Ludiguer - al loro - amigos para casi siempre
Esta tarde hemos salido a dar una vuelta por el centro. Al llegar a casa yo me he puesto cómodo antes que el resto, he ido al salón a sentarme un rato a descansar. Como de costumbre he saludado a nuestro loro, y me ha parecido que él no me ha contestado con la alegría de otras veces, aunque tampoco le he dado mucha importancia. Pero cuando después de unos minutos aún no había abierto el pico, he empezado a preocuparme, así que le dije: “Estás muy callado esta tarde. ¿te pasa algo?”. “Pues nada”, respondió él, “que hoy se ha posado en el balcón un gorrión y me ha traído un mensaje de una cotorra con quien compartía jaula en la pajarería”. Entonces yo, viendo como él estaba le pregunté que si le había traído malas noticias, y me contestó negativamente. “Y entonces, ¿por qué estás así de serio?, ¿Había algo entre vosotros?”, le pregunté, y él rápidamente contesto: “no, no, en absoluto. Éramos meros compañeros de tienda”. “Bueno. Pues no entiendo tu tristeza”, le dije yo, y él entonces continuó diciéndome: “Pues más que triste estoy un poco desilusionado y decepcionado”. Al oír esto me quedé mirando a mi plumoso compañero y le dije que cada vez lo entendía menos. “¿Recibes noticias de alguien que conoces y encima estás decepcionado?, Normalmente me cuesta entenderte, pero hoy si que no te sigo”. Y mi loro entonces me contó la historia. “Pues resulta que antes de estar en el centro comercial donde nos conocimos tú y yo, yo estaba en otra pajarería. Y la mayoría de los pájaros que allí estábamos, incluidos esa cotorra y yo, éramos mucho más que compañeros de tienda. Siempre estábamos contándonos cosas, ayudándonos en lo que podíamos y pasando muy buenos momentos, ya te digo, como si nos conociéramos de toda la vida. Pero como había cosas de esa tienda y sus dependientes que no nos gustaban, un día decidieron que iban a llevarse a algunos de nosotros a la otra tienda, y yo me hice de notar para que se fijaran en mí y me trasladaran”. “Ah claro, y ahí es donde se perdió el contacto”, le dije yo. “No, en absoluto”, continuó él, “luego seguimos viéndonos en vacaciones ya que cerraban una de las tiendas y nos juntaban a todos en la otra, y allí seguíamos como siempre, y luego nos mandábamos gorriones con mensajes, y todo era muy divertido”, “Bueno, pues aún no sé dónde está el problema”, le volví a insistir. “Pues muy fácil”, me dijo él., “resulta que un día me pasó algo muy triste, y todos aquellos que tanto parecía que hubieran hecho cualquier cosa por mí, en mi peor momento desaparecieron, y pasaron de ser periquitos, loros y cotorras, a ser todos como avestruces escondiendo la cabeza”, al oír esto y por quitar algo de hierro al asunto le pregunte si sus antiguos compañeros sabían lo que le había pasado, y él me dijo que “por supuesto, además, esas noticias se transmiten a la velocidad de la luz”, “Sí, volando”, le iba a decir yo, pero no me pareció oportuno bromear en ese momento, así que intentando consolarle le traté de explicar que a veces y ante un hecho triste, la gente, y sobre todo los no allegados, solían dejar pasar un tiempo prudencial. Entonces se acerco al recipiente de su comida y empezó a comer pipas, lo que me hizo pensar que la conversación había terminado y todo estaba resuelto, cuando tras liberarse de la cáscara de la quinta o sexta pipa, me miró y me dijo “¿Tres años y ocho meses es un tiempo suficientemente prudencial?”. Ahora habría sido yo el que hubiera comido pipas de haber estado en la jaula, pero como no estaba, tragué saliva y le dije: “Hombre no. Yo me refería a tres o cuatro semanas, ... pero mira, hay gente a la que ante una adversidad le falta el coraje para afrontarla y dar la cara. Entonces se esconden, y esperan a que el asunto se enfríe y se olvide, y ...”, y entonces me interrumpió él, “...y ellos evitan el mal trago, y poco a poco esperan que todo sea como antes. Y eso con algunos funciona, pero ...”, “pero contigo no, ¿verdad?”, dije terminando la frase por él. “Pues no.” continuó, “porque si como dicen los ingleses, -un amigo en la necesidad es un amigo de verdad-, ¿qué es aquel que en la necesidad se esconde y mira a otro lado?”, “difícil pregunta y más difícil respuesta”, le dije yo tratando de ganar tiempo antes de contestar. “Bueno, pues quizá sea un amigo, pero con un grado de cobardía superior al esperado o deseado, ¿no crees?”. “Claro” continuo mientras se colgaba cabeza bajo en la jaula, “pero para compartir mis buenos momentos me es muy fácil encontrar compañeros, lo difícil y meritorio es estar en los malos.“, me argumentó mientras seguía paseando por el techo de su jaula. Entonces yo pretendí quitar importancia al asunto y le dije que tampoco le diera más vueltas a la cosa, y que si volvía a saber de ellos que los tratara como antes. Entonces él rápidamente bajó del techo y me dijo: “Pero por respeto a los que sí estuvieron conmigo no sería justo meter a todos en el mismo saco”, “Creía que todos te habían fallado”, le dije yo, y el sin dejar pasar ni un segundo me explicó que “hubo dos ex compañeros, Mr. Happy y Sunday, que pese a ya no estar en la antigua tienda, y estar cada uno por un sitio, sí me mandaron gorriones y palomas para preguntar cómo estaba yo, y aún luego hemos seguido manteniendo el contacto, y hubo otros con los que había desaparecido la relación, y que sí se preocuparon por mí y ahora vuelvo a tener amistad con ellos. Pero el resto, y pese a que la mayoría seguían en la antigua tienda, y hacer algo así en grupo parece menos violento que de manera individual, ninguno dio muestras de preocuparse por mí, ni ellos, ni otros que conocía de antes y que también se llamaban amigos. Como mucho, la cotorra de hoy, que encima me dice que no se había puesto en contacto conmigo porque como sabía que yo estaba mal ... Pues si me hubiera tenido que recuperar con la ayuda de toda esta gente estaba apañado, ¿no te parece?”. Entonces yo me levanté y le dije: “voy a prepararme un café. ¿Quieres más pipas?”