Cuentos Para Niños Monstruosos - El Fantasma y la Niña
Cuentos Para Niños Monstruosos – El Fantasma y la Niña
En una casa vivía un fantasma al que no le gustaba nada salir a la calle. En verano, el sol le atravesaba y le hacía cosquillas por dentro, y en invierno, el frío le dejaba las sábanas muy tiesas y no podía ni dar un paso sin castañetear los pliegues. Además, estaba muy triste porque no podía salir a asustar a nadie y se aburría mucho. Encima, por la calle donde vivía no pasaba casi ningún niño y como no podía salir y tenía que asustarlos desde las ventanas, parecía una cortina que se movía y nadie le hacía caso. Pero un día pasó muy cerca una niña que no había visto nunca y el fantasma se puso a moverse a tope desde detrás de la ventana. La niña se paró al verlo y se fue hacia la puerta. Como no estaba cerrada, entró y se acercó al fantasma. El monstruo pensó: "ya verás qué susto le voy a dar a esta", pero la niña se fue hacia donde estaba, cogió una esquina de la sábana y le preguntó:
-¿Me dejas que me limpie los zapatos? Se me han ensuciado y mi mamá me va a regañar como los vea así.
El fantasma se quedó patidifuso.
-¿No me tienes miedo? -le preguntó un poquito enfadado.
-Claro que no.
-¡Pero yo soy un fantasma!
-Ya lo sé -dijo la niña muy tranquila-. En mi casa tenemos uno.
-¡¿Cómo dices?!
-Sí, estaba allí cuando nos mudamos y me ayuda a hacer los deberes. Es un fantasma muy listo -dijo presumiendo.
-Ah -dijo el fantasma sentándose en una silla con la cara muy triste.
-¿Qué te pasa?, ¿por qué estás tan apenado?
-Es que no puedo salir a la calle porque o me entra frío o el sol me hace cosquillas. Así no puedo asustar a nadie y me aburro.
-¡Espera!, voy a buscar una cosa -dijo la niña y se puso a registrar por todos lados, abriendo y cerrando puertas y cajones haciendo mucho ruido. Al cabo de un rato volvió con una estufa, un montón de cable y un paraguas.
-¿Qué vas a hacer con eso?
-Tú calla, ay, qué fantasma más tonto -dijo la niña y le puso a la estufa el cable súper largo y le dijo al fantasma:
-Ponte encima, no tengas miedo. Y tiene ruedas.
El fantasma se puso de pie sobre la estufa y empezó a sentir un calorcito muy rico.
-Toma -le dijo dándole el paraguas-. Y si sale el sol, lo abres y ya no te da.
El fantasma se puso súper contento y salió a la calle y empezó a asustar a la gente. Los niños corrían mucho y él hacía como que los perseguía, pero no podía ir muy lejos porque se le acababa el cable. Pero el fantasma llevaba tanto tiempo aburriéndose que así era feliz, y los niños, como se enteraron de que no podía ir más lejos, venían todas las mañanas para que les asustaran y salían corriendo riéndose.
Lo malo es que pasó el tiempo y el fantasma empezó a aburrirse otra vez, y como la niña ya no tenía nada más que enseñarle, un día que entró a saludarle, la encerró en un cuarto y la asustó tanto, tanto, que se quedo muerta apoyada en un mueble. Ahora, cuando pasaban los pequeños, asomaba el cadáver de la niñita lleno de gusanos agarrándola por los bracitos y los pequeñuelos salían corriendo dando gritos y alaridos.
Desde aquel día, las risotadas del fantasma se escuchaban desde la iglesia hasta el cementerio.