Dolmen
Mientras hacía las pruebas para el revelado, y entre los olores amargos y mareantes de los líquidos necesarios para tal menester, me quedé absorto al descubrir mi tremenda estupidez congénita.
La primera reacción fue sonreir, pero al darme cuenta de lo que había perdido, mi sonrisa se quebró.
La ilusión con la que había sacado aquella foto, una puerta de piedra separando el presente del pasado, me dió la impresión de que en cualquier momento podría cruzar el umbral del tiempo, estaba claro para mí, en el momento de sacarla, que esa foto era mucho más que una simple piedra y unas vacas mirándome con picardía.
Lo que había perdido aquella mañana, mientras hacía las pruebas de revelado, era la inocencia. La inocencia para crear libremente, la inocencia para luchar por lo que fuera.
Y todo por reirme de mí mismo.