La irrenunciable física del sonido
Dice la RAE que la subjetividad es lo “perteneciente o relativo al modo de pensar o de sentir del sujeto, y no al objeto en sí mismo”. Si entendemos que lo que ocurre en el escenario es “el objeto” y los técnicos de PA somos el “sujeto”, es fácil entender que lo subjetivo no es lo nuestro. Una de mis premisas intenta dilapidar cualquier ápice de subjetividad en mi trabajo, justamente para conseguir batir con éxito mi reto: que la banda que está en el escenario suene exactamente como ella quiere. Discutir esto nos podría llevar mil páginas, aunque tampoco es el motivo de estas líneas.
No cabe ápice de subjetividad, por ejemplo, cuando afirmamos tajantemente que 2 más 2 son 4. Nadie dudaría de esto por dos razones: las convenciones matemáticas nos inducen a ello y, a su vez, nos permiten la interacción matemática entre mismos. Es 4 aquí y en la China Popular. Gracias a ello nos entendemos, como mínimo, en el plano básico matemático. Tampoco discutiríamos la distancia que recorre la luz en el vacío en un intervalo de 1/299792458 de segundo. Exacto, es 1 m (que no lo supiéramos no significa que eso no sea verdad). Gracias a ello, los paletas en una construcción saben exactamente cómo construir un edificio, aunque en sus conocimientos normalmente no hay lo suficiente como para saber de manera certera si esa pared aguantará o no el peso de los pisos superiores. Esto es responsabilidad del arquitecto y, en su defecto, de los ingenieros (la arquitectura no deja de ser una ingeniería). Entonces, ¿cómo es que en nuestro sector la subjetividad impregna mil veces nuestras decisiones? O, peor aún, ¿cómo conseguimos afirmar libremente premisas ajenas a la realidad física?
El sector de la alta fidelidad (HiFi) sin duda ha hecho mucho daño. Durante mucho tiempo, esta pseudociencia ha conseguido renunciar a la física objetiva para batir un reto muy distinto: pasaron de querer conseguir la mejor reproducción sonora a la venta de productos milagrosos basados en premisas científicas de dudosa credibilidad. Así, he visto en prospectos cables de red cuyo precio se medía en cientos de euros y aunque no estoy en contra de ello (que cada cuál haga lo que le apetezca), sí que estoy en contra de las falacias: un cable de red correcto (que para nada es caro) funcionará igual de bien que el que vale un centenar de euros. La ignorancia suele afectar proporcionalmente a la felicidad.
Pero a nosotros, los técnicos de sonido, nos gusta la ingeniería, nos gusta la objetividad como páramo necesario para ejercer bien nuestra profesión. Tenemos base objetiva suficiente para discernir las ventajas, por ejemplo, de un cable balanceado en un escenario donde la convivencia electromagnética es un problema. Pero renunciamos a ello para afirmar nuestras debilidades, y eso es el gran problema que hoy detecto de forma mayoritaria. Hemos reconvertido nuestra (supuesta) experiencia en falsas premisas sólo para poder justificar nuestros errores. El “suena bien” ya no se basa en aspectos objetivos, sino en tremendas subjetividades, hasta tal punto que hemos destrozado nuestro reto: conseguir la mezcla que el cliente, la banda, quiere o, lo que es lo mismo, ofrecer al público lo que demanda.
Tenemos que parar, o eso creo yo. Tenemos que recuperar lo que nos enseñaron en la escuela, en las academias pero, sobre todo, alejarnos de esa sensación de que ya sabemos suficiente, porque es mentira. Llevamos años renunciando a la objetividad para justificar nuestras carencias productivas, lo que nos está empeorando como sector entero en comparación a lo que ocurre en otros países. De la misma manera que el mundo de la alta fidelidad cayó en el abismo por sus propias (malas) decisiones, nosotros no podemos permitirnos mediocrizar nuestro sector. Tenemos la oportunidad de poder hacerlo mejor y sólo reside en nuestras decisiones.
Así que nada, lo único que podemos y debemos hacer es dar un pequeño paso atrás, darnos cuenta dónde fallamos y eso suele ocurrir cuando no nos acordamos que la física del sonido es una e imperturbable. Que en nuestras manos está la elección de los componentes necesarios para conseguir que eso suene bien, lejos de cualquier decisión subjetiva que, a medio plazo, será justo lo contrario de lo que el público quizá quiere. No por sonar una vez el burro sabe tocar la flauta.
Ser mediocre, hoy en día, es tremendamente fácil. Ser correcto parece ser un objetivo difícil de batir. ¿Dónde queremos estar?