¿Nos tocas una canción en la radio? ¡No!
Lo escribo como técnico, no como músico. Lo escribo tras escuchar casi cada día alguna actuación mal llamada “acústica” en casi cualquier emisora radiofónica y tras reconocer un nivel de vergüenza ajena destacable. El patrón es casi siempre el mismo: una banda o cantautor consigue presencia en un programa de radio o televisión (nuevo disco, porque han ganado algún concurso musical, un concierto a la vista…) y, hacia al final, los que entrevistan casi les imploran que, por favor, toquen un tema. Y nadie dice que no. Evidentemente, este ruego es parte de un guión pactado que, a su vez, refleja una imposición previa: la entrevista sólo tendrá sentido si hay una actuación “exclusiva” (en caso contrario, ni aparezcáis).
Todas las actuaciones son en exclusiva, número 1. Y número 2: en muchos casos, los formatos acústicos en radios y televisiones son más fruto de los costes e imposibles que no de la originalidad. El resultado, lo siento, suele ser una actuación normalmente patética en casi todos los sentidos: técnico, artístico, emocional… Algo que va en contra del propio sentido de la entrevista: la promoción. ¿Es que emiten por radio durante 3 o 4 minutos cómo hace los números un economista? ¿Cómo responde al teléfono un ministro? ¿Ha revelado un fotógrafo foto alguna? ¿O han freído un huevo en la pecera los chefs del momento? Peor aún, si lo hicieran ¿lo harían con las limitaciones técnicas que sí ocurren en este tipo de actuaciones?
En el proceso artístico y técnico que engloba la edición de un disco, el artista y los productores tienen bajo control todos y cada uno de los aspectos que formularán, finalmente, la construcción precisa y preciosa de un tema. A parte de la lógica creación musical (la letra, la música…), se eligen normalmente músicos con nombres y apellidos para la ejecución de cada instrumento, incluso el mismo instrumento. El productor y/o ingeniero elige el lugar más apropiado para poder conseguir esa grabación perfecta: la sala adecuada, el micrófono, su situación justa y equilibrada. Se elige el tipo de soporte, los periféricos necesarios. Normalmente, para un tema de 3 o 4 minutos ya compuesto se trabaja incluso 1 semana entera, y sólo centrándome en la grabación, edición, mezcla y masterización. Horas y horas de estudio, de trabajo diurno y nocturno… y todo para terminar de conformar una canción: el deseo máximo de cualquier artista musical.
Luego están los directos. Aunque en este país no existe todavía una fuerte y sólida cultura del directo, como mínimo hay quien se lo curra, que se esfuerza constantemente para que un único concierto, sea el que sea, sea de quien sea, suene lo mejor posible. Normalmente, un concierto es una apuesta económica arriesgada de un promotor, un proceso de producción realizado días antes en una oficina. Y el día del concierto, para tocar tan siquiera un tema de 3 o 4 minutos, pueden necesitarse 5 horas o más de montaje, otras 2 de pruebas, etc.
En la radio todo esto desaparece. Todo. Estas actuaciones no suelen ser pagadas ("¡tienes bastante con la promoción!" esgrimen; aunque deberíamos pensar si quién realmente se promociona es el programa de radio y no el artista). Desaparece toda la preproducción, desaparece incluso el técnico de sonido. No es que desemerezca los técnicos de la radio, ni mucho menos, pero su cometido es muy distinto del que demanda y necesita el mundo musical. Ni tan siquiera suelen tener el material necesario. Line checks desastrosos ejecutados durante las minipausas publicitarias, con material obsoleto o, sencillamente, inexistente. Tiemblan los músicos cuando les dice: “tranquilos, que aquí tenemos un piano”. Si está afinado, te habrá tocado la lotería. Y si es electrónico, no esperes que sea de teclas contrapesadas. ¿Monitores? Sí, claro… en ése vemos lo que emiten por TVE. Eso no suena.
En un concierto existe una especie de protocolo: llegar, probar, esperar, comer algo y prepararse para el concierto. Hay artistas que piden estar solos en el camerino media hora antes de salir al escenario; otros que necesitan de su vasito de wisky, etc. En una jornada de promoción llegas a la radio histérico, quizá un par de horas después de levantarte, sin calentar la voz, a saco, te asedian a preguntas (normalmente las mismas) y te dan la guitarra: ala, a cantar lo mejor que puedas.
Pero lo peor no es simplemente esto, que ya de por sí tiene su tema, sino que lo primero que hacen antes de decir palabra alguna y ya en antena ¡es pincharte el tema que vas a tocar en breve! ¡Serán cabrones! Y no sólo eso, sino que a los 5 segundos ¡me empiezan a preguntar cosas! ¡Con lo bonita que es esa estrofa! Por lo que no, no quiero tocar una canción: ahí tienes el disco y aquí me tienes para preguntarme lo que sea.