Ludiguer - al loro - historia del burro soez y el perro
Historia del burro soez y el perro pastor
Ayer por la tarde me senté un momento en el sofá a descansar esperando que se hiciera la hora de empezar con los preparativos de la cena, cuando nada más sentarme, mi descanso se vio interrumpido por la dulce voz de mi loro, “¿te puedo contar una historia?”, “no”, le dije yo, “es una historia de animales, creo”, me insistió, “bueno, si crees que es de animales”, le contesté, “entonces no”, así que mi plumoso compañero fue a su recipiente de pipas, cogió una con el pico, y cuando terminó de comérsela me dijo, “imagínate que en un pueblo hubiera un campesino que tuviera en una granja varios animales, y entre ellos un perro pastor y un burro”, “o sea, que me la cuentas, ¿no?”, le pregunté resignado, pero él ni caso, así que continuó contándome, “entonces imagínate que una mañana al levantarse el campesino se encuentra el establo totalmente desordenado, ¿quién crees que ha sido?”, “pues no sé”, le contesté sin mucha ilusión, “¿el campesino?”, entonces puso un gesto de mal humor y me dijo, “¿cómo va a ser el campesino?, ¿qué hace?, ¿lo desordena por la noche para tener que ordenarlo por la mañana?, no tiene sentido”, “bueno, pues la campesina. ¡Yo que sé!”, pero mi respuesta volvió a contrariar a mi mascota y me dijo con tono agrio, “¿quién va a estar en el establo?, pues el burro. Él fue quien lo desordenó, y a la mañana siguiente en el pueblo todos hablaban de aquello, sólo que había gente que recriminaba la actitud del burro, aquellos que no recomendaron su compra y otros que la justificaban, aquellos que sí la recomendaron. Pero al poco tiempo, un día paseando por el pueblo, el burro se escapó causando varios destrozos a su paso. Esto pronto se supo en el pueblo, y nuevamente unos reprobaron al burro y otros lo respaldaron”, “pues ¡vaya joya de burro!, ¿es autobiográfica la historia?, ¿me estás queriendo decir que has roto algo y no sabes cómo?”, le comenté burlonamente, “No”, me contestó al momento, “tiene algo de biografía, pero no es la mía. No me interrumpas y déjame que siga, porque días más tarde su dueño se lo llevó al campo y cuando volvían tiró a propósito la carga que traían, y por supuesto las opiniones al día siguiente eran opuestas entre los que estaban a favor y en contra de él, aunque algunos de los que en un principio estaban a favor ya empezaban a no opinar o a hacerlo en contra cuando hablaban con los más allegados”, “pues ¡vaya burro!, ¿no?”, le comenté, más por intervenir en la conversación que por interés en ésta, “¿la moraleja cuál es?, ¿cómo vender a un animal inservible?, ¿me estás dando ideas?”, “no, por supuesto que no, además, yo no soy inservible”, me replicó con un gesto de verse por un momento con una etiqueta y un precio colgando del cuello, “atiende que te estás perdiendo“, me recriminó y siguió contándome, “poco tiempo después, una mañana aparecieron algunas gallinas propiedad del campesino malheridas por todo el corral que había junto al establo, y por supuesto, a la mañana siguiente todo el pueblo supo de lo ocurrido, y por supuesto volvieron las opiniones dispares. Los que ayudaron al campesino a elegir al burro seguían defendiéndolo diciendo que la sucesiva provocación de las gallinas le ha obligado a adoptar esta medida, por supuesto los que estaban en contra del burro, seguían opinando que su elección fue un error, pero además, había un tercer grupo que empezaba a decir que aquello era más propio de haber sido hecho por el perro que por el burro, aunque todos sabían que el perro pastor dormía a los pies de la cama de su dueño y no tenía acceso a las gallinas, mientras que el burro sí”, en ese momento me giré hacia mi multicolor animal y le dije, “oye, ¿quedan muchos animales por salir?. Es que no veo a dónde quieres llegar, y esto empieza ya a tener demasiados personajes para mi gusto y ya no sé si el perro es dueño del amo o las gallinas son las dueñas de los campesinos. Intenta ir abreviando si puedes”, entonces él me miró y me dijo, “mira, la historia es como es, y no se puede ni alargar ni acortar, así que déjame seguir”, tomó aliento y continuó, “otra noche mientras dormían, se empezó a oír alboroto entre las ovejas que compartían el establo con el burro, así que el campesino le levanto sobresaltado y acudió al establo, donde se encontró a parte de su ganado con heridas y mordiscos, y como es normal, a la mañana siguiente e incluso varios días después, el asunto del burro era el protagonista en todos los mentideros de la zona, y no había corro de vecinos que no tuviera como tema de conversación las aventuras de lo que llamaban ya el burro soez, que por supuesto, siguió haciendo de las suyas, durante los cuatro años que lo tuvo que soportar”, entonces yo le interrumpí y le dije, “¡Que curioso!, cuatro años, como los mundiales, las olimpiadas, y como, ...como, no sé, me suena otra cosa que es cada cuatro años, pero ahora no caigo, ¿Y por qué tenía que soportarlo cuatro años?”, entonces él me miró y me dijo, “porque era el tiempo que necesitaba para ahorrar el dinero suficiente para comprarse otro. Unos años podía comprar tierras, con lo que sacaba de éstas, otro año compraba ganado, con lo que le daban las tierras y el ganado, tenía para poder abastecer otras necesidades y algún pequeño capricho durante el siguiente año, y a los animales de trabajo les tocaba al siguiente, era la única manera de no arriesgarse a caer en la ruina”, “muy organizado y calculador el campesino, ¿eh?”, le comenté, “pero aún no me has dicho que se decía de las últimas fechorías del burro soez”, “pues lo de siempre”, añadió, “los que lo habían elegido, que todo lo hacía por el bien de la granja, y que si lo hacía era como respuesta a las provocaciones de los demás; los que nunca lo vieron como solución a las necesidades del campesino, seguían diciendo que no era bueno, y que más le valdría intentar quitárselo de encima y comprar el que ellos le aconsejaban, y además cada vez aparecían más que admitían que lo que hacía el burro no estaba bien hecho e incluso empezaban a reconocer que había sido un error la elección de aquel animal, pero aún seguían empeñados en que aquello que hacía el burro soez nos hubiera extrañado menos si lo hubiera hecho el perro pastor, el cual siempre había sido fiel a su amo, pacífico y jamás había dado ninguna muestra de violencia o agresividad. Pero sabes que es lo que más dolía al campesino?”, “por supuesto que lo sé”, le dije yo con confianza, “¿la espalda al final del día?”, “no“, me contestó de forma tajante, a lo que le seguí diciendo con sorna, “ya sé, lo peor para el campesino es saber que tiene un animal inútil en casa y que no encuentra la manera de deshacerse de él. Me lo vas a contar a mí que sé lo que es eso”, “no, hombre no”, me dijo contrariado, “me refiero de las opiniones de sus paisanos”, “pues no sé”, le dije con tono dubitativo, “¿la de los que le mal aconsejaron y aún seguían defendiendo que aquel burro era bueno?”, “pues no”, me respondió de forma rotunda, “no porque el campesino pensaba que unos por el orgullo de no admitir el error, otros porque su ceguera les impedía ver más allá y otros porque algún interés tendrían en esa compra, al fin y al cabo defendían algo que por un motivo u otro de los anteriores les convenía defender”, “pues no sé”, le comenté, “¿cuál?”, entonces mi loro se acercó a los barrotes de su jaula para estar lo más próximo a mí posible y me dijo, “lo que más le molestó fue la opinión de aquellos que viendo el comportamiento inadecuado del burro, y sabiendo que todos aquellos destrozos no los había hecho el perro pastor sino el burro soez, siguieran comentando que todo aquello no les hubiera extrañado de haber sido hecho por el perro, pero que del burro les resultaba extraño, en lugar de tener la valentía de admitir que el burro es malo y fue una equivocación el elegirlo, y ya está , y no querer hacer ver que ha hecho algunas cosas mal, pero que al final todos los animales son malos y también otros animales hicieron antes cosas malas y en mayor cantidad,”, “como aprender a hablar”, le dije yo con tono burlón, pero como no podía ser de otro modo, no me hizo ni caso y siguió explicándome que, “eso no es más que legitimar lo incorrecto. Si este burro ha herido a diez ovejas, debe ser el único responsable y pagar por las diez ovejas heridas y no vale argumentar que sí, que es cierto que ha herido a diez, pero que otro animal hace unos años hirió a once, porque así damos permiso a cualquier otro animal a herir a menos de once ovejas que es donde dicen dejó el listón este último animal”, al oír esto miré a mi loro y le dije, “a eso solemos llamarlo -y tú más- que viene de las peleas entre niños que como carecen de argumentos para discutir, simplemente basan su defensa en decirle al otro que es más, sin reparar en qué es lo que se ha dicho”, “pues eso es lo que pasaba en aquella localidad”, me dijo con un cierto tono lastimero, a lo que yo le pregunté, “oye, pero hay cosas de esta historia que me llena de curiosidad y me gustaría que me aclararas. Las ovejas heridas... ¿qué hacían con ellas?, ¿las curaban y seguían dando leche?, ¿o las mataban y se las comían para celebrar que sólo habían resultado heridas y con la lana le hacían un suéter al burro? ”, y al decir esto me levanté para ver qué había para cenar.