Escuchando el disco Completo
Que el mp3 y la descarga de música a través de internet cambiaron el panorama de la industria discográfica, no es novedad para nadie y a esta altura ni siquiera es un tema que de para demasiado análisis. Pero la facilidad para acceder a los discos, en teoría a una cantidad ilimitada de ellos, a generado cambios no solo del lado de los músicos y de las disqueras, también ha traído consecuencias para el lado de los oyentes. Al parecer, ese tema es mucho menos discutido, tal vez porque el impacto inmediato es también mucho menos obvio. Pero ¿Como afecta a un fans de la música la posibilidad de tener acceso ilimitado a ella? ¿Puede haber algún impacto “negativo” en la descarga de discos? No voy a entrar en temas legales, que no es para nada el norte de esto. Lo que si me intereza, es el impacto de las descargas sobre la relación música-auditor, la forma en como influyo el mp3 en el escuchar música.
En principio, cualquiera podría argumentar que la llegada del mp3 fue la gloria para los amantes de la música. Antes de eso, conseguir los discos de tus bandas favoritas era toda una odisea, los discos siempre han sido caros y habían cosas que solo se podían conseguir vía importación. Se pueden escribir muchas lineas en torno a esa época pre-mp3, lineas nostálgicas y románticas sobre juntar cada peso para comprar un disco, sobre las copias de cassettes y todo eso. Pero bueno, a lo que quiero llegar es que el mp3 vino a romper esa dificultad para conseguir música. Ahora los discos estaban, solo había que sentarse a escucharlos: La discografía completa de My Bloody Valentine, el perseguido y carisimo Areoplane Flies High de los Smashing Pumpkins, conciertos de Bjork, los discos de Aphex Twin, Can, Belle and Sebastian, the Cure, Dead Kennedys, etc. Todo lo que quería escuchar, lo escuchaba. Pero llegó un momento en que se presentó un problema, una situación imposible de darse antes de la llegada del mp3: La capacidad para obtener música superó con creces a la capacidad para escucharla, y ni que decir de digerirla.
El panorama es similar al de soltar un niño en una pastelería, en primera instancia es un sueño (para el niño) pero las posibilidades de que salga intoxicado son enormes. La saturación musical no fue un problema hasta hace un par de años ¿Que escucho ahora? La pregunta aparecía no por la falta de música, sino por la imposibilidad de elegir entre toda ella. Eso no es poco decir para alguien que vive desde hace años con los audífonos pegados en las orejas. A la posibilidad de acceso ilimitado, prontamente se le sumó la capacidad de transportar todo ese material, y de reorganizarlo a diestra y siniestra. Lo que se fue perdiendo es el hábito de escuchar el “disco” como una pieza, como una unidad. Cada vez más el asunto era escuchar solo tus temas favoritos. Claro, pero sucede por lo general, y sobre todo en la música pop, que solo va quedando lo más fácil de digerir. Yo reconozco por ejemplo, escuchar durante mucho tiempo solo los temas de The Delgados cantados por Emma Pollock, dejando olvidado la otra mitad de los discos. La voz de la Pollock atrapa al instante, dejando relegado a los temas cantados por Alun Woodward, pero no hace mucho, me di cuenta de los pedazo de canción que eran los temas de Woodward. Ahora intento unir nuevamente los discos de Delgados en una audición completa.
Con cientos, miles de canciones, centenas de álbunes ¿Cuanto se escucha de todo eso? La gracia de una gran canción en un gran disco esta asociado con lo que suena antes y con lo que suena después. Supongo que en el orden de las canciones opera cierta lógica. En una lista de reproducción eso se pierde, no soy completamente contrario a ellas, pero creo que no escuchar el disco completo es perderse de algo, vamos, tampoco hablamos de cosas tan tracendentes, pero tengo recuerdos todavía frescos de disfrutar la experiencia de un álbum, una cierta emoción al saber que se aproxima la canción favorita, ese paseo que solía ser escuchar magnificas piezas de música.
Un puñado de canciones excelentes, pero inconexas, no produce el mismo efecto. Es difícil, es un ejercicio, pero cada vez más estoy optando por olvidar que existe ese botón adelantar en el reproductor de mp3, olvidar las listas de reproducción y escuchar la unidad que es un disco, subirse al carro y no bajarse hasta que el paseo concluya.