Escucha y recorre una cámara anecoica en este vídeo a 360 grados
La posibilidad de grabar en VR en 360 grados para YouTube no solo sirve para asuntos de ciencia ficción, hiperrealismo o evocación de lugares distantes de lo real, sino también para explorar espacios interesantes del mundo y aproximarnos a ellos aunque sea virtualmente.
Sin duda entre estas maravillas espaciales, están las cámaras anecoicas, que consisten básicamente en cuartos aislados acústicamente, donde no solo se bloquea el sonido proveniente de fuentes externas, sino que además se absorben las reflexiones internas de la sala, logrando así un espacio “seco”, con reverberación anulada y con ello la posibilidad de explorar las posibilidades del sonido desde otras perspectivas.
El investigador y profesor de ingeniería acústica Trevor Cox, conocido también por su libro Sonic Wonderland donde explora las maravillas acústicas del mundo, no se resistió a probar la tecnología de grabación VR en 360 grados dentro de la cámara anecoica de la mencionada universidad en Manchester, grabando con una cámara Ricoh Theta y un sistema sonoro Ambisonics para lograr un vídeo donde se puede recorrer el espacio alrededor, además de escuchar algunos curiosos experimentos que aunque simples, nos dan una idea de lo que sucede en este lugar.
Cox comienza explorando su voz, recorriendo la sala para dar la sensación de espacio. Al rotar el punto de vista desde el control de YouTube 360, podemos ir siguiendo o alejando la voz del ingeniero, además de conocer interesantes filtros y modificaciones que se ejercen en la señal conforme nos posicionamos en otros puntos. “Para ustedes debe sonar bastante muerto” –dice Cox sobre la sala–, “para mi, suena como si la voz perdiera su fuerza”, aunque más adelante comenta que para él el lugar se ha vuelto un espacio normal, puesto que trabaja allí desde hace varios años.
También comenta que normalmente las personas que ingresan al lugar lo encuentran un poco desconcertante e incómodo, muchos queriendo salir de allí al poco tiempo de haber estado. De hecho no recomiendan en general pasar mucho tiempo en este tipo de lugares dado que el efecto que ejerce en el cerebro es bien particular y muy distante de lo que tenemos a diario: ecos, salas reverberantes, espacios resonantes, lugares colmados de reflexiones y una constante textura sonora que forma nuestros entornos.
Cox recurre a algunos experimentos interesantes para reflejar este contraste y la forma como en la cámara anecoica se manifiesta el sonido. Primero habla contra una de las paredes, para exponer el filtro que se aplica sobre su voz al ser absorbida por el material en cuestión, aunque algo de la voz se sigue escuchando en tanto se filtra por su cabeza. Otro ejemplo interesante es cuando infla un globo para luego estallarlo y mostrar que su sonido, al carecer de reflexiones acústicas, suena seco y algo pobre si lo comparamos con lo que sucedería en un lugar colmado de ecos.
Estos lugares son ideales para muchos experimentos relacionados con la acústica y especialmente para el ensayo y construcción de equipos sonoros, particularmente altavoces, micrófonos o incluso todo tipo de máquinas que hacen sonido. Es sabido por ejemplo, que fábricas de coches o electrodomésticos cuenten con una cámara anecoica para probar con mayor fidelidad la cantidad o tipo de sonido emitido por sus productos.
La fidelidad se da precisamente por la carencia de reflexiones y el alto nivel de absorción sonora que presenta la sala, donde Cox dice solo escuchar tres sonidos: por un lado las altas frecuencias de las bombillas y por otro, dos sonidos que recuerdan la experiencia que inspiró a John Cage en su búsqueda del silencio en tanto ausencia de sonidos, el cual, a pesar de ser en cierta medida plausible en la cámara anecoica, es imposible en tanto posibilidad de escucha, porque siempre hay dos sonidos básicos sonando en nosotros: el latir del corazón que se siente hasta la cabeza, y el hiss de pitch elevado que proviene de los nervios auditivos.
Lo interesante de estos encuentros no es solo la imposibilidad de la ausencia sonora, sino además la revelación de su sutileza, de los sonidos que a nivel micro, en lo más leve y suave de la intensidad de la vibración, están tan presentes como los más grandes estruendos, algunos rozando lo inaudible y reflejando con creces los límites de nuestra percepción, como ya le sucedía a Chris Watson cuando se preguntaba si dentro de una cámara anecoica, podría escucharse un caracol deslizándose.