El dilema LR o LR + Sub
Punto de vista del técnico de banda: él realiza una mezcla (estéreo) que alimentará un sistema acústico ya ajustado según las preferencias expresadas en un rider técnico. Para ello es necesaria la complicidad del ingeniero de sistemas (o el símil que ajuste y prepare el equipo) y, evidentemente, de la empresa de sonorización que debe aportar el material necesario. ¿Qué dice el rider? Sea lo que sea, es lo que se tiene que conseguir. Si estas son las premisas cumplidas, no hay discusión más allá de cualquier decisión, digamos, artística: ofrecemos una mezcla estéreo (LR) y listos. Entonces, ¿por qué la mayoría de veces me decido por la mezcla LR+Sub? Fácil: porque hay un elemento de la cadena anterior que no ha sido respetado o, siendo menos agresivo, me encuentro con una configuración única para diferentes bandas donde, sea por lo que sea, no “consiguen” respetar mis necesidades técnicas, sino que se toma una decisión basada en el promedio de todos.
¿Qué necesidades? La dichosa curva de la felicidad en mi caso o, en el símil contrario, una respuesta totalmente plana. Cuando hablamos de rock, pop, punk, etc., quiero que la relación entre subs y tops no sea lineal, sino sensiblemente superior en el caso de subs. El por qué de esta decisión reside tanto en aspectos psicoacústicos (los sonidos que ofrecen los subgraves interaccionan directamente con el espectador, lo que ayuda a mejorar su experiencia sensorial) como simplemente de diseño sonoro: quiero más subs que tops y punto. Si alguien decide que el equipo de esa noche debe tener una respuesta plana (es decir, respeta todo el rango de frecuencias que demando pero no existe una mayor presencia de subs que tops) no tengo porqué someterme a esa voluntad, ya que en caso contrario estaría realizando una mezcla que no es la que demanda la banda que sonorizo. Pero en vez de gritar y exigir por enésima vez el cumplimiento de mi rider, prefiero solventar el problema puesto que solución la hay: LR + Sub.
El objetivo de esta mezcla a tres canales es doble: por un lado mantenerme fiel a esa curva de la felicidad, pero por el otro no querer solventar el problema planteado generando todavía más problemas. Lo que todos pensamos en esta situación es que durante las pruebas o en el propio concierto acabaremos aumentando el nivel de salida de Sub a esa relación demandada, lo que produce el aumento de distorsión en esa crítica banda al someter a los subs a niveles por encima de los deseados. Acabarás enemistado con el de sistemas, el dueño de la empresa y, cómo no, el público. La solución óptima es la contraria: reducir la salida LR hasta conseguir que, sin sobrepasar el nivel máximo en el envío de Sub, consigamos esa relación deseada. ¿Que hemos perdido 6 u 8 dBs de presión en tops? Sí, claro… pero mantenemos en raya la distorsión, el óptimo rendimiento y otros tantos elementos que, si aparecen, sólo ayudan a empeorar la fatiga auditiva del espectador.
Cuanto más crítica es una PA, más ayuda necesitaremos: tendremos que estar atentos constantemente a los niveles de pico y RMS de esas tres salidas para seguir batiendo con éxito nuestro reto a la par que evitamos los problemas cuando sobrepasamos cualquier nivel. Ya sabemos que 3 dB más en estéreo significan a la práctica duplicar el equipo, pero a altos niveles de presión serían necesarios 10 para que el público admitiera que realmente hemos subido el doble el nivel de volumen (lo hablamos en su momento: la ley de Fechner). Dicho de otra manera, reducir 3 o 6 dB la salida de LR (tops) no implicará -ni objetiva ni subjetivamente- que realmente perdamos 2 o 3 veces el nivel de presión sonora: mantendremos el nivel de subs y gracias a la información que Fletcher-Munson nos ofrecieron a principios del siglo pasado, en realidad estaremos ‘modificando’ poco más de la mitad de la percepción humana en lo que a espectro frecuencial se refiere, es decir, casi nadie se dará cuenta de esa ‘pérdida’. Hacerlo al revés, por lo tanto, tampoco es un gran éxito, pero sí un problema al llevar las etapas a sus niveles de trabajo máximo que, en la mayoría de casos, implica un aumento significativo de la THD, el calentamiento de sus componentes, mayor degradación física y un rápido descontrol de lo que queremos.
Hay quien ajeno a todo esto apenas recurre al “truco” LR+Sub, pero realiza inconscientemente un acercamiento a ello procesando vertiginosamente mal los canales de bombo, bajo y similares (léase los que alimentan a los subs). Acostumbrados a que la mayoría de consolas indican sólo el nivel de entrada justo después de ganancia y conversión, no se dan cuenta que han comprimido mucho esas señales y les han dado un valor de make-up o ganancia en el compresor tremendamente alto para conseguir batir ese efecto. El resultado es peor en todos los sentidos: toda la mezcla incidirá en negativo en el procesado final (sea en el propio bus de salida o en el procesador del sistema), por lo que se comprimirá o, peor aún, limitará la señal en función de un estrecho ancho de frecuencia por lo que además de la aparición de distorsión, incluso llegaremos a la continuidad de la señal sinusoidal en el muy peor de los casos, que amén de ser tremendamente innecesario y peligroso para los altavoces de muy baja frecuencia, genera un sonido en conjunto desagradable para la audiencia. Tenemos que tener control absoluto de nuestra mezcla y eso, a veces, pasa por avanzarse a los posibles problemas ajenos a nuestro rol. En el mejor de los casos, apenas habremos tirado un cable de más entre nuestra consola y el procesador de PA, pero estaremos seguros que lo que hacemos está bien.
Si a todo ello le sumamos el concurso de un limitador tipo CESVA ganamos por doble: la sensación de menor volumen/presión al público no es palpable, pero sí para el medidor/limitador, que verá reducida la presión sonora y gracias a la ponderación A hará oídos sordos a lo que mandamos al sub. Perfecto.