Cuento Fantástico 04. La Luna
Capítulo 4. La Luna
Carlitos abrió aún más la ventana que lanzó un chirrido como si le estuviese pisando la cola a un gato y se quedó tenso como una vara. Giró la cabeza hacia el interior de la casa pensando en qué iba a decir cuando le preguntaran qué estaba haciendo, pero nadie se había movido. El sapo le miraba con impaciencia, o por lo menos eso podía detectar en sus palabras.
- ¿Vas a salir de una vez? -le preguntaba-. No tenemos toda la noche.
Carlitos quería responderle, pero no se le ocurría por alzar la voz y pensaba con todas sus fuerzas dirigiéndose al sapo, pero este no parecía escuchar ni uno de sus pensamientos.
- Voy, voy... -dijo al fin para tranquilizar al quisquilloso animal.
Como la temperatura era tan perfecta y el momento tan loco, olvidó coger los zapatos y en cuanto puso un pie fuera se pinchó con unos cardos.
- ¡Ay! -gritó Carlitos casi para adentro.
- ¿Qué pasa? -preguntó el sapo.
- Me he pinchado, no he cogido los zapatos. Tengo que entrar de nuevo -respondió Carlitos no demasiado convencido.
- Espera, dame la mano.
- ¿Otro truco? -preguntó Carlitos.
- No lo llames así -replicó el sapo.
Carlitos acercó la mano al sapo que se puso a examinarla con detenimiento.
- Sí, aquí es -murmuró.
Y acto seguido, frotó una parte del pulgar, retiró la mano y escupió sobre ella.
Carlitos sintió que los ojos se le abrían como platos, o como cacerolas, o como ruedas de carro. De repente, su visión comenzó a aumentar de tal manera que el horizonte parecía que viniera a toda velocidad hacia él. Cerró los ojos asustado, pero volvió a abrirlos lentamente y comprobó que veía más allá del más allá. Miró hacia el cielo y se quedó mudo. Pero si casi parecía que estuviera en la luna -pensó.
- ¿Qué? Ya no te duele el pie, ¿no?
Carlitos no respondió, hipnotizado por la visión de la luna, advirtiendo manchas y cráteres, cordilleras de montañas y otros detalles que le parecían maravillosos.
La voz del sapo retumbó con fuerza en su cabeza sacándolo de su ensimismamiento.
- Vamos, tenemos que irnos.
Carlitos miró hacia el sapo del que ahora podía ver hasta los poros y algunos pelos que ni imaginaba que podían estar allí.
- ¿Por qué me miras así? ¿Qué te pasa en los ojos?
El muchacho apoyó el pie en el suelo y volvió a decir:
- ¡Ay!
- ¿Pero cómo es posible? -habló el sapo. -Si yo nunca me equivoco... Dame la mano de nuevo.
Carlitos la extendió sin pestañear, con un respeto creciente a los poderes del animal que tenía delante.
Le volvió a agarrar el dedo murmurando:
- A ver... sí era aquí... ahora estoy seguro. Lo de antes sería porque... porque te habrás movido.
Volvió a hacer el movimiento giratorio sobre el dedo, luego lo retiró y escupió sobre él.
Carlitos, inmediatamente, se desmayó.
- Vaya... no lo entiendo -dijo el sapo.
Le cogió la mano de nuevo y apretó sobre una zona de la palma hasta que Carlitos empezó a recuperarse.
- ¿Cómo te encuentras? -preguntó el sapo.
- ¿Qué ha pasado?
- No sé... -disimuló el sapo.
- ¿No sabes? ¿No decías que nunca te equivocabas? -le dijo Carlitos que se sentía ahora muy mal, mareado y con dolor de cabeza.
- Se te pasará en seguida, no te preocupes, dame la mano, voy a intentarlo de nuevo.
Carlitos lo miró pensativo y dijo:
- Voy a por los zapatos
- Sí, mejor... -contestó el sapo mirando para otro lado.