La necesaria complicidad del músico
Este verano he conseguido algo que pocas veces me ha pasado: un músico, un guitarrista, me ha pedido invertir el tiempo que sea necesario para conseguir, entre ambos, que el sonido de su guitarra eléctrica fuese exactamente el que yo quisiera, no el que él cree que debe ser. En realidad nos costó mucho llegar a este punto, ya que al principio era él quien determinaba los ajustes de su amplificador (normalmente un JCM800) y esperaba que yo simplemente hiciera de “puente acústico” en la mezcla. Por eso en mi caso utilizaba dos fuentes distintas para él: un micrófono de condensador (el SCX25A de Audix) y una Radial JDX insertada entre la unidad de amplificación del Marshall y los altavoces correspondientes. La Radial era mi salvación, en cuanto conseguía un sonido más “limpio” (aunque con su correspondiente distorsión añadida o propia del JCM) pero todavía me dejaba margen para ‘modificar’ el sonido resultante en pro del espectáculo, ya sea mediante complicadas ecualizaciones o, directamente, insertando el pluguin SansAmp.
Como técnico de sonido en gira ,gran parte de mi responsbilidad es que el conjunto, el grupo, suene como el cliente (en mi caso, uno de los componentes) quiere que suene, además con referentes bien conocidos. Se supone que confía en mi para este reto y deja a mi libre albedrío el uso de las técnicas necesarias para conseguirlo: qué microfonía, en qué disposición, el uso o no de procesadores de dinámica, efectos, etc. En este momento me convierto en una especie de productor, ya que no simplemente mezclo lo que me llega, sino que lo transformo desde su origen, pero justo a partir de la fuente, no en la propia fuente. De hecho, el cliente, que es el batería, sí es consciente que los ajustes que él realiza en su instrumento afectan directamente la mezcla final, por lo que es habitual que pida mi opinión cuando tensa la caja o afina los toms. El realidad hace lo que él quiere, pero a veces escucha y actúa en función de lo que le comento. Al otro lado, por ejemplo, tenemos el bajista, que ha conseguido justo lo contrario: de tanto ir tocando los ajustes de su amplificador durante la actuación, motivado por la necesidad de sentirse sólo él cómodo en el escenario, he terminado colocándole una DI entre el bajo y el ampli para conseguir que el sonido sea lo más uniforme posible, aunque para ello he tenido que rechazar el sonido que me podría dar, por ejemplo, un ampli Orange o Ampeg. Pero volvamos al guitarra…
Los primeros días de gira, nuestro guitarrista buscaba el sonido que a él le gusta, ajeno a las necesidades de la propia banda. Eso me llevó a extremar la respuesta en altas frecuencias y, también, intentar rehacer las bajas medias para conseguir cierta contundencia. Acostumbrado a que los músicos hacen lo que quieren con pocas excepciones, me sorprendió cuando tras escuchar un par de conciertos (suelo grabarlos para pulir detalles a posteriori), se le quedó la mosca en la nariz… y empezó a pedirme opinión durante las pruebas de sonido. Normalmente siempre ocurría lo mismo: en pocos minutos conseguía un sonido bueno (bajo mi parecer), pero al querer mejorarlo todavía más terminaba por obtener un sonido ya no tan cercano, con ciertos defectos. Por eso mantenía la misma estructura de micrófono y caja de inyección. Hasta que sucedió algo…
Fue en el Low Cost Festival en Benidorm, tras tocar el día anterior en Galicia y pasarnos la noche viajando, que pasó algo como mínimo curioso. Las pruebas fueron por la mañana y de empalme, y nos dimos cuenta que el guitarrista tardaba muchísimo en conseguir tan siquiera el sonido mínimo deseado. Era raro, porque además contábamos con amplificadores Orange, tope de gama, para la ocasión. No podía ser. Yo no estaba convencido del resultado, pero contaba con la seguridad del SansAmp insertado y de un resultado más que decente… Terminamos las pruebas convencidos que estábamos más cansados que definidos. Entonces, durante el cambio de banda a media noche me di cuenta del problema: habían intercambiado los cabezales de bajo y ampli (no así las pantallas) y nadie se dio cuenta: el guitarrista había trabajado con un cabezal de bajo pero con sus cajas correspondientes y el bajista al revés, con un cabezal de guitarra pero cajas de bajo, las famosas neveras. Pedí inmediatamente al técnico de backline que cambiara los cabezales (¡sólo faltaría!) y a apenas 10 minutos de empezar avisé, sobretodo, al guitarrista (el bajista tanto me daba: sacaba su señal por DI). Sobresaltado, sólo tuvo tiempo de reirse en plan “tierra-trágame” y conectar la guitarra al cabezal correcto para ajustarlo en apenas 1 minuto… luego exclamó: ¡joder!
La gira siguió, durante unos días, con amplis Marshall, y seguimos con el mismo procedimiento. Pero cada vez el guitarra tardaba menos en probar y ajustar su ampli. Dejó de maldecir la noche del Low Fest para afirmar, ya sí totalmente convencido, que el ampli Orange era de lo mejor que había tenido entre sus manos. Tras escuchar la mezcla del Low un par de veces, deseaba con gratitud volverse a encontrar con el Orange para conseguir, ahora sí, el sonido que ambos buscábamos. Insisto: ambos. El resultado es que estos últimos conciertos he aparcado la Radial a favor de un Audix i5 que entra en comunión perfecta con el SCX25A. El guitarrista sigue preguntándome cada vez si tenemos por fin el sonido deseado y la respuesta cada vez llega antes. Él a veces se queja de que quizá está demasiado agudo, pero es consciente que es lo que yo necesito, que es lo que hace sonar todavía mejor la banda… Ahora desplaza ligeramente los cabezales para que los agudos no le enfoquen directamente a su testa.
Este es el tipo de comunicación normal que debería existir entre músicos y sus técnicos en gira en una producción. Ambos deben respetar el objetivo y trabajar al unísono con ese concepto en mente. La larga trayectoria musical del guitarrista le sirvió para entender que quizá era necesario “modificar” sus sonidos en pro del conjunto, dejar de lado su egocentrismo (si es que lo tenía) para que su guitarra encajara perfectamente en la mezcla final, más en un caso concreto donde la batería necesita un cierto empuje. Al otro lado está el bajista, quien ha conseguido dejar en mis manos toda la construcción de su sonido en mis manos, pero no por un tema de confianza, sino justo lo contrario: cuando podríamos estar sacando lo máximo utilizando amplificadores de calidad como los Ampeg Classic o los Orange top de serie, debo recurrir a otras artimañas para poder encajar su instrumento en una producción, por otra parte, tremendamente sencilla. Comunicación.