Breve historia de la carrera espacial (y III)

Carrera espacial (I)

A mediados de los años 60, los planificadores de las misiones a ambos lados del globo empezaron a preparar el camino para hacer viajes a las estaciones espaciales y a la Luna. El siguiente round de vuelos incluiría no sólo tripulaciones de varias personas, sino actividades extravehiculares (EVA, el famoso paseo espacial) y tambien acoplamientos. Todo esto requería una ingeniería mucho más compleja de la que habían empleado los programas Vostok o Mercury.

Los soviéticos volvían a tomar la delantera. El 12 de octubre de 1964, la nave espacial rusa Vosjod 1 colocó a tres hombres en órbita durante veinticuatro horas, algo histórico. La Vosjod 2, lanzada cinco meses después, marcó otro hito: el primer paseo espacial, una EVA a cargo del cosmonauta Alexei Leonov. Esta gesta demostró que la URSS se encontraba todavía a un paso de gigante por delante de los norteamericanos.

Pero este fue el último vuelo soviético tripulado durante dos años. Hoy en día se cree que las misiones Vosjod, aunque impresionantes, pudieron costar la Luna a los soviéticos, debido a que obligaron a sangrar recursos de otros desarrollos tecnológicos más necesarios. Y para hacer peores las cosas, Koroliov -el espíritu guía del programa espacial de la URSS- murió a principios de 1966.

Los EE.UU., presionados por la decisión de su presidente de alunizar antes del final de la década, acometieron el programa Gemini, llamado así porque sus ejercicios requerían dos astronautas. La Gemini 12 concluyó este período con gran éxito: los americanos tenían ya todo preparado para llegar a la Luna despues de múltiples experimentos de acoplamientos y EVAs. Llegaba el momento del programa Apolo.

El Apolo 1 fue una gran tragedia: el 27 de enero de 1967, sus tres ocupantes (Gus Grissom, Roger Chaffe y Edward White) murieron asfixiados durante una prueba en tierra por un incendio que se produjo dentro de la cápsula, de la cual no pudieron salir. Sólo unas pocas semanas antes, un extrañamente profético Grissom había dicho: "esperamos que si nos ocurre algo esto no retrase el programa".

Y no hubo retrasos. El Apolo 7 fue ya un vuelo virtualmente perfecto, pasando casi 11 dias en órbita. Y a primera hora de la mañana de la Nochebuena de 1968, el Apolo 8 rodeaba la Luna con Frank Borman, Jim Lovell y William Anders. El Apolo 9 probó el novedoso módulo lunar (LM) en la órbita terrestre. El Apolo 10 probaría maniobras de cita espacial con el mismo LM, ya en órbita lunar.

A mediados de 1969, todo el equipo y procedimientos posibles habían sido probados satisfactoriamente. La siguiente misión, el Apolo 11, intentaría posarse en la Luna. El 16 de julio amaneció cálido y despejado; en la parte superior del humeante Saturno V se hallaban los tres astronautas que harían historia: a la izquierda en el módulo de mando (el Columbia) estaba el comandante Neil Armstrong, piloto de pruebas; en el centro Buzz Aldrin, saltador de pértiga colegiado y piloto de cazas; y a la derecha, Michael Collins, piloto de pruebas y campeón indiscutido de balonmano entre los astronautas. Collins estaba destinado a quedarse atrás en el módulo de mando mientras sus compañeros bajaban a la superficie lunar. La elección de estos hombres fue puramente casual, ya que no se sabía de antemano qué misión Apolo iba a ser la que llegase al objetivo final.

A las 9:32 de la mañana, el impulsor rugió a la vida y se elevó sobre la plataforma de lanzamiento. A los 100 kms se desechó la torre de escape, y al cabo de doce minutos la tercera fase cortó sus motores. El Apolo 11 estaba en órbita a 180 kms. de altura. Tras un par de horas de inspección y controles, se volvió a conectar el motor de la tercera fase para dirigirse a la Luna, al Mar de la Tranquilidad, una zona situada algo a la derecha del centro de nuestro satélite tal y como lo vemos desde aquí. Tras abandonar la tercera fase, los astronautas situaron el módulo en el giro estándar barbacoa, una maniobra que hacía girar el vehículo una vez cada veinte minutos para distribuir el calor del sol uniformemente por su superficie. En ese momento, quedaron libres para contemplar cómo por una ventanilla la Tierra se hacía mas pequeña y, por otra, la Luna se hacía más grande.

Al cuarto día de viaje, llegaron a la órbita lunar. Allí tenían que descansar nueve horas completas para la jornada histórica del día siguiente. Pero tuvieron problemas para dormir. Quizá el más preocupado era Michael Collins, aterrado ante la posibilidad de dejar abandonados a sus compañeros en la Luna y volver solo, si algo fallaba.

En su décima vuelta alrededor del satélite, Armstrong y Aldrin entraron en su LM, el módulo lunar... el Eagle. Dos órbitas más tarde se separaron del módulo de mando y conectaron el motor de descenso. A unos sesenta metros de la superficie, Armstrong se dio cuenta de que el ordenador iba a bajarles sobre un campo de grandes rocas. Se hizo con el control manual del aparato y lo encaminó a un lugar más liso. Cuando quedaban menos de treinta segundos de combustible, una luz azul indicó que las patas del módulo habían tocado el suelo. "Houston, aquí Base Tranquilidad. El Eagle ha alunizado", dijo Armstrong.

Aunque estaba previsto dormir un poco después del alunizaje, los astronautas estaban tan excitados que solicitaron permiso para iniciar inmediatamente los preparativos para la salida a la superficie. Unos controladores igualmente excitados en Houston no dudaron en aceptar. Aún así, pasaron más de seis horas metiéndose en sus trajes, haciendo comprobaciones y despresurizando.

Finalmente, Armstrong abrió la escotilla del módulo y descendió, parando a mitad de camino para encender una cámara de TV instalada a un lado de la nave. Al dar el paso final fuera de la escalerilla, dijo una frase ya antes meditada: "Este es un pequeño paso para el hombre, pero un salto de gigante para la humanidad". Y entró en la Historia.

Tras el éxito total del Apolo 11, los americanos continuaron el programa con nuevos logros y mayores tiempos de permanencia, y hasta dieron paseos en un rover lunar (misiones 15 a 17). Aparte del susto del Apolo 13, que tuvo que volver sin alunizar protagonizando una auténtica epopeya, la misión concluyó con el Apolo 17 dejando un gran sabor de boca en cuanto a experimentos cientificos y, ante todo, logros humanos.

Los soviéticos alcanzaron grandes logros también con sus estaciones espaciales, los proyectos Soyuz y Mir, y con algunas sondas, especialmente las Venera, que llegaron a Venus y se posaron en su superficie. EE. UU. lanzó también su Skylab y las fantásticas sondas Pioneer y Voyager, que exploraron los planetas lejanos. Ahora van rumbo a lo desconocido, más allá del sistema solar.

Actualmente, los Estados Unidos dominan el panorama espacial ante la caída de la URSS y la todavía lejana competencia de la ESA (Agencia Europea del Espacio) y los japoneses. Las tendencias nos llevan a una cooperación total: misiones compartidas entre varios países. Es muy destacable el esfuerzo de cooperación entre los rusos y los estadounidenses, colaborando en la estación espacial ISS y en otros proyectos conjuntos.

Así, la carrera espacial como tal murió con la guerra fría. Fue toda una época de hazañas apasionantes, pero ahora se abre una nueva perspectiva, más esperanzadora, de mayor calado; el esfuerzo conjunto de todos ante el reto de Marte... y más allá.

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