Ludiguer-Un mayo en la vida-Capítulo 12

Ludiguer - Un mayo en la vida - Capítulo 12

Viernes, 17 de mayo, Lewis vuelve a la oficina donde sigue habiendo los ya conocidos tubos de luz fundidos que ahora son acompañados por otro que también parpadea sobre la mesa de John. Hoy hay menos gente en la oficina con lo que decide continuar con su pasatiempo favorito, y para ello se sienta en una de sus sillas habituales, saca sus bártulos y busca un objetivo, pero cuando aún no había ni siquiera elegido a los candidatos, las frases llenas de decibelios de Joe le hacen ser el favorecido, pues hoy tampoco ha salido a visitar clientes, al menos no a primera hora, luego estará esperando candidatos a entrevistar, y sin mucho esfuerzo, Lewis está oyendo toda la conversación, que en el momento actual va por que Joe le está diciendo a alguien que todo eso que le están pidiendo tendrá que ser para el lunes ya que hoy no hay tiempo ya para hacerlo, así que al oírlo Lewis piensa que muy bien hecho. Si no puede ser, hay que decirlo y en paz, el cliente debe saber siempre sus posibilidades de éxito, y si algo no se puede hacer, pues no se puede asumir más responsabilidades de las que se pueden cumplir. Pero tras repetir siete veces que eso no se podía hacer por más que lo necesitara como “el agua que respira”, hay un largo silencio interrumpido por algunos “claro, eso es” y expresiones por el estilo que parece que el cliente ya empieza a entender que lo que pide es imposible, cuando de un segundo al siguiente, la conversación da un giro pues parece que Joe contesta algo así como que poderse eso no se puede hacer a no ser que cuando cierre la oficina se vaya él mismo a llevar los documentos y se quede sin comer y su familia esperándole para irse fuera. En ese momento, una sonrisa malévola apareció en la cara de Lewis que no puede evitar pensar lo debe pasar por la cabeza del cliente que está al teléfono, “pues perfecto, ve como sí se puede hacer, por tanto quédese sin comer y sin irse fuera pues a mí usted y su familia me importan más bien poco, y solucione mi problema”, mientras ve que Albert, John y una compañera llamada Jane Jackson, o según John “Double J” que también están escuchando, bueno, a decir verdad todo aquel que esté a menos de 50 millas a la redonda está escuchando, hacen unos gestos que parece que acompañan a unos comentarios afines a los de Lewis, así que sin dejar pasar más tiempo Lewis echa mano de sus ya habituales folios y escribe en sus anotaciones a continuación de lo que ya había escrito de Joe Turnness que, “tiene que aprender a decir no a los clientes cuando algo sea inviable”, mientras, no recuerda bien qué empleado comentaba al resto algo contrariado, que ni aún haciendo eso que dice le va a dar tiempo a hacerlo con lo cual va a perder el tiempo, crear falsas expectativas al cliente y no conseguir nada, con lo cual el lunes será peor cuando tenga que explicar que no se consiguió. Lewis oyendo esto asentía desde su interior y pensaba en todo ello al tiempo que el reloj avanzaba, y para cuando volvió a la realidad ya casi no había gente en la oficina pues la mañana del viernes se iba acabando, y mientras John y Albert comentaban cosas sobre la jornada deportiva del siguiente fin de semana, Frank Marth salió de su despacho a la velocidad suya habitual, y ocasionado por su precipitación que normalmente no le lleva a ningún sitio, al pasar por delante de Lewis, y cuando quiere volver a su despacho pues suena su teléfono con insistencia, se le caen al suelo todos los papeles y las dos cajas con diskettes que llevaba en sus manos, discos de 3’5 pulgadas ya que la tecnología en la oficina estaba al nivel de un par de semanas antes de la prehistoria, con lo que Albert, John y el propio Lewis se agachan rápidamente a recoger aquel amasijo de objetos que extendidos por el piso, mientras Frank vuela hacia su despacho para contestar la llamada dejándose todo por el suelo y pidiendo a sus compañeros que hagan el favor de recogérselo. Lewis con su afán de ayudar, intenta, por el lugar donde han caído los papeles, adivinar a qué expediente pertenecen y volver a colocarlos en ellos, por lo que no tiene más remedio que leer algo de lo que en ellos pone, y ve que uno empieza diciendo, “Querido Anotnio”, en otro se indica, “estas son las mejores considiciones que he podicio conseguir”, en otro ponía, “y en caso de necesitar algo, llámame al”, seguido de un número de teléfono cuyas últimas tres cifras habían sido quemadas por un cigarrillo, y viendo todo aquel embrollo de gazapos e improperios, Lewis se acuerda de una frase que oyó decir a James con respecto a Frank diciendo que él no hablaba inglés pero que tenía un macarrónico fluido, y pensó que su lengua materna al pasar al medio escrito también encajaba en esa descripción, ya que hacer que las letras bailen en las palabras eran su mayor habilidad, pero en todo esto, Albert viendo la preocupación de Lewis y mientras los recoge todos en un mismo montón, le hace un gesto para indicarle que no se preocupe ya que Frank nunca se dará cuenta de que los papeles se han mezclado y colocado al azar en los expedientes, pero ahí no queda la cosa, ya que al ir a recoger las dos cajas de discos de su ordenador que también se le habían caído, se da cuenta de que en las etiquetas que hay pegadas a cada una de las cajas se refleja una manera muy peculiar de organizar discos, pues hasta donde su experiencia le llegaba, en las etiquetas se suele poner cosas como, contabilidad, bancos, copias de seguridad, exportación, importación, clientes, proveedores, y un sinfín de cosas por el estilo que ayuden a identificar lo grabado en ellos, pero desde luego, lo que nunca se hubiera esperado ver es lo que vio, en una caja su etiqueta ponía “discos rojos”, y contenía los discos fabricados con plástico rojo y en la otra, “discos azules” que por supuesto los contenía azules. Vamos a ver, salvo que se sea daltónico, creo que la única cosa que se puede saber de un disco con tan solo mirarlo, además de su tamaño, es su color, pensó, Lewis, lo cual hace innecesaria la etiqueta, vamos, es algo así como hacer una mudanza y pegar en las cajas folios diciendo, “caja grande blanca”, “caja de cartón mediana”, “caja de plástico con tapadera azul”, o en los frascos de legumbres, en vez de poner las palabras garbanzos, lentejas o habichuelas, pusiéramos tarro grande de cerámica, tarro pequeño azul o tarro amarillo de cacao soluble reutilizado. En fin, tras ver esto, a Lewis ya no le quedaban fuerzas para mucho más, así que tras serle agradecida su ayuda, cogió sus folios y anotó en ellos junto a las otras anotaciones que ya tenía de Frank, “ilógico y despistado”, cerró su bolígrafo, guardó los folios y despidiéndose de Albert y John, deseándoles buen fin de semana, partió rumbo a su hogar, donde por supuesto, sí funcionaban todas las luces

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