Dónde estudiar sonido: ¿la eterna discusión?
¿Os dejaríais realizar una cirurgía, aunque fuese menor, por alguien que no tiene título? Evidentemente no. Hay trabajos, sobre todo relacionados con la salud y la seguridad, donde somos tremendamente meticulosos: pedimos estudios, licenciaturas e incluso un mínimo de prácticas realizadas con éxito antes de tan siquiera poder hacer el trabajo más fácil.
Habrá quien piense que un técnico de sonido escapa totalmente de este eje de coordenadas, pero en realidad afectan y bastante a la seguridad y salud de muchas personas. Colgar cajas acústicas a varios metros de altura, a veces con pesos que superan los de un coche utilitario, comprender estructuras metálicas que soportan centenares de kg, mezclas que llegan a una presión sonora ya no molesta, incluso dañina. Trabajamos a ras de suelo y colocamos equipamiento técnico a apenas medio centímetro o menos de la boca de otras personas. Manejamos tensiones de alto voltaje (y amperaje) y decidimos colocar elementos necesarios para el evento en medio de una platea que, supuestamente, estará abarrotada de gente: en caso de emergencia, a saber por dónde salen. Escapamos de casi cualquier convenio laboral (¡qué suerte ser autónomos!) y realizamos jornadas que superan, duplican e incluso triplican las 8 horas. Y luego cogemos el coche y volvemos a casa, a veces, necesitando horas de conducción.
Pero el título del artículo habla de “estudiar”. Llevo días pensando en la necesidad de criticar constructivamente la inmensa cantidad de planes académicos que pululan por nuestras ciudades. Chavales jóvenes, atraídos por esta profesión, son capaces de pagar cantidades ingentes de dinero para cursos que duran 3 o 4 años y luego darse cuenta que no saben demasiado y apenas han tenido derecho de acceso a una cantidad de información enorme —con suerte bien ordenada— que podrían conseguir de otra manera. Algunos tienen la suerte de poder compaginar estudios y trabajo, consiguiendo un background efectivo y preciso que les ayudará a mejorar su experiencia y batir sus objetivos a más corto plazo. Otros optan por cursos con títulos largos pero con la palabra “audio” o “sonido” en medio de ellas, en centros públicos, subvencionados o casi gratuitos, adquiriendo más información de la que necesitan o quieren para verse igualmente desnudos el primer día de trabajo.
Unos planes de estudio que, en la mayoría de casos, parecen estar tremendamente alejados de las necesidades de hoy en día, una crítica que alzan tanto técnicos como empresarios. Quizá por ello, los cursos que parecen triunfar son los que se enfocan directamente a técnicos ya en activo, habiendo encontrado sin duda alguna un hueco importante dentro de la vorágine de nuestro sector. Suelen ser cursos especializados, rápidos, relativamente económicos y dotados de un necesario background que se impone por la vía laboral y educacional. La especialización gana a la formación básica.
La crisis económica ha cerrado algunos de estos centros, y los que sobreviven no quieren dar uno de los datos más importantes para cualquiera que quiera estudiar: no son muchos los que, terminados los estudios, acceden a un puesto de trabajo; y aún menos los que lo hacen justo en el sector que desean. Todo ello, sin embargo, con la llamada insistente y constante de técnicos con experiencia por parte de todo tipo de empresas. ¿De quién es la culpa que no haya entendimiento entre los planes académicos y las necesidades reales del sector?
De nosotros.
¿Quiénes somos nosotros? El propio sector. Sólo con la información del primer párrafo de este artículo, Gobierno, instituciones y sindicatos deberían tomar cartas en el asunto. Pero las pocas veces que lo hacen se encuentran que no saben con quién hablar, a quién llamar. Tomaros un momento y buscad el ‘Convenio colectivo de la industria de producción audiovisual’ publicado en el BOE en 2014. Sí, el que menos cobra supera con creces el sueldo medio de muchos técnicos de sonido de la mayoría de empresas. Pero fijaos que se centran en los sectores de la televisión y cine; incluso sería fácil encontrar convenios relacionados con el teatro… pero ¿del directo? Incluso lo poco que hay es imposible de poner en práctica. Otro papel mojado, alejado de la realidad.
Tras años de “revolución democrática” no hemos sido capaces de juntarnos, unirnos, discutir y conseguir convertir este sector en algo robusto. No es imposible, porque en otros países existe y está normalizado. Los modelos académicos fuera de nuestras fronteras tienen sentido cuando el sector está detrás, y aquí está nuestro talón de Aquiles.
Creo, opino, que nos falta mucho para llamarnos ‘sector’. Somos un grupo de gente que lucha de manera egoísta para llegar a fin de mes. Sé que las cosas no son fáciles y menos ahora, arropados por un Gobierno a quien le suda enormemente la cultura. Pero si tan siquiera nos tomásemos unas cervezas en un bar y discutiéramos nuestros problemas, estoy seguro que más pronto que tarde empezaríamos a remar todos juntos en una dirección… Primero los trabajadores, luego las empresas (que, de hecho, funcionan gracias a nuestro trabajo), luego la administración. Y entonces, sólo entonces, tendríamos la potestad de poder decir: “Éste es el temario y titulación que necesita el sector; estos son los requerimientos meritorios necesarios; estas son las salidas laborales escalables a las que puedes acceder”.