La cajita - Capítulo 03 - El tubo
La cajita – Capítulo 03
-”Un ojo”, ”una oreja”, ”la nariz”, ”otro dedo”, ”harina de un fémur...”
Carl no había llevado las cuentas, pero le parecía que ya había cortado dedos de más. Nunca había desaparecido tanta gente en el mismo lugar como en aquella época. En cada punto de la costa americana se producía un vacío, una flor se desvanecía, una mujer no volvía a casa.
Carl abrió la cajita:
-”Un dedo”
¿Otro? Bueno, igual que él tenía el capricho de las cabezas, la cajita lo tendría con los dedos. Buscar explicaciones a esta locura no era de sentido común. Sujetando la mano de la chica, seccionó un dedo limpiamente y abrió el objeto metálico. El papel, como siempre, había desaparecido. Introdujo el dedo y el mundo comenzó a desvanecerse. Sacó un cigarro y se sentó en el sillón orientado hacia el mar. Carl se estaba acostumbrando a aquello. A veces se preguntaba si no disfrutaba más de aquellas visiones que del crimen en sí. Se miró las manos manchadas de sangre que comenzaba a volatilizarse. Entonces vio la uña en el suelo. ¡No había metido el dedo entero! Se agachó rápidamente a recogerla e intentó abrir la cajita, pero no pudo hacerlo. Se miró las manos y comprobó que aún quedaban restos de sangre. Toda la parafernalia se sucedía más lentamente. Carl no se puso demasiado nervioso. Ya le había sucedido antes una vez y lo único que pasó fue que se retrasó un poco la habitual transformación. Encendió un cigarro y se dispuso a esperar tranquilamente. La pared que le separaba del mar se deshacía lentamente. Frente a él, un poco hacia la derecha y a unos treinta metros, otra casa también perdía la cohesión de sus paredes dejando entrar los reflejos rojos de ese cielo espupeluznante. Carl no podría asegurarlo porque sólo había un hueco aún en su pared y la de enfrente estaba casi entera aunque ya algo traslúcida, pero en ese edificio, un hombre, sentado como él, le miraba fijamente. De repente, le pareció que se levantaba de un salto y miraba hacia una puerta que tenía a su espalda. Una sombra se aproximaba y el hombre se quedó pegado contra una de aquellas paredes mientras la sombra, que parecía un amasijo informe se aproximaba hacia él. Ambas figuras se agacharon y desaparecieron de su vista.
En ese mundo extraño donde todo se movía tan lentamente excepto él, Carl no estaba seguro de haber visto lo que había visto, porque el ojo no podía asimilar la mayor parte de lo que veía. Nada era natural en aquella zona donde entraba cuando la cajita era alimentada. Carl se levantó y bajó las escaleras a toda velocidad, cruzó la calle y se dirigió a la casa donde había visto al hombre y al engendro. Giró el pomo. La puerta estaba abierta. Subió dirigiéndose hacia donde le pareció que había sucedido aquella escena. Abrió la puerta de la casa y entró en aquella habitación.
En el suelo había un tubo.
Un tubo con unos adornos muy extraños.