El pasado año el festival Sónar alcanzó los 20 años de longevidad con cifras récord de asistencia y una calidad en la organización que puso el listón bien alto. A pesar de las críticas que supuso la contratación de Skrillex (y de algún elemento más relacionado con la EDMística…) por parte de los reaccionarios más introllerantes, el festival fue una sólida y compacta muestra de lo relevante en diversas vertientes de la música electrónica, además de un éxito. Supongo que tras veinte años de progresión en el Sónar, hagan lo que hagan los organizadores, a partir de esta 21ª edición siempre habrá gente que pensará que todo lo pasado fue mejor, que cuando eran un festival más pequeño se le daba más cancha al underground, y que como máximo se dirá que las futuras ediciones fueron tan buenas como alguna de las anteriores de las dos primeras décadas, pero nunca mejores. Yo soy de los que piensa que hay que ser bastante más benevolente con este tipo de eventos cuando se hacen grandes, y pensar que el cartel no puede satisfacer al 100% a todo el mundo, ya que intencionadamente se busca generar diversidad y hacer el festival accesible para atraer la mayor cantidad posible de gente, y generar así mayor repercusión a todos los niveles, algo que garantiza la continuidad. Además, el nexo con la tecnología musical y el arte moderno que el festival sigue manteniendo y que lo distinguen por encima de otras propuestas, siguen presentes y con buena salud.
Empezamos un jueves
Este año tenía casi claro que no iba a poder asistir al festival, aunque finalmente una conjunción de situaciones inesperadas hizo que finalmente tuviera tiempo y medios para poder asistir todos los días de festival. Por una cuestión de agenda no pude llegar hasta Barcelona el jueves por la tarde, aunque tras hacer todas las gestiones (hotel, acreditación, preparar la mochila de supervivencia en festival…) me pude relajar un rato y recuperar fuerzas disfrutando de la sesión de un Ryan Hemsworth muy aplicado que en el escenario Village (al aire libre) combinaba sonidos urbanos y pop, y que se atrevía hasta con sonidos étnicos. A pesar de lo ecléctico de su set, su técnica, su buena gestión del feedback de las pista y su sonido fresco, le hizo enganchar a una buena cantidad de gente que no dudaba en bailar. Hemsworth va por el buen camino.
Me acerqué un rato al escenario de Red Bull Music Academy (Sónar Dôme) para ver a Koreless, del que aunque me habían hablado bien, no consiguió engancharme (o yo no logré engancharme a él). Con un arranque demasiado lento y una actitud contemplativa, el galés languidecía ante un público que se emocionaba cada vez que soltaba algún sonido ligeramente estridente o arrancaba algún ritmo mínimamente bailable, pero que no terminaba de encontrar un camino para el clímax con Koreless. En fin, acabamos de empezar, y quizá estamos pidiendo demasiado. Buen contraste a lo anterior ofreció Machinedrum en el escenario Village, con su espectáculo “Machinedrum Vapor City Live”, en el que Travis Stewart interpreta a los teclados, guitarra y voz los temas de su último disco Vapor City, acompañado a la batería por el espectacular Lane Barrington. Juntos desbordaron energía y conexión con el público, y demostraron que sonidos como el IDM, el drum’n’bass y el jungle, son factibles en directo.
Uno de los dos platos fuertes del día comenzaba poco después de la actuación de Machinedrum, y era nada menos que Trentemoller. El genio danés llegó con su banda de directo para desgranar los temas de su último trabajo Lost, publicado el año pasado, así como algún éxito de sus dos anteriores trabajos. El escenario Sónar Hall, con poca iluminación y rodeado de telas rojas al más puro estilo Twin Peaks era el lugar perfecto para el pop electrónico y misterioso de Trentemoller. Además traían su propia escenografía, una especie de nasas de pesca con espirales en su interior, que se elevaban y giraban de manera surrealista con luces flasheantes en momentos clave del directo. Y no defraudaron lo más mínimo. Con Anders Trentemoller frente a los teclados como maestro de ceremonias (aunque llevan unas cuantas cosas secuenciadas), la banda ejecutó magistralmente adaptaciones para directo de los temas de Trentemoller, incluyendo hasta alguna curiosa coreografía de danza conceptual por parte de sus dos integrantes femeninas. Toda la banda conectó magistralmente con el público, y por supuesto se despidieron con “Silver Surfer, Ghost Rider, Go!”.
Saliendo de ver a Trentemoller me encontré en el Village con el final de la sesión del sexagenario Daniel Miller, el jefazo de Mute. Lo cierto es que la recta final de su sesión, cargada de sonidos minimalistas y repetitivos me pareció soporífera a más no poder. Aunque bueno, no era tampoco cuestión de revolucionarse, lo que iba después necesitaría la atención de todos nuestros sentidos.
El objeto del hombre de plástico
Plastikman, el alter ego de Richie Hawtin, hacía puntual acto de presencia a las diez menos diez para presentar su original propuesta de directo Objekt. En realidad Objekt era la repetición de un show que ya realizó para el Guggenheim de New York y que fue grabado para su posterior comercialización bajo el nombre de EX. Se trata de un show calificado como directo, en el que Hawtin dispara secuencias de techno minimalista, ambientalista y con cierto toque opresivo en algunos momentos, empleando para ello Live, Push y unos controladores K2 de Xone (un setup diferente a su trabajo como DJ), mientras un obelisco gigante formado por 4 pantallas de leds muestra visualizaciones abstractas que reaccionan al sonido. Hawtin no ocupó el mismo escenario que el resto de artistas del día, actuó sobre una plataforma ubicada en el área del público, y más cercana al obelisco. El formato de la actuación era el de un directo de música electrónica, en el que hubo pausas y no se siguió una estructura de sesión, algo que dividió al público, por un lado gente encantada con el formato, y por otro lado público que esperaba una sesión de Richie Hawtin y comentaban “Richie no te arrancas…”. Quizá deberían haberse informado de a lo que iban. A pesar de todo, ovación generalizada al acabar, y fans fatales tratando de hacerse una foto con Hawtin cuando bajó de su plataforma, necesitando los esfuerzos de los servicios de seguridad para salir. No había Sónar el jueves por la noche, así que me fuí a comer algo de sushi a un antro oriental de Barcelona, a ver si me hacía rico poniendo una demanda por pillar una infección.
Viernes para la otra parte del Sónar
El Sónar de día del viernes lo aproveché para atender todo lo que no eran actuaciones musicales en el sónar. A primera hora estuve en la presentación de los auriculares SE-MX9 de Pioneer (os lo hemos contado en portada), y tras un pequeño descanso escuchando la sesión de Pina, con capacidad de ponerte las pilas para las horas que eran, me pasé por la instalación unidisplay de Carsten Nicolai. Basícamente se trataba de una enorme habitación alargada a oscuras, en la que en una de las paredes laterales se proyectaban imágenes geométricas básicas, figuras hechas con líneas rectas… con algunos sonidos en ocasiones. No entiendo mucho de este tipo de arte, pero puedo decir que el espacio era bastante relajante y me sirvió en varias ocasiones durante el festival para desconectar un poco. Pero desconozco si algo así era la intención del artista.
A la salida del relajante lugar se representaba a ciertas horas del día Machine Variation, donde los artistas Martin Messier y Nicolas Bernier accionan violentamente las palancas y resortes de madera de una enorme y extraña estructura diseñada por ellos, disparando con ellos sonidos de corte industrial y generando un ambiente de música experimental demasiado ruidista para mi gusto. Aunque reconozco que el público mostraba bastante interés con el asunto.
Pasé después un buen rato en el Sónar+D, visitando algunas de las propuestas de tecnología musical que me parecieron interesantes. De Subpac, Oval, Boom Boom, Patch Blocks y Little Bits ya os hemos hablado en diferentes artículos en portada. Por cierto, iba con toda la intención de comprar un sinte de Little Bits, tenía entendido que tendrían unidades para vender, y me quería volver en el tren experimentando con un minisinte de verdad… pero no pudo ser. Uno de los responsables me explicó que no podían vender nada porque les retuvieron la mercancía para comercializar y para realizar los workshops (que tuvieron que modificar y suspender) en la aduana. Disponían del equipo justo para exponer en Sónar+D, así que nadie podía llevarse nada.
Muy cerca, el campus de Berklee Valencia presentaba tres curiosas propuestas de su Technology Innovation Lab. Por un lado el Orbit Suit, un traje con cuatro controladores inalámbricos Numark Orbit, diseñado por MZTK, la cual allí mismo realizaba demostraciones sobre cómo usar el traje para disparaba muestras de música y controlaba videoproyecciones. Por otra parte, mostraban un sistema basado en Kinect y Max/MSP, que podía detectar los movimientos de un director de orquesta e interpretarlos para marcar el tempo de reproducción de una composición en un DAW. El mismo DAW lo tenían conectado a un robot controlado por Arduino, que mediante unos solenoides hacía sonar unos crotales (discos de percusión) de bronce. El estudio de experiencias interactivas Superbe, de Bélgica, trajo los curiosos minimOm, pequeñas cajitas de madera con un circuito que permite grabar un sample de voz en 8 bits y jugar con el sonido, puedes combinar varias cajitas con diferentes sonidos sampleados y hacer una jam session de samples en 8 bits.
Entre tanta tecnología, reservé un rato para disfrutar del directo de Henry Sáiz. Por primera vez el madrileño se iba a plantar con una banda completa en un escenario para interpretar su trabajo “Reality is for those who are not strong enough to confront their dreams” (precioso título). El sonido electrónico ochentero y accesible de Sáiz salpicó a un público muy entregado, que retroalimentó a una banda que para ser su primera puesta de largo pasó con notable alto un estreno francamente bien preparado. Si esto es el principio de Sáiz en directo con una banda, la cosa puede tornarse imparable. A la salida, me quedé a ver en el Village la actuación de Jessy Lanza, que armada con un par de teclados y un micro refrescó al público de primera hora de la tarde con sonidos electro suaves y bailables, y supo mantener la atención del respetable a pesar de ser la única figura sobre el escenario.
Despacio tenía su peso específico
Tras Lanza, me pasé a visitar Despacio, el club con el soundsystem soñado de James Murphy instalado dentro del Sónar, donde suenan vinilos durante seis horas al día durante el festival. La afluencia de gente a Despacio era enorme, así que la organización limitó el aforo del recinto a 1.200 personas (donde estaba el escenario Sónar Dôme el año pasado) y se permitía la entrada en grupos según iba saliendo la suficiente gente. En el rato que me acerqué, guardabas cola unos 25 minutos para poder acceder, y una vez dentro podías estar el rato que quisieras, tenía incluso su propia zona de barras para no tener que abandonar la zona a por bebidas.
El interior de Despacio era un recinto totalmente forrado de telas negras, con una iluminación muy ténue y sencilla, una bola de discoteca en el centro y una simplista decoración flotante que representaba el sistema solar. Alrededor siete torres de sonido analógico McIntosh construidas ex profeso podían disparar hasta 50.000 watts de placer al interior de la pista. Colocarse en el centro era una sensación abrumadora, el sonido te golpeaba como en cualquier otro club, sí, pero sin estridencias, con un sonido nítido, redondo, nada saturado. Los holandeses 2 Many DJs y James Murphy (que no permitía que se le hicieran fotos, se escondía en cuanto veía móviles apuntando) pinchaban sin parar vinilos de house-disco-funky de su extensa colección usando tocadiscos Technics SL-1200M5G modificados por Isonoe (tienen las fuentes de alimentación externalizadas) y mezclado en un Bozak, con filtros, previos y EQ de Isonoe. Lo único digital del setup es una unidad de efectos Pioneer que montan a veces.
El objetivo de Despacio es tratar de retomar la experiencia perdida de bailar en un club buena música con un buen sonido, olvidándose de la figura del DJ (en el fondo complejo por quienes eran) e invitando a los asistentes a disfrutar del sonido analógico que encandilaba a las masas. Pasar un buen rato con un “cómo mola esta canción y qué bien suena” constante. Os aseguro que los objetivos se cumplían. Y encima me encontré con el hispasónico Senseo. Increible.
Por una serie de compromisos no me fue posible atender muchas más actuaciones durante la tarde del viernes, pude disfrutar un rato de FM Belfast, todo un carnaval islandés de pop electrónico que se metió al público en el bolsillo con rapidez.
La primera noche de Sónar
Primera noche de Sónar en Fira Gran Via (en Hospitalet de Llobregat) y la cosa empezaba bien. Nada más llegar Mr. K! estaba pinchando para los más adelantados en el área Sónar Club. Los pocos que habían llegado y querían música se juntaron frente al DJ barcelonés, que les brindó una buena demostración de técnica y de sonidos muy actuales y bailables. A las 22 horas tenía una cita ineludible, y no era en ninguno de los escenarios principales.
Eme DJ, que ha colaborado con nosotros en varias ocasiones, pinchaba en el escenario Sónar Car, y no me lo podía perder. Marta se enfrentaba a uno de los retos más duros de todos los que puede tratar de afrontar un DJ: abrir un escenario secundario en un festival. Pero no se amilanó, y con la pista bastante despejada Marta pinchó igual que si estuviera frente a 30.000 personas y ni los problemas iniciales que le dió uno de los platos pudieron pararla. Sonidos house y nu-disco con ramalazos pop salían por el brutal soundsystem Void que había instalado (el autofocus de la cámara se volvía loco con la presión sonora), y fueron poco a poco atrayendo a más y más público, que cayeron en las redes de la sesión, brindando su feedback al DJ, creando una espiral de diversión que terminó llenando la pista y sacando una ovación del respetable cuando Marta abandonó la cabina para dar el relevo a Professor Angel Dust (renacido como Angel Sound tras su cacareado paso por prisión), al cual por cierto creo que le pudieron las prisas por poner hits y tardó poco en soltar cosas como el “Your Love”. Pero no me quedé por allí para ver las evoluciones de este señor, me fuí a ver lo que pude del directo de Röyksopp y Robyn. Aunque no soy fan fatal del dúo noruego ni de la cantante sueca, reconozco que la idea del combo me parecía interesante. El pop electrónico que ofrecieron fue bailable y accesible, y su gira conjunta (el Sónar era su primera cita) probablemente será todo un éxito. Estoy seguro de que veremos más Röyksopp y Robyn a lo largo del tiempo.
Por puro error, acabé presenciando el directo de Woodkid… y me quedé un rato a verlo. Canciones épicas aderezadas por la energía de la banda que acompañaba al francés Yoann Lemoine, junto a unas videoproyecciones hipnóticas y espectaculares. De Moderat pude disfrutar poco, su escenario se abarrotó en exceso por un publico que entraba y salía constantemente en grupos de la zona empujando salvajemente y provocando algunas situaciones molestas (¿Moderat no era lo que esperaban?). No lo entendí. Lo poco que mis sentidos pudieron percibir de la actuación de Moderat fue realmente interesante, aunque reconozco que era difícil retener nada en aquel ambiente tan enrarecido. O quizá me tocaron todos los tontos, nunca se sabe.
Tras marcharse los de Berlín se despejó el masivo público que habían congregado, y Alizzz (Cristian Quirante) salió para ofrecer un divertido directo de dubstep que atrapó a los que quedaron. Quedó patente que su popularidad no ha subido últimamente por nada. Aparte de amenizar muy correctamente la espera a la siguiente actuación (casi todos los que rondaban por allí esperaban a Gesaffelstain) demostró que los productores de Barcelona están a la última en tendencias actuales y saben que la gente las pueda disfrutar.
Gesaffelstein el rompecorazones
Tras Alizzz llegaba la hora del directo de Gesaffelstein, nombre artístico del productor y DJ francés Mike Levy, que el pasado año estrenó Aleph, un primer larga duración de techno oscuro marcado por la influencia del new wave y el EBM. El show forma parte de su gira de directos y se me antojaba de lo mejorcito de la noche tras haber escuchado el LP. Gracias a que durante la actuación de Alizzz el público se disipó bastante, me fue fácil conseguir un puesto en primera fila, aunque cuando me quise dar cuenta, estaba rodeado por un ejército de groupies dispuestas a meterte el codo hasta el hígado para tirarte atrás y tener tu sitio para contonearse frente a su ídolo parisino. Llegué incluso a recibir amenazas en idiomas que no conozco.
Gesaffelstein, cargado de una enorme teatralidad, sale a escena vestido de riguroso traje oscuro y camisa blanca abotonada hasta el cuello, se ubica tras un púlpito de acero que le tapa casi hasta los hombros. Los instrumentos o aparatos que usa Gesaffelstein no se ven, quedan ocultos por el púlpito. Levy acciona los controles (o eso parece) y dispara secuencias de los temas de su disco mientras pega cabezazos al ritmo de la música (podría literalmente clavar un clavo con la cabeza). Gigantescas proyecciones acompañan la arrolladora descarga de techno que hace saltar a todo el público. En las pausas un foco perfectamente preparado proyecta un chorro de luz sobre la testa de Gesaffelstein, que mirando al respetable hace un gesto reclamando ovaciones que el público le entrega sin dudar. Fuma sin parar y pega tragos de algo que parece whiskey mientras sus fans gritan “He’s sooooo french!!”. Aunque el directo es brutal la parte final se hace algo pesada y crees estar escuchando lo mismo una y otra vez, y el hecho de no ver realmente qué narices hace este hombre te hace dudar de si realmente hace algo. Algo haría, cuando Richie Hawtin miraba embelesado la actuación desde un extremo del escenario. Para quedarme más tranquilo de que no me hubieran tomado el pelo que no tengo cuando llegué al hotel tuve que averiguar que lleva este hombre para hacer los directos, hasta que encontré esta foto:
Acabamos el viernes con más Techno
Tras Gesaffelstein estuve un rato viendo a Todd Terje en el escenario Sónar Pub, pero apenas me convenció. El noruego defendía un directo en el que simplemente parecía tener un ordenador con las bases de sus canciones, que iban sonando una tras otra, y sobre ello tocaba algunos acordes o líneas melódicas con lo que parecía un Nord Stage. A pesar de que en sus discos Terje es bastante entretenido y divertido, mezclando sonidos pop de aire retro con estructuras electrónicas, en directo resultó poco dinámico, muy pesado a ratos. Así que me marché al escenario Sónar Club a buscar más techno. Allí estaba Richie Hawtin, esta vez sí, haciendo una sesión en formato de DJ digital, con su setup de Traktor, mixer Xone y controladores X1 y Push.
Últimamente a Hawtin le ha caído alguna que otra crítica que le acusa de repetitivo y monótono, pues bien, la sesión que estuve disfrutando hasta las 5 de la mañana no tenía nada de eso. Desde el minuto cero Richie se metió a la pista en el bolsillo con ritmos minimalistas pero energéticos y calculados momentos de tensión musical, sazonado todo por cierto con una iluminación muy trabajada que enriquecía dramáticamente su trabajo. Parece que algo bueno se le ha pegado de participar en festivales junto a estrellas del EDM norteamericano. Digan lo que digan sus detractores, la noche del viernes de Sónar, Hawtin no dió cuartel posible a las críticas negativas. A Loco Dice ya no me quedé a verlo. Otra vez será (y van…).
Recta final de sábado
El sábado por la mañana tuve que atender algunos compromisos profesionales, y no fue hasta pasadas las cuatro de la tarde que pude asistir a alguna actuación del Sónar de Día. A las 16:25 comenzaba la actuación de Rudi Zygadlo en el Sónar Dôme. A pesar de que se le notaban mucho las influencias squarepushernianas, Zygadlo empleaba sonidos actuales que le daban un toque fresco y original, además de darle mayor importancia a los aspectos melódicos. Me pareció un artista a seguir.
Tras ver la demo de controllerism que Pioneer había preparado con DJ Datflex, el dos veces campeón de España de DMC, me encontré con gente del colectivo PDJK (Rosa y Joan, un exalumno aventajado) y estuvimos viendo algo de la actuación del soberbio Kid Koala, que traía un show a base de turntablism, sonido negro, bailarinas (por algo se llama Vinyl Vaudeville 2.0) y control total sobre el público, con el que bajó a cantar y bailar, y al que puso del revés.
Tras Kid Koala pudimos disfrutar un poco de la sesión de DJ2D2, que vino con una buena dosis de sonidos urbanos bailables. Me llevé una pequeña decepción porque me habían hablado muy bien de los visuales que suele llevar DJ2D2 cuando actúa, que los realiza él mismo, pero lamentablemente no llevaba nada esta vez. De allí nor marchamos a ver a Audion, el alter ego más bailable y electrónico de Matthew Dear, que además tiene una especial puesta en escena, ya que actúa dentro de una especie de jaula laberíntica con leds y proyecciones que reaccionan a la música diseñada por Vita Motus Design Studio, creadores de escenografías especiales para gente como Infected Mushroom, Amon Tobin o Nero. El espectáculo de Dear estuvo genial, salvo por unos problemas que hubo con el sonido, que llegaba en ocasiones distorsionado al PA. Por lo demás, un genial espectáculo audiovisual, muy electrónico, muy bailable y muy energético.
En el mismo escenario Sonar Hall seguiría más tarde el show en directo del jovencísimo James Holden. El genio electrónico, acompañado de un par de músicos, demostró que está por encima de estructuras y convencionalismos, y realizó un hipnótico directo en el que fusionaba todo tipo de elementos melódicos y rítmicos de la electrónica actual sin cortarse un duro y gustándose al teclado. El público, encandilado, asistía asombrado canción tras canción a las evoluciones del londinense, brindándole ovaciones en cada pausa del directo. Grande y con todavía más futuro por delante.
Para acabar el último Sónar de Día del año, saboreé los coletazos finales de la sesión de DJ Harvey, que a pesar de llevar toda una vida poniendo discos, sigue igual de fresco que siempre y sin perder la habilidad para sacudir a su antojo una pista de baile, empleando para ello desde house ácido a sonidos disco con pantalón de campana.
Algo de suerte al final
Me distraje mucho y perdí el transporte oficial para el Sónar de Noche. Gracias a que una pareja de desconocidos me ofreció compartir un taxi para asistir al Sónar de Noche, llegué a tiempo de poder disfrutar de Massive Attack. Y encima no me dejaron pagar. Desde aquí mi más sincero agradecimiento.
Los de Britstol, acompañados por una buena cantidad de músicos y cantantes, pusieron en marcha la primera representación del nuevo show con el que salen de gira e interpretan sus viejos éxitos, y digo viejos porque su disco más reciente es de 2010. A pesar de que es una “gira sin disco”, su sonido sigue siendo actual y su repertorio, popularizado entre otras cosas por anuncios, películas y series de televisión, es muy popular. Incluso mucha gente se sigue sorprendiendo de que ciertas canciones sean de ellos. Los elementos visuales de su show, que incluyen la proyección de textos de alto contenido político y social (incluso en sus críticas a la economía se nombraba el coste del abono del Sónar) y que han sido diseñados por Robert del Naja y el cineasta Adam Curtis, refuerzan el clímax sonoro de su música. Sí, he dicho clímax, porque para alguien que se ha pasado gran parte de su vida escuchando los LPs Protection y Mezzanine, disfrutar en directo de temas como Angel (por simplón que sea) es todo un éxtasis.
Tras flipar con mi pasado, me marché a disfrutar del sonido del futuro. El misterioso DJ y productor de trap Uz actuaba en el escenario Sónar Lab. Inexperto que soy del trap, tenía que probarlo de manos de uno de los personajes con más hype del momento, un DJ que oculta su identidad en plan Burial o los Residents, y que ha lanzado montones de temas empleando Soundcloud como medio de promoción. Y la experiencia fue demoledora. Uz, con una técnica muy depurada a los platos, descargó su repertorio de trap energético y melódico, con el que tuvo a toda la pista encadenada a su ritmo. Hilvanó de manera magistral un tema con otro, y consiguió que la gente se revolcara de placer. Mucho baile, mucho perreo y mucho twerking.
Después de Uz me marché al escenario Sónar Car, donde disfruté del final de la sesión de techno de Laurel Halo, que caldeó sabiamente el ambiente para la llegada de uno de los platos fuertes de la noche: Uner.
Final
Uner es actualmente uno de los artistas de techno y tech-house más internacionales que tenemos, con referencias en todo tipo de respetados sellos y sesiones a las que no se les puede poner ni un pero. Además, al de Lleida le encanta la tecnología musical, y no es raro verlo en la presentación de algún instrumentos digital o colaborando en algún libro sobre técnicas modernas para DJs. En Sónar sonó contundente (mucho), convincente, e impecable. Congregó a una buena legión de amantes del techno, que abarrotaron el escenario Sónar Car (creo que había gente bailando hasta dentro de los coches de choque) durante sus casi dos horas de set, y disfrutaron como enanos del groove que emanaba del soundsystem. Uner no dió tregua, reservó para esa noche algunos de sus sonidos más duros e hipnóticos, y el público se entregó a una de las sesiones más electrizantes de la noche.
Me escapé un rato a la pista de al lado para ver la actuación de Chic, cuya popularidad se ha disparado los últimos años gracias al éxito del trabajo que su guitarrista Nile Rodgers realizó con los franceses Daft Punk en dos de los singles de su último álbum. De hecho el show se promocionaba como Chic featuring Nile Rodgers. El directo de la banda de funky era festivo y tenían desde el principio al público metido en el bolsillo. Uno de los puntos fuertes de la noche fue cuando estuvieron tocando temas compuestos por Nile Rodgers para otros artistas, cayeron versiones de Get Lucky (más de uno tardó en darse cuenta de lo que era), Like a Virgin o Let’s Dance. También cayó un divertido medley entre Soup for one y Lady, esta última canción aunque no está compuesta por Rodgers, fue producida usando el loop de guitarra de Soup for one, así que es casi como si fuera suya.
Para acabar la noche, tras el directo de Chic me quedé a ver la sesión de Brodinsky, que por cierto me da que iba un poco bastante puesto el hombre, podía haber pinchado incluso sin equipo. No pasa nada, muchos de sus seguidores iban igual que él, como el turista británico que se divertía poniendo su mano delante del objetivo de mi cámara cada vez que trataba de sacar una foto a Brodinsky. Qué majo. Brondisnky regaló mucha tralla, electro oscuro con influencias de elementos sonoros del bass music y ni una concesión a la pista: bailad hasta caer infartados o no sois de los míos. Pinchó incluso alguna cosa de su amigo Gesaffelstein.
Tras tres días de Sónar las fuerzas flaqueaban y no me iba a quedar a ver a Boys Noize por muchas ganas que tuviera, así que corrí a conseguir un transporte y me despedí de un festival del que destacaría un elemento musical: la fusión. Aunque los géneros tradicionales en la música electrónica siguen existiendo, los nuevos artistas no tienen (por suerte) complejos en fusionar estructuras y sonidos de un género con otros, es el futuro y la única vía para encontrar algo de originalidad. Me encanta que cueste trabajo definir con etiquetas tradicionales (las odio) la música en la que trabaja un artista, y esa dificultad la he tenido muchas veces durante el festival, lo cual creo que es una buena señal. Felicitar por otra parte a la organización del Sónar, por un festival con un cartel, que aunque criticado este año por algunos por carecer un poco de estrellas de primera línea (que expliquen qué se considera ahora primera línea…), refleja fielmente la escena electrónica mundial, y por un funcionamiento impecable tanto para público como para medios.