Ludiguer - al loro - sueños desagradables

Anoche mientras dormíamos, a eso de las tantas de la madrugada, minuto arriba, minuto abajo, empezamos a oír unos graznidos que venían del salón. Me levanté corriendo y al llegar allí observé que los berridos salían de la jaula del loro. Rápidamente le quité el capuchón y le vi moviéndose de un lado a otro como si se hubiera tomado quince litros de café. “¡Tranquilo, tranquilo!”, le dije, y luego le pregunté qué le pasaba, entonces él se bajó del techo de la jaula al que se acababa de subir y me dijo: “Pues no sé muy bien. De repente han empezado a venir a mi cabeza un montón de imágenes raras que me han empezado a poner nervioso y me han despertado sobresaltado”, “¿pero qué tipo de imágenes veías?”, le pregunté yo con curiosidad, y el me explicó, “pues ..., era como si acabara de explotar una bomba, con un montón de gente tendida en el suelo, coches humeantes y un loro herido en el suelo, y luego, un choque de coches, con sirenas de la policía, más personas en el suelo llenas de sangre y un loro dentro de uno de los coches pidiendo auxilio.”, “¿pero cómo ha sido eso?, ¿así por las buenas?”, le pregunté yo, y él me dijo: “bueno..., por las buenas..., por las buenas, pues no. La verdad es que ayer mientras vosotros bañabais al bebé y hacíais la cena, me dejasteis la tele puesta y yo estuve viendo las noticias.”, “¿y?” le pregunté yo en un alarde de elocuencia matutina, “pues que como de costumbre, casi todo fueron desgracias perfectamente ilustradas con sus imágenes”. Al oír esto creo que por primera vez me puse realmente en el pellejo de mi loro. Bueno, en el pellejo o en las plumas, o en lo que sea,. Así que le dije: “Como sabes, yo soy de los que ven la tele en los escasos momentos que me quedan tras haber cumplido con casi todas las obligaciones diarias y durante la hora de las comidas, que es el momento en el que uno aprovecha para ver que ha pasado en su planeta mientras él se ganaba los garbanzos”, “o sea, que ves poca tele” matizó él. “Pues eso. Pero día tras día, termino sin saber qué ha pasado porque me toca buscar una cadena donde solo emitan anuncios, o poner la pantalla del teletexto”, terminé de decirle, a lo que él añadió, “parece que las televisiones llevan mucho tiempo empeñados en que veamos a todas y cada una de las víctimas, y cuanto más de cerca mejor, de las noticias trágicas que a tal efecto seleccionan, vengan o no a cuento”, “además”, le dije yo, “la mayoría de esas noticias que hoy llenan nuestros telediarios antes sólo salían en un periódico muy concreto”, y entonces él me preguntó, “¿y era menos noticia un robo, una puñalada, un ahogado, un atropellado, un accidentado, etc., etc., antes que ahora?”. “Pues no creo”, le contesté yo, “pero es lo que se lleva ahora en la tele, los humanos nos movemos por modas. Me imagino que ya te habrás dado cuenta.”, y entonces él me dijo: “pero aun siendo moda el comentar estas noticias ahora, parece como si las cadenas pensaran que sois un poco cortos, ya que si no os enseñan a las víctimas creen que no vais a entender su noticia.”, y yo le dije, “Hombre, pues para el tiempo con un mapa y cuatro símbolos me vale, no necesito una conexión con cada ciudad para creerme que llueve, truena o nieva.”, “Incluso”, añadió mi plumoso amigo, “en aquellos atentados que hubo hace unos años en Nueva York, no se mostraron las imágenes de las victimas, y no creo que nadie dudara de que aquello fuera una catástrofe, ¿verdad?”, “pues lo cierto es que no conozco a nadie que no se lo creyera”, continué yo al tiempo que me frotaba los ojos como diciéndole que era muy grata su conversación pero que mañana más, pero claro, él no tenía que madrugar a la mañana siguiente y como ya se había desvelado, pues se rascó el pecho y prosiguió. “¿Qué mueve a las cadenas a ofrecernos tantos litros de sangre y lágrimas en cada espacio de noticias?, ¿por qué no nos cuentan los accidentes de tráfico, atentados, guerras, ajustes de cuentas y demás hechos de esta índole sacando sólo las imágenes del entorno, o ni eso, pero nunca a las víctimas o parientes cercanos desgarrados de tristeza?, ¿acaso al cámara o al responsable del noticiario le gustaría que lo viéramos a él o a algún familiar suyo en el estado en el que nos presentan a muchas personas diariamente?”, “no creo”, le contesté en medio de un bostezo mientras miraba de reojo al reloj más a tiro, y me acercaba poco a poco al pasillo. Pero mi señor loro tenía cuerda para rato, así que continuó, “y no sólo es el hecho de que algo acabe de ocurrir, sino que los aniversarios los celebramos volviendo a sacar a la pobre víctima del terrorismo troceada en un amasijo de hierros, a los del autobús de no sé donde desparramados por la carretera, a la mujer de éste o a los hijos de aquel desconsolados en una iglesia cualquiera, o unos fusilamientos y linchamientos públicos de una guerra que ese día precisamente hace no sé cuanto que acabó. Y digo yo, ya que sois una especie de clientes de las cadenas, ¿por qué no proponéis -una semana sin sangre-, y si se pierde credibilidad o rigor en la noticia, admitiremos que somos los equivocados, y que sus sangrías son necesarias, pero si no, que lo admitan ellos y dejen de emitirlas. ¿Qué te parece?”, entonces oí el principio de un llanto de bebé y por una vez me alegré de que se despertara en medio de la noche, así que salí corriendo hacia la habitación diciéndole, “tengo que dormir al pequeño. Si eso ya mañana continuamos. Buenas noches”.

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