El silencio de las luces
Después de escribir ya unos cuantos textos sobre audio, os habréis dado cuenta que de iluminación no tengo ni idea. Me quedé en ese punto donde sabía que los PAR podían ser del 1, 2 o 5, y me sorprendió que se pudiera girar la lámpara. La llegada de los multipar me sobrepasó, y hoy en día quedo con la boca abierta cuando veo que con una consola pueden mover al unísono decenas de móviles, controlar las cegadoras y mil trucos más que se me escapan de las manos. Son gente rara, que hablan de universos y mundos propios, que no saben de colores pero sí de números (pero hasta el 512). Han sido durante mucho tiempo los responsables de algunos ruiditos en nuestras mangueras analógicas (bueno, sacabas el DMX y todavía había ruido, pero la sugestión hacía el resto y la culpa seguía siendo suya), los que nos han dado corriente extra para el escenario y a los que pedimos por primera vez si podíamos colgarles de sus hierros los primeros arrays. Desde entonces, tienen siempre para ti un martillo de nailon preparado. Gracias a ellos por fin vamos con dos generadores y gracias a los LED el tocho es ahora para los de sonido.
En los riders, la mayoría de las veces ni se les menciona pero, si lo hacen, suelen hacerlo para meterles prohibiciones: nada de humo, nada de strobos, queremos tal iluminación o exigimos cualquier otra cosa. Los leen y sonrien. Una banda es muy buena cuando trae, además, técnico de monitores… si trae uno de luces, ya es algo fuera de lo común. Viven a siete metros de tu cabeza, y aunque siempre están ahí, los ves perpretrados detrás de la cortina esperando que termines para colocar un foco de esos raros en ese hueco que has dejado entre el ampli y la tarima. Ah, la cortina. Todo un arte la cortina. Con su ojo meteorológico, sabrás si habrá viento o no si la despliegan. Luego, durante el concierto, tienes a uno de ellos moviendo el humo de derecha a izquierda, y aunque tienen la manía de encender la máquina de humo entre canción y canción, en pleno silencio, escuchándose ese pfffff amplificado mil veces, luego callas porque disfrutas de su espectáculo. Muchas veces eres de los pocos que valoras su trabajo… Pero a ellos tanto les da: hacen su trabajo como si fuera la última vez, en silencio y en colores.
No deben tener lengua, de tanto que se la muerden. Son de una pasta especial. Yo no podría. ¡Que no veo nada! Y ellos encienden por enésima vez las cegadoras. Casi siempre reciben el apoyo incondicional de los fotógrafos: ¿podrías poner algo de luz en sus caras? Y después de subir todos esos faders a más del 100%, cuando ya ves que las gotas de sudor de los front-lines les empapan la camiseta y los haces de luz de contra han desaparecido, escuchan: “un poco más, que luego me salen movidas”. Y sonríen por enésima vez.
A la vez, son expertos en lenguas. Entienden lo que significa “luz mágica”, “luz oscura” o “crea un ambiente de tripi”, “pon luces flu flu”, “que se muevan paquí y pallá” o “haz un negro pero que se vea sólo el suelo”. En cinco segundos son capaces de programar lo que haga falta para que al guitarrista que se le ha antojado hacer el solo encima del sub de la derecha tenga luz suficiente durante esos 10 segundos. Tardaron 2 y quizá esta vez el mánager de turno no les corta la cabeza. Sin duda alguna, trabajan intentando satisfacer las necesidades de sus “clientes” sin apenas conocerlas, maestros absolutos de saber predecir lo que quieren sin tan siquiera comentarlo. Basan su éxito en la experiencia, en descrifrar las exigencias que les vendrán justo cuando no deben llegar. Y lo hacen en silencio, casi sin hablar, normalmente colocados a un lado de la mesa de PA o detrás, si hay espacio. Durante las pruebas de sonido se convierten en el asistente del asistente de PA: sí, hoy hay un concierto; señora, a las 12; sí, él sabe para qué sirven todos los botones… Los primeros en ir a buscarte un bocadillo mientras siguen esas pruebas interminables. No pueden probar sus equipos ni montajes si nadie apaga antes el sol. Se suicidan técnicamente cada vez que un concierto empieza a las 10 de la noche… pero es que ni te enteras.
Si eres un técnico de sonido mediocre, ellos darán la tercera dimensión al show. De hecho, incluso a veces puede sonar algo mal, que ellos impregnarán en la retina de los espectadores que eso fue brutal. Si tu sonido es bueno, con ellos consigues la cuarta dimensión. Sólo sabes que no están cuando no están. Su silencio es la oscuridad, y con ella llega el silencio.
No es que vivan en un mundo aparte: son de un mundo aparte. Los pequeños avances en audio son enormes en iluminación. Disponen de una tecnología todavía por crecer, capaz de sorprender al espectador más avispado. ¡Tienen su protocolo digital mucho antes que nosotros! ¡Y sólo uno! De hecho, el gran reto no es la tecnología de que disponen, sino la capacidad creativa que cada uno de ellos tiene para conseguir grandes espectáculos. Muchas veces los olvidados, pero siempre necesarios. Ya lo he dicho antes: si hay una buena y espectacular iluminación, puedes permitirte muchos errores en audio. Imagínate ahora hacerlo bien.
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