencia, como lo ha venido haciendo desde que nacimos. No digo que sea mejor o peor que lo que ya podamos ser o hayamos sido. Solo me parece que podríamos explorar mucho más y divisar más posibilidades, si antes de pensar en músico, artista, diseñador, compositor o ingeniero, pensáramos en simples humanos, nosotros como perturbadores o exploradores, capaces de utilizar nuestra interpretación de todo, para conducir el sonido a la creación de nuevas experiencias. Si pensamos desde ahí, desde una liberación de los roles, no existe diferencia entre un músico o diseñador. No hay barreras entre el ingeniero o el artista. Es como decir que todos son humanos que escuchan, y ya. Esa es su labor, existir incluye escuchar, además de poder trabajar para la experiencia que deseen.
Quien compone un paisaje sonoro puede hacerlo de muchas maneras. Puede buscar una experiencia más liga a la sonoridad de los elementos, las caracteristicas que poseen como materiales concretos, o además los sonidos pueden también ser combinados aprovechando el significado y registro que puedan tener en la memoria. Agrupaciones irreales para el contexto en el que vivimos, pero tan reales y vivas desde los oídos, desde la escucha. El músico tradicional hará abstracciones de partituras, o se ligará quizá a su intuición, para crear melodías, ritmos, apreciar el sonido de una forma especial. El artista buscará relacionar conceptos, o quizá eliminarlos, pero siempre trabajando con o entorno al sonido. El diseñador estará creando historias, enlazando emociones, dandole vida a imagenes. Y todos, a fin de cuentas, están creando una experiencia con el mismo material. De hecho podríamos incluso ver al creador sonoro como un creador más, como un humano más, simplemente como otro ser con capacidad de alterar el espacio, transformar la vida mediante acciones, como lo recuerda un interesante artículo que leía acerca de algunas ideas del gran artista Joseph Beuys:
El arte adquiere así un alcance social y una dimensión político-espiritual que intenta dar cuenta tanto de la precariedad como de la grandeza de lo humano como fenómeno de prodigalidad extrema, íntimamente socializadora. De allí que Beuys haya desplegado sus acciones de arte –instalaciones y proyectos comunitarios– en zonas desvaforecidas o “de incertidumbre e inestabilidad” social, intentado introducir en la escena del arte aquello con lo que el hombre ha convivido en su historia natural como especie.
Este proceso encuentra su punto de mayor alcance en la formulación del concepto ampliado de arte y en la búsqueda de la consecución de la obra de arte total. “Esta formula –y esta búsqueda– la practicó Joseph Beuys cuando quiso articular vitalmente lo ético, lo político y lo artístico, la intentó –también– Marcel Duchamp cuando afirmó su idea de arte como filosofía crítica y la explotó Andy Warhol gracias a su prodigiosa habilidad para disolver todo gesto artístico en la esfera de las comunicaciones y el mercado o, en otra palabras, volver la mercancía obra de arte”.
En las propuestas de Beuys se alienta el espíritu vanguardista que intenta identificar arte y vida, y proclamar que todo ser humano es depositario de una fuerza creativa. Para Beuys, esa fuerza creativa universal se revela en el trabajo. Y, por tanto, la tarea del artista no es, en su raíz, distinta de la de los no artistas.
La consecuencia más importante de estas concepciones en el desplazamiento del centro de interés creativo. Beuys no buscaba producir objetos, “obras”, sino acciones. Beuys ambiciona la condición del nómada. En el reino del hombre urbano sedentario, quiere ser desplazamiento continuo. Lo nómada es la existencia en un lugar que es camino hacia todos los lugares. Es goce del movimiento; es proyección hacia el volumen completo del espacio.
En el sonido podemos ver muy reflejado esto. Personas que, mediante sus acciones alteran el flujo de las cosas. Mediante sonidos damos forma al sonido mismo, y lo extendemos cantidades, creando experiencias musicales, sonoras, audiovisuales, de escucha, de situación. Nos apoderamos del sonido para contar algo, para perdernos, para expresarnos, para definir, o hasta vivir. Todo el mundo es una composición y fuera de eso todos los que habitamos el lugar funcionamos como directores de orquesta, de los sonidos de la vida.
Existen trabajos donde se encuentra cualquier tipo de objeto o paisaje sonoro utilizado por sus características físicas, su sonoridad, por su ritmo, su emoción, como un básico estimulante de nuestros oídos. Como materia estimulando nuestro cuerpo. También encontramos trabajos donde el sonido busca cargar significados de cosas, estimular nuestra memoria, nuestro lenguaje, nuestra imaginación. Como ya comentaba en otras entradas, sabemos que los sonidos pueden conducir y no conducir. Pueden ser parte de o no existir. Son libres dentro su propia jaula, aislados del mundo del silencio. Los sonidos corren libres sin necesidad de autorización, son vibraciones de un mundo en movimiento. Diría que el significado se lo damos nosotros, lo que los sonidos cargan más allá de sus características sonoras, se crea en base a nuestro propio lenguaje y desarrollo humano, por ello cualquier persona que se dedique a manipular esas vibraciones, tendrá la posibilidad de transmitir esa sonoridad libre, la musicalidad, el significado, o incluso emociones e historias que encuentre en esa información. Porque el sonido igual viaja, igual habla, igual dice. Ya depende del creador buscar si altera el rumbo que toma la perturbación, o ya dirá el oyente a donde quiere ir, que quiere conocer. Pero básicamente, para ambos se está generando lo mismo, experiencia.
Aquel que diseña sonidos, por ejemplo, podría atreverse a pensar como un compositor de paisajes sonoros, como un artista capaz de crear una experiencia sólida en el sonido sin necesitar de otros elementos de la película, pero a su vez todo lo debe moldear entorno a esta, ya que el fin es enlazar todo el conjunto, conectar el sonido con los demás elementos que tiene la obra para que exista una fluidez que narre, que cree una experiencia. A fin de cuentas todo se trata de estimulos generados por intenciones con el sonido, del interes por querer plasmar emociones, o reflejar algún tipo de sonoridad, o crear una historia, estimular.
Un amigo utiliza a menudo una palabra que me parece muy acorde: "mundos" sonoros. Es precisamente eso lo que estamos haciendo. Definiendo mundos sonoros, tal vez nuevos, tal vez no, pero son grupos de movimiento en el espacio que fueron alterados o definidos por nosotros mismos. Para mí el solo hecho de tener ese rol, esa fuerza transformadora de sonido, ya es algo grandioso, y si además podemos nutrirnos de la forma como otras personas crean esa experiencia, transforman esa sustancia... ¿Por qué no? Hay muchas cosas que se pueden aprender, cuando el músico se adentra en la labor del diseñador, o si el diseñador escucha de la forma que alguien dedicado a la fonografía lo hace. Incluso si el músico que crea rock se abriera escuchar sin prejuicios al que crea techno y así entre los cientos de divisiones con las que hemos plagado la música, habría una nueva armonía, creceríamos de otra forma porque aprenderíamos y enseñaríamos diferente. Todos partimos de nuestra existencia en el mundo, desarrollamos una experiencia y en nosotros se crean filtros capaces de expulsar información a su manera, tenemos subjetividad, una voz interior, que no es de diseñadores o músicos, ni de ingenieros o médicos. Es de humanos.
Por ejemplo, hay algo curioso. El músico, ingeniero de mezcla o quien compone paisajes sonoros recurre a un método interesante tanto durante la grabación como durante el momento de componer: cerrar los ojos. El diseñador sonoro, al tener la imagen, podríamos decir que tiende a no cerrarlos o hacerlo menos. Y bueno, ¿Para qué cerrarlos? Simplemente para ayudar a darle más mente a los oídos y sentir/pensar otros estímulos. Para que no tengamos información visual, y esto ayude a lograr un acercamiento más profundo a las características de los sonidos, tal vez. Cuando durante la creación de una película el sonido es sincronizados a la imagen, cerrar los ojos y escuchar ayuda a concentrarse en la sonoridad y características del objeto ayuda a desarrollar nuevas visiones de esa experiencia sonora que se está creando, teniendo en cuenta que ya el ritmo de lo que se escucha han sido establecido entorno a la imagen/historia. Es ahí donde los efectos sonoros se vuelven instrumentos, donde se entra a generar emociones y a narrar con sonido, donde no encuentro diferencia entre el ritmo de unos tambores y los pasos de un par zapatos que narran el caminar una persona. Termina siendo todo un mismo material, audible, que es organizado y manipulado de cierta forma, con diferentes intenciones.
Un diseñador no debería pensar que el sonido es complemento. Eso ya podemos darlo por escrito, que el sonido en una película trabaja para la imagen, la historia, las emociones. Pero a la hora de crearlo, sobre esos parámetros, igual se sigue teniendo una libertad para darle forma al sonido como nosotros queramos. Es ahi donde yace el reto del diseñador sonoro, la esencia. Esa misma esencia que se encuentra en la composición, en la música. Esa organización de ritmos con fines intuitivos, programados, o inconclusos, pero que siempre existen en pro de ir transmitiendo una experiencia. Walter Murch bien lo hacía al definir al diseñador sonoro en base a los decoradores de espacios, ya que como dijo al terminar Apocalypse Now, su rol en la película había sido ese, decorar el espacio con sonidos para darle forma al universo de la película. Podríamos hasta eliminar todos los títulos. Que no existan músicos, o diseñadores, o artistas. Que seamos todos decoradores o perturbadores de ese espacio que habitamos, puentes de experiencias sonoras. Es diferente lo que puede surgir, y las opciones que se abren, cuando el músico piensa como diseñador y se nutre de ahí, o cuando el diseñador toma el rol del compositor y aprende a componer de otra forma. El editor que sabe mezclar, edita mejor. El que mezcla y sabe editar, se vale de más opciones para ubicar elementos en el espacio y tiempo, obteniendo un mejor control sobre la dinámica de una secuencia. Es cuestión de unificarnos lo que nunca estuvo dividido, seguir construyendo donde nunca se ha dejado de crecer.
Diría que este artículo no es sino una vaga invitación a que nos preocupemos de alguna forma por expandir las barreras sonoras. Que reconozcamos nuestros límites y tratemos de buscar caminos para vencerlos. Crecer sin etiquetas. Que nos veamos todos iguales y profundicemos tal vez en otras formas de creación sonora, no con el fin de abandonar lo que queremos hacer, sino con ánimos de nutrir esa labor creadora a partir de los diversos modos de pensar y crear sonido que existen en la actualidad. Trascender sobre la estética sonora, sobre la experiencia. Ya en los 30 Cage auguraba un futuro de seres "organizadores de sonidos", o incluso antes, en 1916 ya Russolo invitaba al arte de los ruidos, y este es el día en el que nos seguimos clasificando y pretendiendo cerrar algo que antes debe enriquecerse día a día. Las divisiones, los géneros, las disciplinas, las ciencias. Todo tiende a encasillarnos y es algo que ya está ahi, algo a lo que respondemos y ya existe, pero a igualmente podrá haber en nuestro interior una intención de unificar, de expandirse desde la definición básica de las cosas. Que no se pretende detenerse en los pensamientos del pasado y se abra a las nuevas formas de pensamiento y creación de información aural.
El futuro no está en las máquinas que desarrollemos. Estas son solo resultados de lo verdaderamente importante: nuestro experiencia en el mundo, por eso debemos tener en cuenta que en cada humano se encuentra la responsabilidad de seguir expandiendo el mundo sonoro, de seguir con el plan que busca llegar ese punto central de nuestra vida donde todo converge en un solo lugar, donde todo es lo mismo. Donde en nuestro caso, todo es sonido, alterado por nuestras vivencias.
Hay naturaleza creadora de sonido, hombres emisores y filtros de sonido, y hasta hemos creado máquinas que hacen y manipulan sonido. Todo por naturaleza, porque existimos y escuchamos, porque nuestra curiosidad nos lleva a jugar con los oídos y querer estimularlos. Por eso no hay un sonido malo ni bueno en su totalidad, por eso todo es ruido y no existen los géneros, por eso no hay adjetivos para la música, ni roles para lo que escuchamos. Por eso el silencio es anhelado, porque todo es sonido.
Imagen: "I Like America and America Likes Me" de Joseph Beuys
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