Deber (y saber) elegir el mejor equipo para un concierto
En la metodología estándar o habitual previa a un concierto o festival, existe un momento en que “alguien” decide contratar los servicios técnicos de una empresa de sonorización para un evento determinado. En la mayoría de casos la elección viene dada por las necesidades técnicas (léase “rider”) junto con el apoyo implícito de un presupuesto determinado y los requerimientos específicos del lugar donde suceda. Sin tapujos, se intenta buscar el mejor equipo al precio más bajo, lo que sin duda afecta de manera directa a los posibles beneficios (aunque éstos vayan a parar a manos de muy poca gente).
La tediosa crisis que ha afectado de manera directísima a nuestro sector ha propiciado algo relativamente bueno: hoy en día es muy fácil conseguir, por ejemplo, una PA L’Acoustics, d&b (que no db), Adamson, Meyer… con monitores 112P, d&b, Nexo... buena microfonía (donde no aparezcan C1000 por ejemplo), mesa de control digital y moderna e incluso mesa de monitores al mismo precio que hace apenas 5 años suponía sólo poder acceder a material mediocre, tirando hacia abajo. Esto ha obligado a las empresas de sonorización que se aprovechaban de esto y ofrecían su material de calidad dudosa a bajo precio o bien a invertir en material o simplemente a desaparecer. Una suerte, sin duda alguna, como elemento positivo a tan desgraciada y longeva crisis.
Soy de los que opina que la crisis ya ha terminado y lo que hay es lo que hay. Pero esta situación, insisto, ha cambiado notablemente el panorama de nuestro sector. Hoy en día, repito, puedes conseguir un buen equipo (y buen personal) casi al mismo precio que la empresa esa de al lado, con equipos vintage y personal salido de no se sabe dónde. Hace años podías entender que esas empresas existieran, ya que acceder a “lo bonito” era tremendamente más caro. Había un hueco pero ahora no, ni de coña.
Como espectador activo, suelo golpearme la cabeza cuando me dicen que la diferencia entre el equipo A y el B era de sólo un 10%, aunque desde una perspectiva técnica la diferencia entre el equipo A y el B era de más del 150 %. Es normal que las empresas que se toman en serio esta profesión bajen precios para seguir vivos, pero lo que no es normal es que las otras sigan machacando su personal y su equipo para mejorar todavía más sus beneficios. Es en este momento en que la distribución de riqueza (es decir, de los beneficios) sólo afecta a un par de personas (el promotor y el dueño de la empresa), mientras que la otra opción, aunque consigue dar menos beneficios a esas dos personas, suele ofrecer dignidad laboral y económica a muchísima más gente —para empezar a los músicos y al público en general, pero también a los trabajadores de este sector—.
Como técnicos de grupo tenemos la responsabilidad de sonsacar el mejor sonido de nuestras bandas. Para ello nos hace falta un séquito de material necesario para que esto ocurra y, la verdad, y aunque parezca mentira, implica el concurso de material de calidad. El mercado está repleto de cajas, mesas y micrófonos que son, perdonadme, pura basura, aunque tengan sentido para un sector lejos del nuestro. Aprovechar ese material para nuestros propósitos es un error, hasta sacrilegio.
Como técnicos, es nuestra responsabilidad conseguir que la elección de la empresa de servicios sea la adecuada, por personal y equipamiento. Gracias a ello seremos partícipes directos de la mejora sustancial de nuestro sector, de su profesionalidad y, cómo no, de la oportunidad que nos brinda esta curiosa amalgama de precios absurdamente reducidos. Debemos luchar para ello, eso sí, sin ser demasiado exigentes (vuelve mi llamada a la coherencia).
Escribo estos artículos para conseguir “formar” la parte no teórica de los técnicos de sonido. Para entender las necesidades de una PA que, sobre el papel, parece sobredimensionada, pero que otorga capacidad de rango dinámico y espectacularidad sonora. Otros compañeros tienen montados cursos fenómenos para conseguir que los ingenieros de sistemas consigan respuestas perfectas a sus equipos y hasta incluso los propios fabricantes aportan productos de calidad a precios más que asequibles. Estando así las cosas, ¿qué sentido tiene alquilar un equipo formado por un volado Fane y una LS9 en control sin mesa de monitores? Estoy convencido que por el mismo precio o apenas un poco más puedes conseguir un Spektrix (que tiene sus años), una SC-48, recolocar esa LS9 en monitores y cuñas de calidad. ¿Quién sale ganando? Todos: los músicos se escuchan, el técnico de banda puede hacer esa mezcla que quiere, el público disfruta de un sonido dinámico y placentero… ¿Quién pierde? Quizá a corto plazo el promotor y, cómo no, el dueño de la empresa casi-pirata. A este último poco respeto le tengo; al primero, que se tranquilice: a medio plazo las cosas le irán mejor, porque generará negocio, no prostituirá el sector y podrá denominarse, por fin, profesional del mismo.
Aún así, incluso eligiendo bien por contra-rider, las trampas son muchas. La detección es fácil hoy en día. Habrá empresas que te ofrecerán equipos line-array o volados de marcas reconocidas y ¡nada más! Además de la PA es necesario reconocer los otros activos a concurso. Ya lo sabéis: la calidad máxima de un conjunto viene determinada por la calidad del peor elemento de la cadena. Por ejemplo, un L’Acoustics Kara volado no tiene sentido si a los OverHeads la única opción son un par de C1000 de AKG, o en la mesa hay una Soundcraft Si Expression. No discuto la calidad de este micrófono ni de la mesa mencionada, pero sí el desajuste entre toda la cadena. Es fácil entender que si la única gran inversión es una PA de marca, a cambio el empresario habrá necesitado ahorrar en otros puntos, y aquí está el problema: si no es de su propio bolsillo (léase beneficios), recaerá en el resto de material (desde micrófonos de baja calidad, pasando por cables en mal estado, magueras que no funcionan, etc.) o, peor aún, en personal. ¿En serio ese pseudo-técnico de 90 €/jornada sabrá montar de manera segura el Spektrix y, además, que suene bien? En el momento del contra-rider tenemos que ser muy precavidos y criticarlo todo. No con ello voy a pedir ahora que demandemos Neumann 182 para todo, pero ser coherentes.
Si todos hacemos lo mismo, sólo existirá una solución: o bien que se desplumen esa todavía ingente cantidad de empresas dudosas o, mejor aún, que convirtamos este sector en algo potente y eficaz, algo que no me invento, sino que simplemente recuerdo que ocurre en el resto de países europeos, amén del nuestro y del vecino de costa atlántica.
Sabremos que lo estamos haciendo bien cuando los técnicos de las bandas a quien recibimos no nos exclaman una y otra vez bien sorprendidos: ¡Anda, esto sí que es un equipo!