Ludiguer - al loro - hermanos de leches
Hermanos de leches
Como ocurre muchos sábados por la noche, parte de la familia ve la tele desde la cama en el dormitorio y el resto se queda viéndola en el salón, y este sábado fui yo el que se quedó levantado viendo el partido de fútbol y disfrutando de la compañía de mi loro, que se encargaba de amenizar la narración de las mejores jugadas con el crujido que hacían las pipas al ser rotas por su pico. Y así, pipa a pipa llegamos al descanso, momento en el que aprovecho mi multicolor acompañante para preguntarme, “¿alguna vez has visto un partido en el que no quisieras que ganara ni perdiera ninguno, no pudieras animar ni a uno ni a otro, y la única manera de que quedaras contento era que no se celebrara ese partido, pues cualquier resultado te perjudicaba?”. Al oír esto me quedé pensando, y le dije, “pues, he visto muchos partidos, pero ahora mismo no creo que haya estado en esa situación. ¿Tú sí?”, “más o menos”, me contestó, “pues cuenta, a ver si yo también he estado así y no me acuerdo”. Entonces él me contó, “yo tengo un hermano mayor con el que sólo comparto el padre, y con él siempre he tenido una buena relación, aunque algunas buenas broncas también”, “bueno, son cosas de hermanos“, añadí tratando de quitar hierro al asunto, “y la consecuencia de pasar mucho tiempo juntos, me imagino que también influía”, apostilló mi mascota, para continuar diciendo, “él fue obviamente el que cuidó de mí cuando yo era un polluelo, me alimentaba, me enseñaba cosas, pasaba conmigo largos ratos y a mi me gustaba que los pasara”, entonces yo cuando le oí decir esto le miré y le dije, “ah, ya sé“, “que ya sabes, ¿qué?“, me pregunto intrigado, “pues que ya sé”, continué explicándole “que esta historia va a acabar en que tú me dices que va a venir tu hermano a hacernos una visita o algo así y que tengo que comprar más pipas y otra jaula, ¿no?”, “no”, me dijo retrocediendo un par de torpes pasos de los suyos dentro de su jaula, “y no me interrumpas que no me va a dar tiempo a terminar”, ante tal reproche, me callé no sin antes decirle, ”de acuerdo, continua”, y continuó, “y también tengo uno pequeño con quien comparto madre”, “es decir, que entre ellos no hay ningún lazo de sangre”, saqué yo como conclusión, “efectivamente”, me confirmó, y sin dejar pasar más tiempo empezó a decirme, “y cuando él nació, yo ya era lo suficientemente mayor como para cuidar de él, como mi hermano el mayor lo había hecho conmigo”, “¿y le cuidaste?”, pregunté con curiosidad, “ya lo creo”, me contestó, “entonces era yo quien estaba deseando estar con el pequeño para cuidarle, enseñarle cosas y disfrutar de su compañía”, “¿y él mayor?”, pregunté, “¿qué papel representaba en todo esto?”, “pues ahí estaba el problema”, me confesó cabizbajo y resignado, “que de repente empezó a ver a mi hermano pequeño como una especie de rival que le estaba arrebatando algo que había sido exclusivamente suyo durante mucho tiempo”, “pero eso no era así”, conteste yo, “al menos entre lo humanos occidentales no es así”, “no, ni entre los loros”, me aclaró, “además, no tenía en cuenta que cuando él se dedicó a cuidarme, también su hermano mayor tuvo que compartirlo conmigo, pero siempre ha sido así”, “total, que el conflicto está servido”, añadí yo a su comentario, “pues sí”, afirmo mi multicolor mascota, “y la cosa aún fue mejor conforme mi hermano pequeño crecía, ya que poco a poco se fue dando cuenta de las cosas que hacía el mayor para ganar mi atención”, “¡ah sí!”, le interrumpí yo, “y ¿qué hacía?”, “pues hacía esa serie de cosas que también y tan bien hacéis las personas cuando queréis tener a alguien cerca, como hacer ver que te necesitan, pero que ya se las arreglarán sin ti, diciéndote que no te preocupes que no necesitan nada, o recordarte lo que ellos fueron para ti y ahora el pago que tu les das. En fin, ya sabes, cosas de esas que sin ser una bronca de gran calibre, te va haciendo mella porque siempre crees que te has dejado algo por hacer. Mis días eran igual de largos que los del resto, y aunque sin descuidar al mayor, pero en ese momento mis obligaciones estaban con el pequeño”, “así que te tocó repartir el tiempo”, le dije yo, “me toco repartir el tiempo”, me explicó él, “pero siempre lo repartía mal, porque era imposible tener contentos a los dos. Llegó un momento que si estaba con el mayor, cuando llegaba con el pequeños tenía problemas, y si estaba con el pequeño, era el grande el que se sentía desatendido. Mi cabeza era un conflicto constante, pues todas las alternativas terminaban volviéndose en mi contra”, “¿y qué hiciste para arreglar aquello?”, le pregunté con curiosidad, “bueno”, me continuó explicando, “pues se me ocurrió la brillante idea de intentar hacer cosas los tres juntos, mis dos hermanos y yo, para ver si así estando con los dos a la vez ninguno me reprochaba el que no les dedicaba el tiempo suficiente”, “¿y funcionó?”, volví a preguntar con la necesidad de saber la respuesta, “en absoluto”, me confirmo sacudiendo su cuerpo, “eso fue aún peor, porque los gestos se sucedían y la tensión en algunos momentos casi se podía cortar. Y luego venían los reproches de que a él le has dado antes no sé qué, y los ¿por qué tu hermano me ha dicho esto o lo otro?, ¿por qué cuando él ha dicho esto tú no le has contestado lo de más allá?, lo dicho, otro conflicto mayor”, “entonces”, seguí preguntando, “¿cuál fue tú nuevo plan?”, “pues mi nuevo plan”, me explico, “teniendo en cuenta la poca voluntad de entenderse por parte de mis hermanos, los malos ratos que yo pasaba ya que los dos seres en la tierra que se suponía más me querían y que mejor me lo tenían que hacer pasar, eran los que conseguían que al final del día me viera en un callejón sin salida y sin vuelta atrás, así que decidí que ya que no podía arreglarlo, me salía de tema, que hicieran ellos lo que quisieran y yo ni escuchaba a uno hablar del otro ni al otro hablar del uno. No solucioné el problema, ni arreglé nada con eso, pero al menos conseguí que muchas cosas no me importaran y ni me implicaran, al menos me permitía no llegar a la noche agotado mentalmente y al borde de la depresión”, total, que oyendo todo aquello se me ocurrió decirle a modo de conclusión pues ya empezaban a salir los jugadores del vestuario para empezar con la segunda parte del partido, “resumiendo, que aún te hicieron un favor el día en que te capturaron y te trajeron aquí para venderte en una tienda”, entonces él expulsó una cáscara de pipa que se acababa de comer, se acercó a los barrotes de su jaula y me dijo con tono susurrante, “¿Si te digo algo prometes no enfadarte y no ponerme el capuchón?”, yo asentí con la cabeza y el siguió, “es que no tengo hermanos, ya nací en cautividad y todo esto lo he inventado para hablar un rato contigo durante el descanso. Todo esto simplemente se me ha ocurrido después de ver una película esta tarde y yo luego he hecho mi propia adaptación”. Me giré sin saber qué decir y continué viendo el partido.