Ludiguer - al loro - alguien me debe 19 meses

El otro día estábamos mi loro y yo hablando de nuestras cosas, ... mi loro y yo hablando. Si hace un año me hubieran dicho que iba a hablar con un loro hubiera pedido que me avisaran un segundo antes de volverme loco, y hoy aquí estoy, con toda la naturalidad del mundo contando mis conversaciones con él sin ningún pudor ni vergüenza, en fin, supongo que reconocer que algo no anda bien en mi cabeza es el principio de la solución, pero no nos salgamos del tema, decía que estábamos hablando de nuestras cosas cuando en una de ésas me dijo, "pues no me cuadra. Si terminaste los estudios cuando dices, empezaste a trabajar cuando dices, y tienes la edad que dices que tienes. Me faltan años. Hay más o menos unos dos años de tu vida en los que no hiciste nada", lo pensé por un momento y le aclaré, "no, a ti te faltan 19 meses que son los que estuve en la mili", "¿la mili?, ¿qué es eso?", me pregunto mi alado amigo con curiosidad, "sí", le expliqué yo, "el servicio militar, que en mis tiempos era obligatorio", entonces él me miró y me dijo, "y ¿cuándo lo hiciste?", "pues como casi todos", le respondí, "al acabar los estudios", tras esta respuesta me miró con un gesto de extrañeza y me dijo, "¿dices que al terminar los estudios os obligaban a ir al servicio militar?, ¿y cómo funcionaba aquello?, ¿alternabais lo que habías estudiado con asuntos militares?", subí la mirada hacia su jaula sin saber si reír a carcajadas o simplemente reír, y optando por lo segundo le contesté aún con la sonrisa en mi boca, "pues más bien no. Terminabas tus estudios y entonces hacías un paréntesis para hacer la mili de un año en el mejor de los casos, o de 18 o más meses si te tocaba en la marina o eras voluntario, como era mi caso", "¡ah bueno!", me contestó aliviado, "dices que era obligatoria, pero tú te fuiste voluntario", al oír esto rápidamente interrumpí, "no, no te confundas. Mi voluntariedad no fue una elección entre ir o no ir, yo fui voluntario para ir antes y al sitio que yo eligiera. Pero de haber podido elegir entre ir o no ir, ten la seguridad de que no hubiera elegido ir", me miró extrañado y preguntó, "¿y qué hacíais allí?, "¿Que qué hacíamos allí?", le dije mientras procuraba que las ideas no se amontonaran a la hora de salir, "pues tareas tan variopintas como pegar tiros, apagar incendios, pintar paredes, limpiar lavabos, descargar muebles o coger hojas de morera para los gusanos de seda de un brigada, eso de manera light y casi siempre con el agravante de estar a muchos cientos e incluso algunos a más de mil kilómetros de su familia y seres queridos, y algunos otros se llegaban a jugar la vida y en ocasiones hasta la perdían viajando en vehículos descangayados, haciendo maniobras con materiales de deshecho o cumpliendo órdenes de incompetentes, por citar unos ejemplos”, tras oír mi explicación con interés me dijo con rotundidad, “pero eso no se paga con nada. Tendríais unos sueldazos tremendos, ¿no?”, entonces, cambiando la expresión de mi rostro y con tono de decepción le dije, “pues exactamente eso debían pensar, que todo aquello no se pagaba con nada, porque prácticamente nada era lo que nos pagaban”, aquello llamó la atención de mi plumoso compañero de diálogo ya que repitió, “¿qué apagabais incendios, pintabais, lavabais y os jugabais la vida por nada?, no me lo creo, a qué llamas tú ’prácticamente nada’”, entonces alcé la vista hacia su jaula y mirándole a los ojos le dije, “pues yo llamo ’prácticamente nada’ a 727 pesetas al mes que cobraba de soldado y a mil y poco de cabo, que ni te lo cambio a euros para evitar la vergüenza“, entonces me siguió mirando con extrañeza y me dijo, “pero entonces, si hacíais todo lo que dices que hacíais y a ese precio, los profesionales os deberían tener mucho aprecio en agradecimiento por toda vuestra ayuda a tan bajo coste, ¿no?”, entonces me medio sonreí y con toda la ironía de la que disponía en aquel momento le respondí, “claro, claro. El trato era exquisito, una calidad humana, una psicología, unas ganas de agradar en la mayoría de ellos. Aún recuerdo una gratificación recibida de un teniente a modo de patada en la mano, porque en posición de firmes mi pulgar izquierdo no tocaba la costura del pantalón. Y había obsequios mayores lo que pasa es que yo sólo me llevé ése“, “o sea, que tampoco“, me respondió al momento captando el sarcasmo, para seguir preguntado, “entonces, el alojamiento si que era bueno, ¿no?, ¿estabais en un balneario o algo así?”, “o algo así”, le contesté echando mano de la burla de nuevo, y le seguí contando, “mi segunda residencia después de haber llegado a mi destino, era un barracón viejo alejado de todo, y mi primera cama una litera chirriante con un el colchón de espuma el cual estaba ornamentado con amplias manchas de a saber qué, y unas incrustaciones de fragmentos de madera, que nunca lo había pensado, pero ahora que dices lo del balneario, seguro que los pusieron a propósito para activar mi riego sanguíneo o algo así, y todo ello con el añadido de que mi sábana bajera, entiendo que para que los trozos de madera cumplieran si misión, tenía un desgarro de no menos de 60 centímetros lo cual tenía un doble efecto. Por un lado te hacía estar en contacto con tan flamante colchón toda la noche, y por otro, a la hora de hacer la cama y doblarla la convertía en un ser indomable, gracias a lo cual fui obsequiado con mi primer arresto”, mi plumoso amigo seguía con su cara de extrañeza y continuó, “pues la comida. Al menos la comida tendría que ser de calidad”, “hombre”, le respondí, “si hay algo que ha caracterizado la mili desde que existe, esto ha sido su buena comida, el rancho que se llama allí. Además tiene su lógica, primero el cariño con el que se hace, segunda que no se escatima en gastos, tercera que estaba hecha por verdaderos profesionales, y cuarta, que el cocinar para 600 ó 700 personas a la vez siempre es garantía de éxito“, oyendo esto mi loro se subió al techo de su jaula y desde allí me dijo, “no lo entiendo, ¿había algo bueno en todo aquello?”, yo le miré fijamente y le dije, “claro. Que nos hacía hombres”, se bajó del techo de un salto y me dijo, “eso lo explica todo. Era una especie de ’androfactoría’, ¿no?”, “androfactoría”, repetí yo, “sí, ahí has estado gracioso. Lo primero que me viene a la cabeza al oír esto es una fila de chavales vestidos de paisano con la entrepierna vacía, y tras pasar por una cadena de montaje salen vestidos de verde y con sus atributos masculinos colocados. He de admitir que has estado agudo”, pero mi plumosa mascota no se inmutó por mis halagos, y siguió con sus preguntas, “¿y a las mujeres también las hacía hombres?”, “no hombre”, le contesté yo, “las mujeres no hacían la mili entonces”, al escucharme decir eso se fue hacia su recipiente de pipas, cogió una se la comió, vino nuevamente hacia mi y me preguntó, “¿las mujeres no iban al servicio militar?”, “no”, le respondí, y mirándome me preguntó en voz baja, “¿y eso no es una forma como otra de discriminación?, entonces pensé un momento y le contesté, “pues yo no digo que las mujeres no hayan sufrido y sufran discriminaciones, pero si de igualdad hablamos, yo creo que es justo admitir las de todo el mundo, y esto lo era, nosotros terminábamos los estudios y perdíamos un año o año y medio antes de poder empezar a trabajar y ellas no. No se trata llegar a la igualdad a base de compensar injusticias sino de acumular cosas justas”, “pero entonces sigo sin entender cómo se aceptaba aquello y nadie hacía nada por mejorarlo. No entiendo cómo hacíais lo que hacíais y ahora no queda nada de aquello. Como si no lo hubierais hecho, ¿no?”, “me paré un momento a pensar y le respondí, “pues ahora que lo pienso, también tienes razón. Pero lo cierto es que existe un colectivo entre los cuales me incluyo, que acabamos padeciéndolo todo. Somos muy mayores para tener las ventajas de los jóvenes, pero tenemos poca edad para acogernos a las de los más mayores, debido a nuestro modo de trabajar nos duele la espalda demasiado para decir que estamos bien, pero poco para recibir una paga, como estamos en nómina, estamos demasiado controlados y todo el mundo sabe que cobramos mucho para conseguir ayudas y subvenciones, pero no lo bastante como para llegar a fin de mes holgadamente, y éramos jóvenes y fuertes cuando la mili era obligatoria y ahora que no lo es, pues somos lo que queda de aquello, así que ahora que estamos en época de reivindicaciones y memorias históricas, se me ocurre pedir lo que creo que es mío, y ya que empecé el servicio un 15 de abril y lo terminé un 19 de noviembre del año siguiente, alguien me debe 19 meses. No sé si de salario, de seguridad social, de antigüedad como funcionario, o de lo que quieras o de todo a la vez, pero insisto. Alguien me debe 19 meses”, mi loro me miró y me dijo, “eso, y con lo que te den me compras una jaula más grande, que también me la debes”.

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