Ludiguer - al loro - tororarii
Uno de estos días festivos que ha habido cogí mi ordenador y me puse a buscar entre los cd’s una melodía que hacía tiempo llevaba en la cabeza, así que iba de pista en pista oyendo el principio, la mitad y el final, más o menos, de cada una de las piezas musicales, pero aquella manera tan curiosa de oír música llamó la atención de mi loro que al momento me estaba preguntando, “¿qué estás haciendo?”, “nada”, le conteste, “oyendo música”, “pero ¿te preparas para algún concurso, o para batir algún récord o algo de esto?”, me preguntó intrigado”, “no”, le contesté, “¿por qué lo dices?”, entonces él empezó a mordisquear la pipa que se acababa de echar a la boca y me dijo, “porque parece que quieras comprobar cuántos discos eres capaz de oír en un tiempo determinado”, entonces saqué el CD que estaba oyendo y mientras lo guardaba en su funda le dije, “bueno, en realidad no estoy oyendo música por oírla, sino que estoy buscando una melodía”, entonces expulsó la piel de la pipa y me dijo, “¿y no es más fácil buscarla por el nombre?”, “sí, sí lo es”, le respondí, “pero no lo sé”, “¿… y por su autor?”, me volvió a sugerir misteriosamente, “¡vaya!, ¿cómo no he caído antes?”, dije irónicamente, “también lo es, pero a lo mejor no lo busco así porque tampoco lo sé”, “y entonces ¿qué sabes de ella?”, me preguntó con un tono de escepticismo, “pues que creo que es clásica, aunque también puede ser de un anuncio y tararearla”, le contesté, “suficiente”, me respondió, “¿suficiente para qué?”, tuve que preguntarle, “pues suficiente para encontrarla”, me respondió muy seguro de lo que decía”, “claro”, le dije yo, “mañana me voy de tienda en tienda canturreando la canción hasta que algún dependiente me diga de qué melodía se trata y la compro”, entonces él me miró y me dijo, “también, pero yo utilizaría una técnica más avanzada. Yo entraría en la red y así evitaría el tener que desplazarte para saber su nombre, luego ya como la consigas es cosa tuya”, al oír esto, le miré de nuevo con cara de no entender nada y le recordé, “pero si hemos quedado en que no sé ni el nombre, ni el autor, ¿cómo la busco?”, mi alada mascota me miró, cogió una pipa con su pico y me respondió, “¿quién ha hablado de buscar?”, no es que la conversación fuera muy profunda, pero me estaba perdiendo, “así que no sé el autor, no sé el nombre, no la busco, pero la encuentro...”, le dije perplejo, “¿qué pasa?, ¿que si me conecto a la red, enchufo unos auriculares al ordenador y me echo una siesta se me va a aparecer en sueños el autor y me va a dar los datos?”, “no”, me dijo mi multicolor amigo, “haz lo que ibas a hacer con los dependientes pero a través del ordenador. Tararéala”, “¿por internet?”, le pregunté sorprendido mientras le miraba comerse otra pipa y hacer un gesto con la cara como haciéndome ver que esa era la solución, así que no pude evitar decirle, “eso, grabo un mp3 tarareándola y lo cuelgo en el portal donde tengo mis canciones como si fuera una más y desde allí pido que si alguien sabe algo de esa melodía que me lo diga, ¿no?”, entonces expulsó la piel de otra de las pipas, me miró y me dijo, “hombre, es una idea, pero tengo otra mejor”, le miré y le dije, “pues tú dirás”, me miró y me dijo, “imagina que quisieras buscar la 5ª sinfonía de Beethoven. Tararéamela”, le miré con cara de sorpresa y le dije, “¿que te la qué?, “que me la tararees”, me volvió a decir. Entonces yo miré a un lado y a otro asegurándome de que el balcón estaba bien cerrado y ni en casa ni fuera podía oírme nadie tarareando canciones a un loro y le dije, “tatatacháááááán”, y acto seguido cogí otro CD fingiendo que aquello nunca había ocurrido, cuando oí a mi tenaz mascota decirme, “muy bien, sigue”, “¿que siga?” le respondí, “venga, dejemos ya este circo que quiero seguir buscando”, “así no la vas a encontrar”, me insistió, “venga sigue tarareando”, y sin saber cómo ahí estaba yo, como un chalado tarareando mi quinta de Beethoven, “tatatacháááááán, tatatacháááááán, tariroriroriroriroriroriii, tariroriroriroriroriroraaa…”, “¿ves como no es tan difícil?”, me dijo mi melómana mascota, “ahora la sinfonía 40 de Mozart”, y ahí estaba yo también, cada vez más metido en mi papel de chiflado tarareando cosas, “tirorí, tirorí, tororiro, tirori tirori tiroriro…”, “muy bien”, me alentó dando saltos en su jaula pero sin levantar las patas del suelo, “ahora el lago de los cisnes de Chaikovsky”, en ese momento es cierto que una parte de mí le hubiera dicho que se riera de otro, y más concretamente de algún progenitor suyo, pero la verdad es que ya metidos en harina, hasta me estaba gustando la tontería, y ahí estaba el memo de antes tarareándole melodías a su loro, “tirorirori, rori, rori, tariroriroraaaaa…”, “¿has visto, a que es fácil?”, me preguntó con entusiasmo, “no si tararear ya sabía yo de antes”, le contesté, “pero sigo sin tener la melodía que busco”, entonces mi multicolor amigo me miró y me dijo con un cierto tono misterioso, “ahora tararea la melodía que buscas”, y como colofón a mi actuación ahí estaba yo, ofreciendo mi más mentecato perfil, mirando a mi loro y diciendo con la cabeza bien alta, “tirorarii, tiroriro, tirorarii, tiroriro tiiirorariiiro, tarirorara, tiroriro, tirorara, tiroriroriirorariirorariiroraraaa”, entonces me miró fijamente y me dijo, “ya está. Eso es lo que tienes que escribir y verás como alguien del portal te da el nombre de la melodía que buscas”, miré a mi mascota y le conteste, “vamos, ni loco hago eso, ¿qué quieres que me tomen por un majadero?”, se acercó a los barrotes e insistió, “Hazlo. Confía en la gente de la red. Son gente ágil de reflejos en su mayoría y con muchos conocimientos musicales y buen sentido del humor. Ellos son tu solución”, “¡qué no hombre, que no!, además, del modo en que lo dices parece que estés hablando de personajes llegados en un OVNI”, le dije, “no, no. Todo tiene un límite. Me van a llamar de todo menos listo”, “¿si tú vieras un mensaje así y supieras de qué melodía se trata no se lo dirías?”, me reprochó, “sí”, le contesté, “supongo que se lo diría”, “y cuando has escrito algo tú y alguien lo han comentado, ¿qué clase de comentarios te han hecho?”, siguió con su interrogatorio, “pues la verdad es que siempre en tono muy simpático y de buen rollo, que siempre es de agradecer si tenemos en cuenta los modos y formas a los que nos tienen acostumbrados en los medios”, le respondía, “pero esta vez no. Seguro que me ponen verde”, entonces dejó de mirarme, se dirigió hacia su recipiente de las pipas y dijo al aire, “pues no tendrás tanto interés en encontrarla”, así que respondí al viento, “pues ya lo creo. Llevo meses buscándola”, entonces se giró hacia mí y me dijo, “pues haz lo que te digo y te aseguro que alguien sabrá de qué melodía hablas y te mandará un mensaje con su título y autor. Enfócalo como una pequeña broma, como una interactividad entre un escritor y su lector y verás como alguien se une a la broma y te ayuda. Bastantes cosas serias hay ya todos los días como para no poder permitirte la licencia de un momento tonto”, entonces mientras me giraba hacia el ordenador le dije, “pues tienes razón, voy a hacerlo, y además tengo otra idea. ¿Qué te parece si para motivar a la gente ofrezco como premio al primer acertante un loro que habla?”, miré a mi plumoso amigo, él evitó mi mirada y yo me puse manos a la obra.