¿Sólo somos técnicos de sonido?
Quienes me conocen saben que soy “técnico de sonido”. Pero también lo es Pepe Ferrer, otro gran conocido en el sector, ¿verdad? Aún así, a él lo conocemos por ser uno de los mejores ingenieros de sistemas del sector, a la par que se ha empeñado (y debemos dar gracias a ello) a dispersar sus conocimientos específicos en forma de cursos. En cambio, a servidor lo encasillan en FOH, ya sea por ser el técnico de algunas bandas reconocidas o por que soy habitual en la asistencia de FOH en algunos conciertos o festivales. Albert Sanjuan es uno de los mejores en monitores (o eso me ha demostrado) y ambos conocemos a Teo Vázquez, ingeniero industrial, pero un hacha en el escenario como microfonista. Los cuatro, eso sí, técnicos de sonido, con el mismo epígrafe del IAE: el 226.
A excepción de Teo, el resto hemos hecho las tareas de los otros. Sé ajustar equipos (básicamente d&b) y he visto a Pepe mezclar exitosamente a alguna que otra banda, tanto en PA como en monitores. Albert es el sustituto de Elefantes en PA. Los tres nos hemos visto detrás de la de monitores. Todos somos técnicos de sonido, pero la verdad es que bajo este paraguas se esconden algunas funciones que necesitan casi imperativamente una especialización cada vez más interesante. Imaginemos la situación donde Pepe está en monitores, Albert en escenario, Teo en la mesa de PA y servidor en monitores. Es evidente que los conocimientos de los cuatro harán de ese espectáculo algo realmente bonito, pero donde se consigue la excepción es cuando colocas a cada uno en su verdadera especialidad. Se consigue cuando dejas a Pepe los comandos del ajuste del sistema, a Teo la decisión consensuada de la colocación y orden en el escenario, a Albert las mezclas de cada uno de los monitores y a servidor el control de la mesa de PA. Entonces aparece la sinergia, ese momento en que la suma de un global supera su valor nominal. Viva el espectáculo. Pero todavía seguimos todos en el epígrafe 226.
La lentitud en la que el sector se mueve en casi todos los aspectos incluye lo que a formación y especialización se refiere. Quizá hace unos 20 años existía un paquete formativo único para un supuesto título académico que podía abrazar los conocimientos necesarios para abordar con éxito todos los puestos laborales que definen nuestra profesión. Pero poco a poco los fabricantes y las marcas han ido mejorando y perfilando mejor las herramientas a las que tenemos acceso, invirtiendo en tecnología y recursos a la vez que han ido generando nuevos contenidos únicos a los diferentes estamentos establecidos dentro de lo que llamamos “técnico de sonido”. Algo hemos conseguido a fecha de hoy cuando ya sabemos dividir entre el técnico que mezcla en estudio y el que lo hace en directo, en la radio o en televisión. Hemos descubierto que aunque el objetivo pueda parecer el mismo, las herramientas, el tiempo e incluso los procesos son tan diferentes que casi lo hacen incompatible. De hecho, desde hace años se notaba que el técnico de estudio casi nunca se encontraba cómodo en directo (y viceversa), por lo que cada uno ha ido mejorando en su especialidad y diferenciádonse en el espacio. Seguramente con una misma formación, necesaria, pero el desarrollo profesional lleva a cada uno al sitio que más cómodo le resulta.
Vivimos constantemente una estúpida lucha que hace que el éxito profesional parece que sólo se consigue cuando estás detrás de la mesa de PA en FOH, aunque estoy de acuerdo que la mayoría de veces es justamente este el motor que nos hace dirigir nuestra atención profesional a este campo. Que para llegar a ahí primero tienes que colocar micros, luego estar en monitores, entonces puedes saber ajustar un equipo, quizá con suerte llegas a la asistencia de FOH y, finalmente, te dejan tocar un fader. Estoy de acuerdo que quizá es una de las posiciones más reconfortantes a nivel creativo y personal, pero sólo consigues el éxito cuando el resto de participantes están a tu misma altura (técnica y profesional). Cuando hay equipo. Me refiero a cuando tienes un buen microfonista, un buen gestor de escenario, un equipo bien ajustado y un técnico de monitores que hace bien su trabajo.
Si seguimos manteniendo esta estructura escalada que coloca a los aprendices primero en microfonía, luego en monitores, saltan a sistemas y quieren acabar en PA, seguiremos andando cojos en nuestro propósito de ofrecer el mejor espectáculo desde una perspectiva técnica. Este es uno de nuestros más grandes errores, entre muchas otras cosas, por la falta de profesionalidad a la que damos, por ejemplo, al microfonista. Incluso esta posición se ve como castigo en según qué empresas: ¡te voy a degradar a microfonista! Esto hace que quél que decide convertirse en el mejor de los microfonistas (y ser valorado por ello), pueda percibir que el resto de profesionales creemos que lo que en realidad ha pasado es que no ha querido “aprender” más.
Para que los epígrafes del IAE (que, sin duda, no son el problema) tengan sus variantes necesarias, antes es imprescindible que seamos nosotros los primeros en darles importancia. Debemos valorar nuestros puestos de trabajo y otorgarles la responsabilidad que demandan. Sólo así conseguiremos, primero, recolocar a su justa medida la importancia del técnico de PA (esta vez sí, degradándola en su medida para que esté a la par del resto), valorar el trabajo de monitores, asentar la posición de ingeniero de sistemas y, sobretodo, dignificar al microfonista. Primero en el campo, luego en el sector académico.
Y ¿qué hacemos con los becarios, aprendices y noveles? ¿Cómo accederan ahora a la mesa de PA que tanto desean? Conseguir lo anterior seguramente implicará reducir el éxito a estar detrás de la mesa de PA. Debemos conseguir que los aprendices, los nuevos, deseen por igual optar a los diferentes puestos según sus preferencias. Basta ya de quedarse en monitores porque no encuentras sitio en PA o sentirte un mal profesional porque haces microfonía. Recuerda que saber utilizar un software de predicción no te hace ingeniero de sistemas.
Los aprendices, becarios o no, deben tratarse como tales y formar parte de un equipo entero de producción, que es lo que realmente importa. Rondar como auxiliares en cada una de las diferentes posiciones que conforman ser “técnico de sonido”, como cuando eres estudiante de medicina y, antes de la especialización, puedes recorrer los distintos departamentos para ver dónde te sientes más cómodo, útil y eficiente. Convertirlos en “auxiliares de”, en auténticos devoradores de contenidos, experiencias y recursos de su campo específico para convertirse en el mejor de su especialidad, permitiéndoles rotar y decidir, a corto o medio plazo, dónde quieren mejorar su posición. Eso sí, sin renunciar nunca al resto de conocimientos, pues la especialidad, en nuestro campo, debe convertirte en el más adecuado, sino mejor, en ello, pero no en lo único que sepas hacer. Además, de esta manera, entenderás perfectamente las demandas del otro, sabrás resolverla y ayudarás a generar un mejor producto. Que de eso se trata, de ofrecer lo mejor, sin absurdas guerras elitistas, para que al final el público, nuestro auténtico cliente, disfrute de su mejor experiencia audiovisual esa noche.