Ludiguer - al loro - paseando a mis D y Si

El sábado por la tarde, y mientras mi mujer se terminaba de arreglar para ir a dar una vuelta, decidía poner la tele donde en alguna de las cadenas estaba terminando una película de estas que suelen hacer los sábados. Una comedia de fácil argumento pero que a veces te engancha cuando sólo quieres dejar la mente en blanco y no te apetece complicarte en exceso con el argumento, así que con los únicos cinco minutos que vimos, y alguno suelto del principio, llegamos a la conclusión de que ya sabíamos de qué había ido la película completa. Por eso mientras salían los primeros y únicos crédito, ya que ahora para abreviar está de moda en las televisiones no sacarlos, mi loro me dijo, “hay que ver como van trenzando las cosas y como las confusiones se van sumando para que al final pase lo que tiene que pasar. Se nota que es una película”,“pues no creas”, le dije yo al oír su comentario, “hay veces que la realidad supera a la ficción en cuanto a situaciones curiosas. Te voy a contar una cosa que me pasó hace algún tiempo”, pero sin dejarme continuar me dijo, “ahora te tendría yo que decir que si no hay más remedio que me la cuentes, como me dices tú a mí cuando quiero contarte algo, pero para que veas que tengo más educación no te lo diré”, mientras lucía lo que en un humano sería una media sonrisa, y haciendo una breve pausa siguió, “sólo lo pensaré”, así que dicho, o pensado esto, le dije, “como sabes, desde los 15 a los 25 años más o menos veraneaba en un apartamento que tenía junto a la playa, y allí, como es normal, tenía mi grupo de amigos/as la mayoría del edificio en el que teníamos el apartamento, todos los habituales de años anteriores pues éramos dueños, pero como también es normal, cada verano venía un grupo diferente de gente, que eran los alquilados, los cuales venían, pasaban uno o como mucho dos meses allí y luego en la mayoría de los casos, si te vi no me acuerdo, y de ellos una parte iban por libre, y otro grupo se unía a nosotros, los fijos. Y para unirse a nosotros había dos maneras básicas, a saber. Una era la de hacerse ver por los lugares en los que nosotros estábamos o nosotros por el de ellos/as y poco a poco, hoy te saludo por aquí, mañana coincido contigo por allá, pues empezaban a sonarnos las caras, y luego nos veíamos en la playa y los comentarios entre nosotros eran del estilo de ‘mira que piernas’, ‘tiene pinta de tocarla bien’, ‘lo que haríamos con esa delantera’, y cosas por el estilo, hasta que alguien, que solía ser yo en la mayoría de las ocasiones se acercaba al personaje o personajes foráneos y les hacía las preguntas de costumbre, - sois de nuestro edificio ¿verdad? - , de sobra sabía que lo eran, y continuaba diciendo, - esta tarde jugamos un partido de fútbol contra otro edificio, ¿queréis venir a jugar?-”, al oír esto, mi loro casi se ahoga con la pipa que se estaba comiendo, “espera, espera. ¿Dónde me he perdido?”, me preguntó aún sin casi poder respirar, “no sé”, le respondí yo, “¿no estábamos hablando de piernas y delanteras y cosas por el estilo?”, añadió, “llevo el suficiente tiempo entre vosotros para saber de qué hablamos”, “pues siento decepcionarte”, le repliqué, “pero a mis 15, 16 e incluso algunos años más, en más del 90% de las ocasiones que hablaba de estas cosas la conversación iba de fútbol, y en un alto porcentaje del 10 restante de balones”, me quedé esperando un comentario, pero como no lo hubo, continué diciéndole, “y la otra forma de integración era encontrarse la respectivas madres y comentar entre ellas que tenían unos hijos que si tal que si cual, pues los míos no sé qué, pues que bajen y yo le diré al mío que busque al suyo, y cosas por el estilo, y así fue como la historia empezó”, mi plumoso amigo me miró fijamente y me preguntó, “ah, ¿qué todo este rollo que llevamos no era todavía historia?”, “pues no”, le ratifiqué, “la historia es que siguiendo este segundo método de aproximación, un día mi madre me dijo que había hablado con una señora que tenía dos hijos y que como no conocían a nadie y eran muy tímidos, pues se aburrían, que estaban alquilados en el quinto piso y eran de Madrid, y que les había dicho que esa noche bajaran a los bancos que había dentro del edificio y que ya nosotros cuando bajáramos después de cenar hablaríamos con ellos y nos iríamos todos juntos a dar una vuelta”, entonces mi multicolor mascota fue a su recipiente de pipas y mientras cogía una me dijo con sorna y voz de aburrimiento, “¡qué historia tan divertida!, sigue contando que terminemos pronto con ella”, “pues nada”, continué yo contándole a mi ave favorita, “como de costumbre nos fuimos buscando los amigos unos a otros por el edificio, desde los pisos superiores a los inferiores, y conforme nos íbamos juntando, yo les explicaba el programa de festejos, lo de los dos hermanos madrileños tímidos del quinto, así que una vez llegamos al parque que había en la entrada, oteamos el horizonte y en una zona separada vimos dos siluetas juveniles masculinas apoyadas en el muro, así que allí fuimos”, “tus amigos y tú, ¿no?”, me preguntó, “sí”, le confirmé, “yo sí que recuerdo que iba, y seguro que al menos un par de mis amigos también vendrían conmigo mientras los demás esperaban. Así que ahí estaba yo en mi papel de relaciones públicas, división a la busca del tímido, y con la mejor de mis sonrisas llegué hasta donde estaban ellos preguntándoles si estaban alquilados en el quinto, a lo cual recibí una respuesta afirmativa, pero había que cerrar el círculo y evitar errores, pues en aquel edificio había 19 puertas por piso, con lo que una de cada seis familias era del quinto, y tampoco era tan raro vivir en ese piso, por lo que disparé mi segunda pregunta que era si eran hermanos, y afirmativo también, así que ya hice la tercera y definitiva pregunta que era si eran de Madrid, y también lo eran. Perfecto, eran nuestros hombres, me presenté, hice lo propio con mis amigos y ellos se presentaron, D y Si se llamaba”, entonces mi avispado loro me pregunto, “¿los dos se llamaban Daisy?”, “no”, le respondí, “uno se hacía llamar D y el otro Si, pero no sé si era Si, Sí o C dicho en inglés, pero lo que sí es cierto es que pensé que o eran tan tímidos que me habían dicho el nombre en una voz tremendamente baja que sólo había oído el principio, o esos nombres no eran de personas muy tímidas, no sé, se me antojaba más Dieguín y Carlitos como nombres de tímidos, pero si ellos lo decían …”, “es decir, que la primera impresión fue buena”, me comentó mi amigo multicolor mientras sacudía sus plumas, “no”, le aclaré, “ni buena ni mala, pero algo diferente a lo que me esperaba sí fue, pero no importó, y ahí volvíamos a estar mis amigos y yo cual cabestros en ganadería taurina, arropando a nuestros dos nuevos miembros para llevarlos junto al resto de la manada”, entonces mi siempre aguda mascota me interrumpió para decir, “bonito símil. No sé como serían ellos de miembros, pero lo que sí sé es hasta donde podríais llegar a ser vosotros de cabestros”, le miré y le dije, “¿y para esto me interrumpes?, bueno, déjame seguir”, y proseguí con mi relato, “ya todos juntos continuamos con las pertinentes presentaciones con el resto, y como eran muchas las horas que algunos de mis amigos y yo pasábamos juntos, nos bastó una mirada para hacernos saber que algo no andaba bien. La claramente apreciable diferencia con la que se presentaban a los unos y a las unas dejaba claro que la timidez se la habían dejado en el apartamento bien guardada en la maleta, pero bueno, tampoco íbamos a juzgar por la segunda impresión”, “así que …”, dijo mi loro, “así que hicimos lo que tocaba”, le seguí relatando, “nos fuimos a dar una vuelta, y mientras la dábamos nosotros seguimos ejerciendo de anfitriones intentando que se sintieran lo más cómodos posible, pero pronto apreciamos que se sentían mucho más cómodos mirando la parte de la anatomía de nuestras amigas donde sus espaldas perdían su honroso nombre y haciendo comentarios entre ellos al respecto que con nuestra conversación”, “pues sí eran tímidos, sí”, puntualizó mi observadora mascota, “por lo que cuentas eran una mezcla entre tímidos, vergonzosos y algo introvertidos me atrevería a decir”, asentí con la cabeza y continué contándole “total, que seguimos con nuestra vuelta nocturna por el paseo de la playa, pero con el paso de los minutos las miradas ampliaron su campo de visión, los comentarios subieron de tono y hasta las manos salieron de los bolsillos y camparon a sus anchas buscado roce, momento en el cual, nos volvió a bastar una mirada de complicidad para comprenden que había que tomar un atajo de vuelta a casa y una vez allí encarrilar de nuevo la noche. Está claro que a esa edad las madres no tienen una conciencia muy clara de cómo son los hijos, pues a veces la imagen que se da en casa no es la que se tiene con las amistades, y que las madres suelen ser poco objetivas a la hora de definir a los hijos, pero en este caso había demasiada diferencia, así que atravesamos los jardines y aparcamientos de los edificios para evitar tener que rodearlos e ir así más directos y por fin llegamos a nuestro edificio”, para entonces mi mascota ya había adquirido interés por el relato y yendo a su recipiente de las pipas y comiéndose una con avidez me preguntó, “y ¿cómo acabó aquello?”, “pues nada, cuando llegamos al edificio, yo pedí a mis amigos que entraran y a D y Si que se esperaran fuera”, miré en ese momento a mi loro y vi que los ojos se le salían de las órbitas esperando oír lo que le iba a contar, así que continué, “fui hacia ellos y cogí a cada uno con una mano por la pechera y cuando los había levantado un par de dedos del suelo les dije que aquello no se hacía”, entonces mi loro embargado por la emoción me preguntó, “¿de verdad hiciste eso?”, yo le miré fijamente a los ojos y le respondí, “pues claro que no. Ni con un gato hidráulico levantaba yo a nadie dos dedos del suelo”, volví a mirar a vi una cierta decepción en su rostro al enterarse que su dueño no iba por ahí levantando a gente con una mano, pero aun así tenía interés por saber el final de aquello así que me insistió, “vale, déjate de batallitas y dime cómo acabó aquello de verdad”, entonces me giré para mirar hacia donde él estaba y le dije, “pues como te decía, llegamos al edificio, y con lo primero que me encontré fue con mi madre hablando con una señora, les saludé y mi madre me dijo que esa señora era la madre de los dos hermanos que me había contado, así que yo la salude con la satisfacción del deber cumplido y de la buena obra realizada, pues en el fondo la señora quería que le paseáramos a sus hijos, y paseados estaban. ¿Que una y no más?, pues también, pero por nosotros no era, así que realizados los pertinentes saludos, hice ver que sus hijos y algunos de mis amigos habían entrado por una de las otras puertas que había y nosotros seguimos nuestra marcha, pero mientras nos íbamos oí como la señora decía a mi madre algo que terminaba con la palabra ‘tele’, miré a uno de mis amigos y le pregunté si había oído lo que había dicho, y él me dijo que algo de tele, pero que sería que las noches anteriores se quedaban en casa viendo la tele, pero yo no estaba muy convencido y ya estaba inquieto mirando a un lado y otro tratando de sacar información, mirando a mi madre desde lejos para ver si sus gestos me aportaban alguna pista, pero nada, por otro lado preguntaba a mis amigos y todos habían oído algo, pero nada en concreto, así que tan pronto vi que mi madre terminaba de hablar con la señora me acerqué y le pregunté qué le había contado, y mi madre me contestó que le había dicho que sus hijos después de cenar habían bajado un momentito a los bancos pero que no habían visto a nadie y enseguida se habían subido y estaban arriba viendo la tele. Entonces me giré y le pregunté a mi madre si había alguna posibilidad de que hubiera entendido mal a la vecina y fueron D y Si sus hijos, pero la respuesta fue negativa, estaba claro que los hijos de la señora estaban aburriéndose en el apartamento y el hijo de mi madre estaba haciendo el ridículo en la calle, lo cual no sé qué es peor, así que rápidamente me vinieron dos preguntas a la cabeza, ¿quienes eran esos a los que tan hospitalariamente habíamos sacado a pasear?, y ¿qué estarían ellos pensando de aquello y de nosotros?, pero las respuestas a estas preguntas nunca las sabremos”, le dije haciendo énfasis en esta última frase poniendo voz de programa de televisón, y continué, “así que ya ves como en la vida real también se dan situaciones absurdas y coincidencias inverosímiles”, entonces mi plumoso amigo dándome la espalda añadió, “sí, y si tú estás cerca aún más”.

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