Ese tipo del espejo.

Una mirada por la ventana, me descubre un pequeño bosque de cemento y de luz. Los coches parecen contenedores de carne viva y fresca, deslizándose por un cinta transportadora camino de algun matadero de almas.

Dejo de mirar a través del cristal y vuelvo la vista a mis dos comañeros. Estamos en mi piso, en la pequeña habitación, donde suelo componer y tocar el teclado.

Marcos ha traído su guitarra acústica, y Enric se ha adueñado de la mía, tras comprobar como mis arpegios de principiante, son a la vez demasiado extraños para ser valorados con frialdad.

Al momento me siento en el kawai k4; un sinte en el que aún no me he metido a fondo, ni con el que tampoco creo que pueda aprender a sintetizar nada decente. Pero las teclas tienen un tacto increíble, y hay un preset especialmente interesante; su sonido me recuerda un poco a una guitarra, más grave y densa; una especie de piano al que le sienta muy bien el chorus del sinte.

Hacía tiempo que no quedábamos para tocar por puro placer. Finalmente optamos en que yo sacaría una melodía con el teclado y ellos me acompañarían, con las guitarras; uno haría la parte rítmica, y el otro intentaría clavar algún solo de bolsillo.

En un par de minutos consigo uná melodía aceptable, y nos pasamos una hora tocando, improvisando, riendo y sobre jodiendo muchas notas. Últimamente (pienso), las cosas van un poco mejor.

Esa tarde me lo pasé bien; aparqué el secuenciador, los libros de estudio, y dejé también atrás mis penas, o tal vez fué que las vi desde una óptica distinta. No sucumbí tampoco a la tentación de fumar hierba, y terminé sereno, pero feliz.

La noche llegó y me cubrí de sonidos y formas, entre una nebulosa de gente que bebía, bailaba, charlaba.

El local no está nada mal, aunque hace tiempo que mi autoestima no progresa mucho y me cuesta estar en un sitio mucho tiempo, sin rebuscar entre mi narcisismo infantil.

Pero el caso es que al terminar la jornada, y volver a casa, acepto con digna resignación y sin lamentos baratos, todo lo acontecido las últimas horas. A veces las cosas sencillas, son más complejas de lo que aparentan. Me prometo reflexionar sobre ello....

Amanece un domingo distinto. Consigo eludir bajones anímicos y a otras criaturas malévolas de mi mente, y de nuevo la noche ha caído sobre mi, y me siento bastante bien, e incluso algo animado.

El lunes todo sigue en la misma linea, y por momentos, pienso en que mi cabeza está saliendo realmente de su oscuro purgatorio. Me fascina el hecho de que yo mismo estoy aceptando mis limitaciones y frustraciones, sin que eso significa sangrar por todo el cuerpo.

Y lo mejor de todo, es que sigo esperando la llegada del "gran día", pero sin prisas, pacientemente; cada día es una pequeña parte de ese "día"; las lineas vitales del destino, se entrecuzan de forma caprichosa, pero siempre hay un sentido detrás, o almenos intento creer eso.

Lunes 30 de enero 18:01 pm. Respiro con lentidud mis 30 años, y mis ojos se iluminan durante un instante. Creo que este tipejo llamado Jordi, puede incluso llegar a sorprenderme algún día.

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