Ludiguer - al loro - una ración de razón para todos

[Imagen perdida]Una ración de razón para todos

El otro día llegué de la calle y mientras daba besos a mi mujer e hijo y la patita a mi loro, les dije aún casi sin aliento después de haber subido a casa por las escaleras, “no os vais a creer lo que acabo de ver”, a lo que por supuesto, mi mujer y ¿cómo no?, mi mascota dieron muestras de querer saber qué era eso que acababa de ver con un, "¿qué acabas de ver?", así que saque una silla de la mesa, me senté en ella y les dije, “pues en la rotonda que hay junto al río, pero antes de llegar al puente, un coche blanco se ha cruzado por delante de uno gris, ya que el gris giraba a la derecha pero el blanco que quería seguir recto se había colocado más a la derecha que el gris. Resultado, el conductor gris se enfada por la maniobra que le ha hecho el del blanco, pero curiosamente, el blanco pese a la faena que le ha hecho al del gris, no le viene bien que le piten, y también se marcha gritando no sé qué de unos cuernos mientras saca la cabeza por la ventanilla”, “¿después de lo que ha hecho, aún se enfada?”, me pregunto mi alado amigo, “sí”, le contesté yo, "pero ahí no termina la cosa”, y seguí contándoles, “mientras los dos conductores discuten, el coche gris casi atropella a un ciclista que iba paseando a su perro subido a su bici, ya que el conductor no se da cuenta de que tiene el semáforo en intermitente para él y en verde para los peatones y ciclistas. Resultado, el ciclista se enfada con el conductor del coche gris, ya que casi le atropellan a él y a su perro, y sigue su camino con la cabeza girada y jurando en hebreo, mientras que el conductor del coche gris, como ya viene calentito de antes, pues también le nombre cierta parte de su anatomía muy próxima al sillín”, “fíjate que tontamente un percance casi trae otro”, me comentó mi plumoso amigo, a lo que rápidamente le replique, “no si aún no he terminado”, y seguí contándoles, “como el ciclista se había despistado de sus tareas, unos metros más adelante el perro campa a sus anchas y casi hace caer a otro ciclista que venía de cara por el mismo carril bici, con lo cual el segundo ciclista, el que casi cae, se enfada y empieza a sugerir al primer ciclista lugares en los que se puede introducir a su mascota, pero el primer ciclista, en lugar de admitir que se ha despistado y que el perro se le ha descontrolado, decide pasar al ataque y también trata de adivinar la profesión de la madre del otro personaje”, “¿y en qué se basaba para adivinar la profesión?”, me preguntó mi loro inocentemente, “¿llevaba algún distintivo o algo?”, “no, déjalo”, le respondí, “era una forma de hablar”, y entonces me miró y me dijo, “que lo he entendido.,Sigue que estaba bromeando”, así que seguí diciéndoles, “el caso es que con la discusión el ciclista casi atropella a un peatón que en ese momento cruzaba el carril. El peatón se cabrea y el ciclista no, porque ya lo estaba, así que en plena discusión, el peatón se da cuenta de que pese a tener e semáforo en rojo aún puede pasar, así que cruza el puente corriendo al tiempo que recibe un estruendoso bocinazo del coche que venía ya en marcha del semáforo anterior, y ¿a que no sabes quien era?, “¿la madre del ciclista enfadada reclamando los atrasos que no ha cobrado desde que ejerce la profesión que le habían asignado?” me preguntó mi loro en uno de esos momentos graciosos que tiene, “no”, le respondí, “el coche blanco de antes, con lo cual su conductor aumenta su enfado y el peatón también. Pero ¿sabéis cuál sería para mí la lectura de todo esto?”, “no”, me contestó mi mujer, pero mi loro, en lugar de conformarse con otro –no- tuvo que aportar su grano de arena, “sí, que hay que colocarse bien en la calzada, cruzar en verde y pasear a los perros a la antigua usanza, con los dos pies en el suelo y no desde una bici”, “pues no”, le respondí, “la lectura de todo esto es que pese a que está clarísimo que no todo el mundo hizo las cosas como debía, según ellos, al final todos tenían razón”, “y seguro que si indagas”, añadió mi mujer, “además es el otro el que tiene la culpa”, “¡ah seguro!”, le añadí, “ya lo dijo el sabio, que si había algo verdaderamente repartido de manera equitativa en este mundo era la razón, porque todos creemos tener siempre la suficiente”, “pero hay cosas que se caen por su propio peso”, me dijo, no falto de razón, mi alado contertulio, “ya”, le dije yo, “pero hoy en día estamos tan acostumbrados a ver discusiones, sobre todo en la tele, que es donde hoy se marca la pauta de lo que es o no correcto, que se convierten en algo natural y no hay ningún reparo en discutir. Tengamos o no la razón”, “pero eso que acabas de decir es muy peligroso”, me añadió mi multicolor amigo en un ataque de sensatez, “pues sí”, le ratifiqué, “pero cuando ves muchas veces lo mismo, por muy extraño o duro que esto sea, al final se acaba convirtiendo en algo normal y cotidiano, y eso es lo que está pasando ahora. Fíjate como era antes esto de inusual que aún recuerdo un programa de Íñigo en el que dos toreros, Paco Camino y Palomo Linares discutieron porque el primero llamó chaval al segundo. Piensa que esto creo que fue en blanco y negro, y me caló tan hondo que aún me acuerdo, y además analiza el motivo. Vamos, ya firmaban hoy el 90% o más de la gente que sale en la tele porque sólo les llamaran chaval”, “o lo famosa que se hizo la polémica de Mercedes Milá, Umbral y su libro”, añadió mi mujer, “ya ves”, continué, “¿quién recordaría eso si hubiera sido ahora?”, entonces mi ave nos comentó, “si, pero yo he visto cosas muy chocantes también. Yo he visto a gente hacer sus necesidades en la puerta de una de las tiendas en las que he estado, y cuando el dueño le ha preguntado que qué hacía, aunque de sobra sabía lo que estaba haciendo, y le dijo que no fuera guarro, y todo lo que se le puede decir a alguien que hace eso, el otro, en lugar de admitir su condición porcina y muy lejos de ello, liarse también a insultos con el dueño, la dueña, los clientes y con todo bicho viviente, nunca mejor dicho, que había por la tienda, como si encima la razón estuviera de su lado”, “y además”, le dije yo, “hay cosas que otras veces, por menos te ponían colorado, y ahora que eres tú el que está en disposición de poner colorado a otros, vas con miedo de decir cosas por si aún eres tú el que sale malparado. Por poner un ejemplo", seguí explicando, "te encuentras que tus mismas vecinas de siempre, han vuelto a llenar la escalera de colillas y humo, y en ese momento en el que sin duda te asiste la razón, pues ese no es ni el sitio de fumar, ni el de dejar montones de colillas esparcidas en el suelo, y cuando el cuerpo te pide decirles que se vayan a su casa a convertirla en basurero pero que dejen la escalera de todos en paz, resulta que un sudor frío te invade el cuerpo y las piernas te tiemblan hasta el punto de que no sabes si vas a superar con solvencia el próximo escalón, al tiempo que vas buscando una frase ingeniosa y aséptica para decirles lo que deben hacer con sus cigarros y su humo ya que no quieres resultar tampoco muy desagradable por si acabas siendo tú el que se vaya a casa con las orejas gachas, con lo que sueltas un -¡vaya berenjenal que tenéis aquí montado!- tembloroso e insulso que no deja claro si estás rotundamente en contra de lo que has visto o si subes a casa para coger tu paquete de cigarrillos y unirte a la fiesta”, entonces mi multicolor amigo me dijo, “muchas veces dicen que lo que hacen en la tele es un reflejo de la realidad, pero pensándolo ahora, yo creo que es al revés. Como tú dices, si en la tele estás constantemente viendo como incultos y descerebrados ocupan los programas, diciendo nada a voz en grito y utilizando siete insultos, un – mese -, dos – haigas -, y algún que otro –ayer lleguemos, compremos y nos visitemos -, de cada diez palabras que salen por sus bocas, es muy difícil que quien lo ve, aunque sólo sea por mimetismo, no salga de ahí con unas ganas de discutir impresionantes”, “eso es cierto”, le ratifiqué, “no hay nada mejor para tener ganas de jugar al fútbol que acabar de ver un buen partido, o para tocar un instrumento musical que ver un buen concierto, así que por esa misma regla de tres, después de una buena discusión, ya sabemos lo que apetece. Ya tuvieron suerte Rodríguez de la Fuente, Jacques Cousteau y otros como ellos de haber salido en la tele en la época en la que salían, porque si llega a ser ahora, sólo les quedaría participar en algún reality para poder darse a conocer, y aún así siempre serían recordados como – el que utilizaba pajarracos para buscar comida en la granja - o - el que buceaba con un cacharro para buscar peces en la isla que sirvieran de alimento a los participantes -”, y en ese momento miré al televisor y vi a gente discutiendo alrededor de una mesa sobre un tema tan importante como que si no sé quién ha puesto de patitas en la calle a su pareja por cuernos o por vender las fotos, así que mirando a mi familia les dije, “por cierto, y hablando de que si en televisión no siempre tienen razón,. Pues no es verdad, ya que acaban de darme una muy buena para apagarla”, y acercándome a ella, pulsé el botón y seguimos con nuestra razonada tertulia.

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