Ludiguer-Un mayo en la vida-Capítulo 17
Ludiguer - Un mayo en la vida - Capítulo 17
Viernes, 24 de mayo. Un día más, resignado como el garbanzo que va a la olla para formar parte de un sabroso cocido, llegó Lewis a la oficina de empleo que ya prácticamente se había convertido en su hogar. Como de costumbre, no pasaban más que unos minutos de las nueve y cuarto y unos grados del punto de cocción en los humanos, y para su desgracia, la silla más próxima al único ventilador de la sala estaba ocupada, así que tuvo que buscar un sitio donde situarse, y decidió hacerlo junto a una de las rejillas del aire acondicionado, más como algo psicológico que porque realmente saliera aire frío de ella. Así que allí se sentó a ver que pasaba ese día y al instante descubrió que había una voz nueva en ella, además, esa voz tenía acento extranjero, más concretamente francés. Se giró y vio que en la mesa de Irma había sentada otra persona, una chica de unos 18 años, morena y de mucha menos estatura que Irma y cuya cara le sonaba de haberla visto por las inmediaciones de la oficina alguna vez o bien al entrar o bien al salir. Pero él estaba seguro de haber visto a Irma ese día, aunque por un momento pensó, que si se les ha ido otra más de las personas válidas que hay aquí, cada vez los inservibles se apoderan más de los útiles como si de una película de invasores del espacio exterior se tratara y se preguntaba a dónde iba a llegar esta oficina, ya que no entendía muy bien aquello, por lo que el averiguar qué estaba pasando allí daba un nuevo aliciente a la mañana. Y para su alivio, no tardó mucho en ver en el destierro de una solitaria mesa a Irma, que con ésa ya eran tres las mesas que ocupaba para desempeñar su trabajo. La suya, la de Sara y la del destierro, luego ya sólo quedaba saber quien era aquella joven, porque, ¿no sería una de esas adquisiciones que Joe tenía en la manga?, y si lo era, las entrevistas las había hecho a la velocidad del rayo, aunque viendo los resultados de algunos otros procesos de selección, no le extrañaría,. Pero esa incógnita fue algo que se desveló por sí misma, pues de las más de veinte conversaciones telefónicas que mantuvo aquella joven durante la mañana, es más que posible que dijera a más de cuarenta personas distintas que era una estudiante francesa, bueno, fagansesa, y que estaba haciendo un tagabajo de fin de estudios pog lo que nessesitaba hablag con el diguectog, geguente o dueño de la empeguesa, aunque al final acababa hablando con el primero que por allí pasaba, ya que éstos estarían jugando al golf, al tenis, o igual hasta ocupados trabajando. Pero mientras ella estaba intentando encontrar información para su trabajo, el resto de la oficina ya consideraba el viernes como un tránsito entre la semana laboral y el fin de semana, pero a mucha menos distancia de este último, de ahí que por ejemplo Eleanor llevara una indumentaria más adecuada para ir al campo a saltar la cuerda que a una oficina, aunque con las ojeras y la cara de sueño por haber salido de fiesta la noche anterior no le permitieran estar para muchos saltos, por otro lado, Albert y John hablan de la jornada deportiva del fin de semana que viene, de su predicción, de lo que creen que va pasar o no en ella, Jane se entretiene cantando y buscando un buen bajista para su próxima actuación, pues canta los fines de semana en un club de jazz, Frank corriendo de punta a punta de la oficina y trasladando papeles erróneamente revueltos entre la ceniza de sus cigarrillos, Gerard, que debe ser un comercial, pues en las pocas veces que lo ha visto, lo podría definir como que sería capaz de vender sacos de arena a la gente del desierto, hielo en los polos y agua de mar en una playa, reparte su alegría y optimismo por todas partes mezclando su acento del sur con frases en Spandeutsch que intercambia con John, Mary Bell e Irma hablan de sus cosas y para culminar todo esto, Ann Bellyache les va contando su vida a todos según va pasando por delante de sus mesas en el camino desde los aseos hasta la calle, hacia donde se dirige con el paquete de tabaco y el mechero para fumarse otro cigarro más antes de disfrutar de una pieza más de fruta la cual le llevará más de veinte minutos para comérsela, y ya para culminar el ambiente de algarabía, unos obreros llegan por allí preguntando por James, pues vienen a colocar un panel que él había comprado dos días antes, así que tras salir de su guarida con su habitual traje de chaqueta, les indica el lugar donde han de colocarlo, y taladro en mano empiezan a hacer agujeros en el suelo, a sacar listones de aluminio, tornillos, destornilladores y el nombrado panel, que por estar aún con su embalaje no se sabe lo que en él pone, pero que por nada del mundo se perdería Lewis, así que busca una mejor ubicación, y en algo más de media hora ya está montado, pero más que el panel, lo que se ha montado es el caos, pues el panel se ha colocado en la entrada de la sala, pero para hacernos una idea de su ubicación es necesario saber que al entrar a la oficina hay un recibidor de unos tres metros de ancho que da paso a la sala, pues bien, un poco antes de llegar al lugar donde ambos, recibidos y sala, se unen, es donde lo han colocado, pero con la astucia de que éste no tiene más de metro y medio de ancho, con lo que queda otro metro y medio a su lado sin ocupar por el panel definiendo una especie de dos carriles imaginarios, uno con panel y otro sin, en el cual ya se ve que figura el nombre, que recordemos dijimos que podía ser “Precario” y logotipo de la empresa, una palomita de papel, además han tenido la gran lucidez de colocarlo a un metro setenta del suelo, con lo que su inauguración no se hizo esperar, y más o menos unos dos minutos después de haberse concluido la instalación y desaparecido los obreros, el primer mensajero que llegó con prisas tuvo los honores de hacer el bautizo oficial estampando, a falta de la botella de champaña tradicional, su frente contra él, y lo mismo hizo un cliente que salía despistado leyendo unos documentos, y con esto hoy Lewis ya ha tenido bastante y no le apetece ver más golpes y menos con el calor que hace en la sala, ya que cada vez que alguien entra y sale le hace sudar pues siempre espera oír el golpe de una cabeza contra el panel publicitario, así que decide coger sus cosas y marchar para casa, eso sí, con mucho cuidado de no ser otra victima del nuevo adorno adquirido por James.