Breve historia de la carrera espacial (I)

Carrera espacial (I)

Los alemanes, al verse derrotados en la II Guerra Mundial, idearon a principios de los 40 unas nuevas armas con las que pretendían asestar un golpe de efecto y recobrar el control de las hostilidades. Eran las Armas de la Venganza, las V-1 y V-2. El primer gran éxito de estos artefactos ocurrió el 3 de octubre de 1942, cuando una V-2 decorada en su cola con los dibujos de una chica, un cohete y una luna creciente (recordando las fantasías de Fritz Lang) se elevó hasta desaparecer de la vista con una aceleración de 1340 metros por segundo. Se alzó hasta una altura de 84 kilómetros antes de volver a caer, a 187 kms. de la base de lanzamiento.

Estos misiles, letales aunque no muy discriminadores -la precisión era tan sólo de un radio de veinticinco kilómetros-, eran útiles únicamente contra grandes ciudades. Desde septiembre de 1944, andanadas de V-2 fueron lanzadas contra Inglaterra, la mayoría golpeando en y alrededor de Londres, matando e hiriendo a miles de personas.

A medida que la guerra llegaba a su final, los científicos alemanes Dornberger y Von Braun, responsables de las V-1 y V-2, comenzaron a hablar públicamente sobre las posibilidades del cohete en tiempos de paz como un vehículo de exploración espacial. Von Braun, apesadumbrado por el uso militar de sus ideas, se ganó la enemistad del jefe de las SS Heinrich Himmler, que le detuvo acusándole de traición. Sólo después de que interviniera Dornberger se retiraron dichas acusaciones.

Los aliados y los rusos seguían muy de cerca los progresos alemanes en este campo, y cuando acabó la guerra se llevaron consigo los despojos. Plantas de fabricación de las V-2, piezas de cohetes, incluso un túnel de viento que fue transportado a White Oak (Maryland) por piezas. Trece años de archivos, ocultados por Von Braun en una mina, fueron tambien a parar a los EE.UU. Los soviéticos, por su parte, descubrieron y se llevaron dos V-2 completamente montadas en Polonia, incluso con sus manuales de servicio.

Convencido de que se entendería mejor con los americanos que con el Ejército Rojo, Von Braun se encaminó a América con mas de 500 miembros de su personal y sus familias, reanudando sus actividades de investigación en 1945. El objetivo era lanzar un satélite, pero el espacio no era una prioridad militar. Tendrían que aguardar otros diez años.

La Unión Soviética puso a trabajar a 6000 técnicos alemanes capturados junto a los ingenieros soviéticos apenas terminar la Guerra. Estos últimos habían estado desarrollando en secreto cohetes bajo los auspicios del Estado durante más de una década, siguiendo la estela de Friedrich Tsander. Al morir éste en 1933, el liderazgo de la investigación pasó a Serguei Koroliov, y al cabo de pocos años los cohetes rusos habían alcanzado altitudes de hasta diez kilómetros, casi cuatro veces más alto que el mejor disparo del pionero americano Goddard. Sin embargo, todo se frenó cuando, en una de las purgas políticas de Stalin, Koroliov fue enviado al gulag siberiano junto con centenares de ingenieros.

Pero los ingenieros de cohetes fueron finalmente liberados en 1946, y nuevos hombres que prestaban mayor atención al programa espacial rigieron el destino de la URSS. Hablamos de Nikita Jruschov, que ansioso por demostrar las proezas tecnológicas de su nación, anunció en verano de 1957 que la URSS pondría un satélite en órbita para el Año Geofísico Internacional. En efecto, los soviéticos habían puesto a punto un auténtico misil balístico intercontinental, el R-7, que fue rediseñado para transportar el satélite.

Koroliov esperaba sincronizar el lanzamiento para que coincidiese con el centenario del nacimiento de Ziolkovski (el 17 de septiembre de 1957), el auténtico pionero de la investigación en cohetería. Con sólo unas semanas de tiempo, empujó a su equipo hasta el límite. Alojado en una pequeña casa de madera cerca del lugar de lanzamiento, apenas dormía, y sus trabajadores sabían que podía aparecer ante ellos en cualquier momento del día o de la noche. Pese a trabajar casi 24 horas al día, la fecha límite fue imposible de cumplir.

El 4 de octubre, el cohete estaba dispuesto en la rampa de lanzamiento. Salió disparado hacia las estrellas con una pequeña carga de 83 kilogramos, apodada Sputnik (Compañero de viaje o Satélite; en la foto superior); era el primer objeto construido por seres humanos que orbitaba la Tierra. En los Estados Unidos, los políticos se sintieron impresionados, y los ingenieros de cohetes mortificados. Pidieron sesenta días para colocar otro satélite en el espacio, pero en realidad hicieron falta noventa: el 31 de enero de 1958, el Explorer I (un esbelto tubo de dos metros de largo con un morro cónico que contenía dos radios, dos antenas y cinco kilogramos de instrumentos) orbitaba el planeta. La carrera acababa realmente de empezar.

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