Ludiguer - al loro - el profesor tal, ante, bajo, cabe,

El profesor Tal ante, bajo, cabe, con contra

El otro día, y mientras el resto de la familia dormía, pues nos habíamos levantado varias veces durante la noche, yo me levanté para ir preparando los desayunos, subí algunas persianas con cuidado para no hacer mucho ruido y quité el capuchón al loro, intercambiamos los correspondientes buenos días, y tras ellos me comentó, "os he oído varias veces esta noche", "sí", le confirmé, "el pequeño se ha despertado, por eso ahora quiero que duerma un poco", "¡qué suerte él que puede!, ¿no?", me dijo mientras agitaba su plumaje, "pues sí", le respondía yéndome hacia la cocina, "mientras no tenga que ir al colegio se podrá permitir este tipo de lujos", "por cierto", me comento mi mascota desde su jaula, "cuando lo lleves al colegio ten cuidado de que no te encuentres un profesor como el de una historia que yo sé", llegados a este punto, se suponía que yo debía haber pedido que se me contara esa historia, pero me hice el despistado y continué por la cocina sacando cosas de la nevera como si nada, por lo que al momento la aterciopelada voz de mi mascota rompía el silencio, "¿me dejas que te cuente la historia?", y cerrando la cafetera, me asomé por la puerta de la cocina y le contesté, "¡Que educado te has vuelto últimamente!, ¿desde cuando me pides permiso para contarme una de tus historietas?", y mientras volvía a mis fogones y tostadas le pregunté, "¿es real?", a lo que él me respondió con cierta sorna, "si con lo de real te refieres que si me voy a meter con el rey, aun a riesgo de pecar de anticuado y de no estar muy con la moda, te diré que no. ¿Qué a lo mejor es de alguien cercano?, pues no lo sé. Eso lo tendrás que valorar tú", en ese momento y mientras ponía azúcar en mi vaso le dije, "en ese caso, estoy listo para escuchar. Ya puedes empezar", y aprovechando que el café aún no estaba listo, empecé a poner la mesa, y mi ave parlante a ejercer de ello, "había una vez un profesor, que tras acabar la carrera y no encontrar ningún lugar para dar clase, tuvo que dedicar su tiempo al noble trabajo de arreglar zapatos, y a eso se dedicó, hasta que en una de las múltiples vacantes a las que se le presentó consiguió sacarse la tan perseguida plaza. Si bien es cierto que la consiguió sin esperárselo, porque a priori él ocupaba un puesto muy bajo con un gran número de aspirantes por delante, pero al final, entre que unos renunciaron por amenazas de un grupo de alumnos a los que interesaba que fuera él el profesor, y otros porque les convencieron de que no debían entrar o porque a quienes debían seleccionar al elegido, les marearon el día anterior con que los otros no eran los correctos, ahí estaba él con su tan añorado puesto de profesor y si había una cosa que él tenía muy clara desde siempre es que iba a ser el mejor que jamás había existido, y así constaría en los libros de la historia del colegio, pues sus métodos novedosos estarían muy alejados de los que normalmente utilizaban el resto de sus colegas. Y así llegó el primer día de clase y ya con su primera medida decidió desmarcarse del resto, pues en pro de una igualdad inexistente hasta entonces, en su clase tendría que haber el mismo número de niños que de niñas, y no sólo eso, sino que además, compartirían el mismo lavabo.", al oír esto, volví a sacar la cabeza de la cocina, (cocina estancia de la casa, no electrodoméstico), y le dije con tono burlón, "mira, eso está bien, seguro que en mis tiempos más de uno hubiera matado porque eso ya se hubiera implantado entonces. Y..., ¿Cómo resulto esta medida?", entonces, trepando por uno de los barrotes de su jaula me contestó, "pues un lío, porque sobraban cuatro niñas, y a dos las trasladaron a otra clase, y de ésta trajeron a dos niños, con lo cual ya había tantos niños como niñas", "sí", le repliqué, "pero profesores sólo estaba él, luego deshacía el empate", entonces bajando de nuevo por el barrote me dijo, "bueno, en cierto modo, porque no tardó mucho la directora del colegio en ir a su clase para averiguar quien había sido el responsable de todo aquel desbarajuste el primer día de clase, pero bueno, era su clase y había que acatarlo, así que los días pasaron y los niños siguieron con sus cosas", "y qué cosas eran las de los niños", le pregunté mientras sacaba vasos y platos a la mesa, y él me contestó, "pues un día, llegó un niño de aquellos que propiciaron su elección en el cargo diciendo que como su padre había hecho hace ya muchos años unos libros con la historia del colegio, fotos antiguas, documentos, y otras cosas de interés, pues que a él le apetecía tenerlo en su casa para verlo cuando le diera la gana, y que por eso se lo llevaba él a su casa.", "¡Qué mono el niño!", le exclamé, mientras ultimaba los desayunos, "y ¿qué pasó con el libro?", le pregunté con curiosidad, "pues que pese a las protestas del resto de los alumnos, el profesor dijo que eso se tenía que negociar, que estuvieran tranquilos todas las partes que se haría lo que fuera más correcto para todos. Así que se reunieron, negociaron lo que tuvieron que negociar, y como consecuencia de esa dura negociación, el niño se llevó el libro". En ese momento yo ya tenía los desayunos preparados, así que como nadie más se levantaba y yo tenía prisa, me senté y empecé a untar la mantequilla sobre una de mis tostadas, al tiempo que le decía a mi multicolor compañero, "tú sigue hablando que yo te oigo", así que él siguió narrándome, "lo siguiente que hizo fue organizar y asistir a protestas en contra de que los alumnos jugaran en el equipo de rugby del colegio, argumentando lo peligroso que era este deporte para sus alumnos, el cual además, según él, se practicaba sin el consentimiento de la consejería de educación, él dijo que no dejaría que ningún alumno de su clase formara parte de ese equipo, y que a los que ya pertenecieran les cancelaría la ficha, lo cual hizo de inmediato, pero por otro lado, al poco tiempo estaba mandando alumnos suyos a practicar artes marciales, boxeo y caza", "claro", le dije yo, "esos deportes son mucho menos peligrosos, el ajedrez, sin ir más lejos, produce muchas más lesionados que cualquiera de estos deportes, la verdad es que tenía buenas ideas este hombre, ¿se le ocurrió algo más?", le pregunté mientras masticaba mi tostada, "claro", me confirmó, "muchas más", y siguió contándome, "como había un grupo de niños que siempre le estaban pidiendo que les estirara la nota hasta el aprobado, y que si con un cuatro les podía aprobar, y cosas por un estilo, un día ya harto de sus peticiones, decidió cortar por lo sano, se reunió con ellos y como consecuencia de aquella reunión decidió que a partir de entonces, ya no pedirían más nota y se conformarían con lo que les pusiera, y él a cambio les daba un cuatro como nota de partida, y a partir de ahí, lo que sacaran en los exámenes se sumaría a ese cuatro.", en ese momento, creí que el zumo que estaba bebiendo se me salía por las orejas, así que cuando controlé la situación le pregunté, "¿y el resto que dijo?", "pues imagínate lo que dijo", apostillo, "que aquello no era justo, que había dos clases diferentes de alumnos, y cosas por el estilo", "normal", añadí, "pues hay más", dijó él y continuó, "más tarde empezó a revisar las notas que había puesto su antecesor en años precedentes a sus alumnos, y vio que a varios de ellos les había quitado puntos por mal comportamiento, por faltas de asistencia y por copiar, pero él pensó que lo de mal comportamiento era muy relativo, y que lo que era malo para uno no lo era tanto para otro, lo de la falta de asistencia sería porque tenían algo más importante que hacer en otro sitio, y lo de copiar, pues unas veces copiarían unos y otras otros, y quitar puntos sólo porque ellos tuvieron la mala suerte de que les pillaran, pues no estaba bien, así que decidió compensar a todos aquellos a los que se les habían quitado puntos devolviéndoles poco a poco los puntos que les habían quitado", "¿dónde estaba este hombre cuando yo iba al colegio?", comenté a mi multicolor mascota mientras metía la mano en la bolsa de los cereales, "pues no lo sé", me respondió él, "pero ya das por hecho que ibas a ser uno de los favorecidos, pero, imagina que no", "peers teennrs wershon", le respondí, que es la manera en la que yo digo "pues tienes razón", cuando tengo la boca llena de crujientes cereales, "pero sigue contando, que ya estoy terminando mi desayuno y no quisiera quedarme a medias", le dije ya con la boca llena, pero lo suficientemente vacía como para que se me entendiera, así que él siguió, "a dos niños que por problemas de salud los médicos les habían recomendado beber mucho agua a uno, y tomarse unas medicinas a otro, el colegio tenía previsto que cada cierto tiempo un bedel les llevara una botella llena para abastecer sus necesidades, pero él canceló ese proyecto y les dijo que podían, por supuesto, beber toda el agua que quisieran, pero que ellos la tendrían que conseguir por sus medios, ya que él no iba a dejarles salir al aseo a llenar sus botellas ni nadie se las iba a llenar, pero por otro lado, éstos veían constantemente como algunos de sus compañeros salían de clase sin pedir permiso a beber o a llenar pistolas de agua para mojarse los unos a los otros y nadie les decía nada", "¿y a dar clase se dedicaba alguna vez este hombre?", le pregunté ahora con la boca vacía, "pues sí se daba clase", me confirmó mi mascota, " aunque algunas veces, el grupo polémico de la clase le interrumpía a cada momento entorpeciendo el desarrollo de la clase, hasta que él un día, ya harto de aquello, se los llevó a un despacho y allí quedaron las cosas muy claras", "les amenazó con expulsarlos ¿verdad?", dije yo mientras movía con una cucharilla mi vaso de leche, "no exactamente", me corrigió, "lo que en realidad les dijo es que si dejaban de molestar en sus clases, les quitaría los castigos que otros profesores les pusieran, e intentaría convencerlos para que les subieran algún punto cuando en alguna asignatura lo necesitaran para aprobar. Tras aquello, ellos dejaron e interrumpir, pero no dejaron de quitarles el bocadillo y las golosinas y a pedir dinero al resto de compañeros de clase", "habría palos por entrar en el grupo de los proscritos", le comenté sorprendido, "te suben la nota, te quitan castigos, ¡una maravilla!", pero él siguió con su relato estudiantil, "un día llegó por allí un niño que no era del colegio y decidió entrar a clase, y como había un asiento libre donde daba el sol y nadie se quería sentar, pues lo ocupó él; y al poco tiempo, llegó otro niño que tampoco pertenecía al colegio y también se quedó y se instaló en un pupitre medio roto que había. Pero al cabo del tiempo fueron viniendo más niños de fuera, y llegó un momento que había casi tantos en esa clase del colegio como de fuera, con la particularidad de que también entraban en el reparto de las entradas a eventos y de los regalos que se hacían, pero carecían de responsabilidades, si querían atender lo hacían, pero si les apetecía más buscar golosinas entre las carteras de los otros niños, pues lo hacían también, además, en el recreo eran los de fuera los que imponían a que se jugaba, lo que llevó a que algunos niños de la clase empezaran a no ver con buenos ojos haber estado pagando colegio desde muy pequeños para que ahora llegaran unos que no aportaban nada a llevarse las pocas cosas buenas que había para repartir", "no me lo puedo creer", le dije al tiempo que me levanta para quitar de la mesa las cosas de mi desayuno, "pero eso no es todo", me añadió, "cuando en el colegio tuvieron problemas por unas tuberías que rezumaban agua sucia, desde la dirección, aconsejados por entendidos en la materia, decidieron que puesto que era imposible impedir aquello y el agua tenía que salir por algún sitio, lo mejor era que lo hiciera por las aulas deshabitadas y el salón de actos, así que cuando el agua salió por estos lugares, él hizo como que se preocupaba por la situación de los alumnos de las clases contiguas y organizó protestas para que aquello se solucionara rápido y se tomaran medidas para que no ocurriera nunca más, y su grupo de alumnos más violento se manifestó una y otra vez por el colegio, pero cuando al tiempo a él también le salieron las goteras, porque estando él como responsable del colegio ese día, no le dio tiempo a evitar el percance, entonces todo fue silencio y como toda explicación comentó que no se podía comparar una cosa con la otra ya que era distinto tipo de inundación", en ese momento, y puesto que ya había desayunado y quitado la mesa, ya sólo me quedaba terminar de asearme para irme al trabajo, así que le dije a mi loro mientras me acercaba a la puerta del pasillo, "bueno, pues ha sido muy agradable la conversación, pero me tengo que marchar", entonces el se apresuro a decirme, "pero si aún quedan cosas por contarte. No te he contado cómo movía los hilos para que saliera como delegado aquel que era afín a su causa, ni lo del grupo de alumnos que decidió que quería formar una clase aparte, ni que cuando los niños se burlaban de la directora, él no los castigaba y hasta casi los justificaba, ni de cuando se mostraba irrespetuoso ante las banderas de otros colegios, ni de cuando le tocaba repartir entradas para espectáculos y regalos que siempre les tocaban a los mismos, ni que cuando se le accidentaba algún niño siempre eludía el tenerse que ver con sus padres, ni que como había niños que copiaban en los exámenes y él lo sabía, le fue más fácil, a modo de canon, hacer pagar un punto a todos los de la clase que averiguar quienes eran los que copiaban y castigarlos, ni que parecía que por las noches se le ocurrían las cosas a modo de iluminaciones, y que al día siguiente cuando las proponía en la junta de profesores, todos se le reían en la cara y entonces las matizaba o retiraba, ni cuando …", entonces ahí le interrumpí y le dije, "de verdad, déjalo para otro día que me tengo que marchar", y me fui camino del aseo, mientras él chillaba desde el salón, "vale, pero igual cuando te lo cuente él ya no es profesor de este colegio, ya que hasta los del consejo escolar que estaban a su favor cuando lo votaron empezaban a plantearse si la suya fue una buena elección", "bueno", le dije yo, "pues no importa, ya me cuentas en qué queda todo, pero ahora no grites que vas a despertar a todos", y me fui, maquinilla en mano, a empezar a afeitarme.

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