Ludiguer - al loro - hoy también te echo de menos

Tras estar un buen rato dando vueltas en la cama, y para evitar despertar con mi insomnio al resto, he decidido levantarme y encerrarme en el salón a oír algo de música. He ido sigiloso hacia el sofá, pero al pasar por delante de la jaula de mi loro, su aterciopelada voz me ha dicho, “¿Quién eres?”, “Tsssssch, soy yo”, le respondí en voz baja, “pero no grites que aún no es hora de levantarse. El resto aún duermen”, “¿y tú no?”, me preguntó, “no, no tengo más sueño”, le respondí, “yo tampoco”, me dijo él. Así que fui a su jaula y ya que los primeros rayos de luz empezaban a entrar a través del cristal del balcón, le quité el capuchón. “¡Qué cara tan mala tienes esta mañana!, ¿no?”, me dijo mi observadora mascota al verme, “llevo un rato despierto, y lo que he dormido, tampoco lo he dormido muy bien”, le aclaré, “¿Qué te pasa?”, me pregunto con interés, “Pues no sé”, le empecé a explicar, “es una sensación extraña que está casi permanentemente en mí, que me hace de vez en cuando no dormir bien y tener sueños tristes, o quedarme a veces como ausente. Es como esa molestia que uno tiene, que parece que no notas, pero que determinados movimientos te recuerdan que está ahí”, entonces mi mascota me miró y me dijo, “si me quieres contar algo, hazlo, pero no sé de qué estamos hablando”, “pues es como si notaras que hay algo nuevo dentro de ti, pero en cambio te falta algo que es eso mismo que en ti notas nuevo”, le intenté aclarar a mi confuso amigo multicolor, pero me temo que no tuve mucho éxito, pues me dijo, “mira, de verdad que si quieres contarme algo, adelante, pero no soy capaz de coger el hilo de esta conversación”, entonces me senté en el sofá, tome aire, miré hacia la jaula y le dije, “Vamos a ver cómo te lo explico. Por ponerte un ejemplo cotidiano y salvando las distancias, imagina que durante toda tu vida has tenido una botella del mejor vino, y esa botella la enseñabas a todo el mundo, la mirabas y contemplabas, ibas con ella de viaje, y ocupaba un lugar de privilegio en tu casa. Era una parte más de tu vida. Pero un día, por circunstancias de la vida te das cuenta de que el vino de esa botella se está deteriorando, y lo está haciendo de tal modo que ves que no hay marcha atrás, y el día menos pensado o se rompe el cristal o se le sale el corcho, pero es irremisible el hecho de que cada día que pasa es uno menos que te queda con tu apreciada botella de vino, haces todo lo posible por salvar a ese vino, pero el corcho cada día se sale un poco más, hasta que una tarde oyes un ruido, y cuando te acercas al botellero te encuentras la botella con el tapón quitado y tu vino desparramado por todas partes. ¿Vas viendo a lo que me refiero?”, entonces se le iluminaron los ojos, y con un gesto de confianza me dijo, “No. Pero sigue. Necesito ver cómo sales de ésta”, “pues muy fácil”, continué explicándole, “En ese momento asumes que has perdido tu vino, y que ahí acabó todo, pero desde ese día y sin saber cómo ni porqué, empiezas a notar que muchos alimentos te saben a ese vino, su olor está en múltiples lugares, y sobre todo, notas en ti una energía y vigor que sin poder explicarte cómo, te hace tener la certeza de que ese vino está dentro de ti y te sirve de motor en ciertas facetas de tu vida. ¿Lo entiendes ahora?”. Entonces mi loro me miró y me dijo, “lo del vino sí, lo de la fuerza casi, lo del corcho no, y ¡qué demonios!, lo del vino y lo demás tampoco. De verdad, me acabo de despertar y estoy bajo mínimos, si me quieres contar algo y ha de ser ahora, hazlo pero no esperes que te entienda”, “pero si es fácil de entender”, le insistí a mi mascota casi durmiente, “la cosa es que a veces digo algo y mi voz me suena a la suya, cojo algo o enciendo una luz y en vez de mi mano, veo la suya, y si encima llevo puesta alguna camisa o suéter suyo el efecto se multiplica, por otro lado, noto como si de algún modo decisiones importantes o hechos relevantes en mi vida se vieran inevitablemente abocados hacia la mejor opción, y esto son cosas que me hacen sentir bien, pero la verdad es que cuando pasas tres cuartos de tu vida con miedo a que algo ocurra y al final ocurre, es muy difícil encontrar la forma adecuada de ubicarlo en tu día a día. Yo creo que en un ser humano, no sé si en vosotros también ocurrirá, las peores situaciones son aquellas en las que el corazón va por un camino y el cerebro por otro. Es decir, esas situaciones tan triviales como el hecho de haberte tropezado con un jugador de fútbol en la calle o haber oído que en una televisión van a hacer hoy dos partidos, y que hacen que el corazón se dispare y diga, ‘ahora cuando lo vea que no se me olvide decírselo’, pero aún sin terminar la frase, el cerebro reacciona y te devuelve a la realidad, y es que la relación ha cambiado y hay que aprender a adaptarse a ella y a llevarla, hay que aparcar los cinco famosos sentidos y aguzar el sexto, el séptimo o el que corresponda en este caso”, en ese momento respiré hondo, apoyé los codos en las rodillas, pase lentamente ambas manos desde la frente hasta la nuca, allí entrelacé mis dedos, miré a través del cristal y seguí diciéndole, “y luego la luz de estos días del final del invierno y principio de la primavera, que me trae tantas cosas a la cabeza, ese aire que sopla que ni es frío ni caliente, no quieres ponerte triste, porque juntos nunca hemos estado tristes y no quiero empezar ahora..., pero..., la ventana vacía, las pisadas que sólo quedan en el recuerdo, y su sonrisa, en fin, no sé si nunca estando tan lejos lo he sentido tan cerca o es que nunca estando tan cerca he tenido la impresión de estar tan lejos. Supongo que como todo va a días, y dentro de cada día a momentos, pero cada vez que viene a mi mente la realidad un temblor surge dentro de mí como un terremoto con epicentro en el corazón que me hace estremecer . El caso es que dicho en activa, en pasiva con verbos regulares o irregulares, hoy también le echo mucho de menos, y de las pocas cosas que me consuelan es que cada vez que lanzo al viento la pregunta de que cómo está, hay algún indicio o alguna señal que me dice que me sigue respondiendo con su ‘estupendamente, ¿y por ahí?’, y me da fuerza para contestar que por aquí bien también”, y mientras decía esto, levanté de nuevo la vista hacia la jaula, y vi que mi multicolor amigo se había dormido, así que le puse el capuchón, me coloqué unos auriculares y empecé a oír a mi grupo favorito.

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