6 de Junio (I)

Había sido una mala noche. Demasiado ruido para dormir. Demasiado miedo, aunque el ruido estaba lejos.

Y a todo esto, una inspección en medio de la guardia que casi le pilla dormido. Sin tabaco, sin comida y, sobre todo, sin calcetines. Esos trozos de trapo que llevaba en los pies le provocaban llagas que dolían como si le clavasen cuchillos en los pies.

Cuánto echaba de menos la casa del pueblo. Y Marie a su lado, despertándole por la mañana, el olor a café, no demasiado bueno pero reconfortante.

Se pasó casi toda la noche intentando vencer al sueño, rogando para que fuesen las 7 y llegase su relevo, aburriéndose. Sus compañeros, uno polaco y otro ruso, no tenían demasiada conversación. Lo entendía, obligados a estar allí, a miles de quilómetros de sus familias y con la única recompensa del rancho diario y conservar su vida. Al menos a él le pagaban.

A las 4 y media comenzaron a oirse silbidos y detonaciones hacia el este. A las 5 los silbidos pasaban sobre su cabeza y las detonaciones se producían detrás. A las 5 y media las explosiones se acercaban más, pero siempre detrás.

No se veía nada desde la tronera. El mar estaba en calma despues de tres días de temporales. Un mar negro y oscuro. Una capota de nubes espesas no dejaba que se filtrase ni la escasa luz de la luna.

A las 6 decidió salir a estirar las piernas. Pasó por la abertura del bunker y siguió la trinchera durante diez metros hasta encontrar las escaleras que llevaban al balcón principal.

El teniente y su ayudante estaban allí; el teniente con los prismáticos orientados hacia el mar. Erguido como un periscopio movía la cabeza buscando algo, y de repente fijó la vista en el frente durante unos segundos y bajó los prismáticos.

- Barcos - dijo a su ayudante - puedo ver tres. Apunte la posición y avise a la torre.

El ayudante salió corriendo hacia una motocicleta, se subió y se fue con prisa.

El teniente volvió la cabeza y se encontró a un soldado embobado y encogido que le miraba con curiosidad.

- Debería estar en su bunker, soldado - dijo - y preparando las armas.

- Señor, ocurre algo? - preguntó el soldado.

- Lo sabrá pronto soldado, vaya a su puesto.

Volvió al bunker refunfuñando. Fue hacia la tronera y revisó la ametralladora y la munición. Como siempre era escasa, pero desde el último año se había acostumbrado a la escasez.

A las 6 cesaron las detonaciones y los silbidos. Solo se volvían a oir las olas.

A su espalda comenzaron a oirse gritos y ruído de camiones. Se oían cientos de botas bajar de los camiones y entrar en las trincheras. Órdenes, y el sonido de hombres arrastrando algo pesado, posiblemente cañones.

Eran las 6 y cuarto. El sol estaba comenzando a despuntar. Pero era otro aburrido y gris día de primavera.

- Artilleros a sus puestos - se oyó en los altavoces exteriores- ¡alerta general!

Eso iba por él.

Llamó a sus ayudantes para que le ayudasen a preparar la ametralladora. El polaco con la tira de balas. El ruso con el agua en el cañón. Él mismo apuntando a la playa.

Un zumbido de motores, creciente, intenso, se escuchaba delante, en el mar. Aumentaba cada segundo, la intensidad se hacía insoportable.

El polaco temblaba, y no era de frío. Sabía qué estaba pasando. Sabía lo que la radio decía desde hacía meses. El ruso no se inmutaba, apestaba a alcohol, pero nadie sabía de donde lo sacaba.

Miró la playa y apuntó hacia todos los puntos que pudo. La marea estaba baja y tenía sólo unos 50 metros de frente. Debajo del bunker, rocas, a la derecha, rocas y a la izquierda más rocas y un pequeño camino donde podían pasar los camiones uno a uno, despacio por lo empinado que estaba.

Las 6 y veinticinco minutos.

Miró hacia el mar con el despuntar del día y sus ojos se agrandaron de sorpresa. Hasta donde podía ver estaba lleno de barcos. Casi se imaginaba saltando de uno a otro de tantos que eran.

Unas lanchas más pequeñas venían hacia la costa. Eran decenas y se acercaban deprisa, estaban a 500 metros de la playa.

A su espalda comenzaron a escucharse salvas de cañones, gritos, de oficiales, por supuesto, el sonido de los casquillos de la munición al caer.

Delante comenzaron a verse salpicaduras en el mar y de cuando en cuando algún proyectil que daba en el blanco y provocaba una explosión. Podía ver cómo algunas de las lanchas viraban a derecha e izquierda, intentando esquivar las salvas de artillería, pero servía de poco, iban cayendo poco a poco. Algunas lanchas chocaban entre sí y se hundían o explotaban. Las minas también hacían levantarse por los aires algunas lanchas para después hundirse definitivamente.

A las 6 y media algunas lanchas se pararon, aún a unos 100 metros de la playa y abrieron una puerta delante. A su derecha comenzaron a tronar las ametralladoras y los ocuapantes de esas lanchas comenzaron a caer al agua. Muchos ya no salían. Estaban demasiado lejos y elfondo del mar estaba a unos 5 metros de profundidad.

El resto de las lanchas intentaban aventurarse cerca de la playa, siempre en zig zag y esquivando las balas de cañón. Ninguna conseguía llegar cerca de la playa, y él aún no había apretado el disparador.

Una embarcación pequeña con algo parecido a cañones en los laterales se acercaba a toda prisa disparando. Un cañonazo la hundió con una gran explosión.

Había mucho humo. Olía a pólvora y su compañero polaco olía a algo peor. Estaba muerto de miedo.

Una lancha se acercó a toda velocidad y llegó hasta la playa, embarrancando.

Él se preparó, apuntando a la puerta. Dio órdenes a sus compañeros y apretó los dientes, nervioso.

La puerta se abrió y pudo ver cómo su interior estaba repleto de soldados.

Pensaba en Marie, pensaba en el olor del café, y apretó el gatillo...

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