Ludiguer-Un mayo en la vida-Capítulo 19
Ludiguer - Un mayo en la vida - Capítulo 19
Martes 28 de mayo, como en días anteriores, Lewis entra en la oficina de empleo que ya hace casi un mes le fue asignada, y lo hace tan despacio como le es posible con el fin de que la transpiración corporal se reduzca a la mínima expresión, pero como ya es tradición, el recibimiento es una bofetada de calor húmedo acompañado por las protestas de empleados como Albert y John que, luciendo sus mejores pantalones bermudas, a tenor de las peludas piernas que aparecen por debajo de sus mesas de trabajo, enumeran el grado de sudoración de algunas partes de su anatomía, degenerando hasta decir que si fueran griegos, ellos se llamarían Mr. Skrotos Skaldaos y Mr. Sudórosos Sóbakos, a lo que el otro le contesta que si fueran nigerianos serían Empapao N’Gallumbo y Toeltiempo N’Sudando, y el otro añade que en Escocia serian McHedor y McPeston, y en Irlanda Sally O’líen y Sean O’Dor, y cosas por el estilo más fruto del poco riego sanguíneo por pereza cardiaca que de otra cosa crónica, lo cual hace a Lewis sentarse en su silla con una ligera sonrisa en su cara. Por supuesto, Joe no ha ido a ninguna parte y ya está hablando por teléfono y Frank está aporreando las teclas de su ordenador para escribir uno de sus extensos mensajes con más gazapos que información, cosas que dificultan a Lewis llevar a cabo la tarea que tenía prevista para hoy, y es observar la música que se escucha por los altavoces del techo. Aguza su oído y mientras mira hacia arriba tratando que con este gesto las ondas penetren mejor en su aparato auditivo, se da cuenta con estupor de que hay un nuevo tubo fundido encima de la fotocopiadora y el fax, lo que le hace pensar si aquello puede ir aún peor, y realmente podía, ya que mientras lo mira, otro tubo empieza a parpadear, lo que le obliga a quitar la vista de él por lo incómodo para sus ojos que esto resulta, él entiende que si los tubos tienen una vida más o menos parecida, se fundan más o menos a la vez, pero lo que no entiende es que haya que dejar que se apaguen todos y trabajar con velas antes de cambiarlos. Pero pensando en esto con la mirada perdida en uno de esos maravillosos cuadros que aún cuelgan de las paredes, vuelve a prestar atención a la música, y se da cuenta de que hoy es clásica, y además incluso hay algo en ella que le resulta conocido, así que la escucha con agrado y al terminar la melodía una voz como venida de unos cuantos metros más allá del más allá dice, “Hemos escuchado un fragmento de Las Cuatro Estaciones”, y en ese momento Lewis pensó que con razón le sonaba lo que escuchaba pero no lo identificaba, y es que de las cuatro estaciones, él sólo ha oído días alternos que son los que salen por sus altavoces, ya que recordó que él sólo oía la mitad, y los de la otra parte de la sala habrían oído los días de las estaciones que él no, pero de lo que no cabía duda por el calor que allí hacía es que el verano salió por su altavoz, y tras esto la voz siguió hablando para concluir diciendo, “... y a continuación escucharemos el segundo movimiento de la Sinfonía 32 Opus 615 en Si Bemol allegro energico e passionato para clavicordio y orquesta”, lo cual, y pese a no saber de que pieza musical se trataba le alegró, ya que aunque el calor era inevitable, al menos la música haría ser más llevadero el tiempo allí pasado, de modo que se pone cómodo y se dispone a escuchar, o a medio escuchar, ya que los primeros acordes de piano suenan por el otro altavoz y él apenas los oyó. Pero tras unos titubeos comienza el clavicordio a decir aquí estoy, y lo que en un principio era una relajante sucesión de acordes, en menos de dos minutos se ha convertido en una inundación de notas y una marea de sonidos de tal modo que cada minuto se podría escuchar no menos de 400 notas, lo cual hizo que cuando ya habían transcurrido unos cinco minutos de alubión musical, Irma, totalmente exhausta de fusas y semifusas se levantara jurando en varios idiomas y mientras expulsaba por su boca palabras de grueso calibre cuya reproducción no es conveniente, apaga de nuevo la radio, mientras Albert y John se lo recriminan de manera jocosa, pues la sensación es que todos están ya un poco saturados de notas de clavicordio, bueno, todos menos Jane que esa mañana estaba especialmente unida a su teléfono y en un momento dado lanza al aire una expresión de desencanto añadiendo que tenía un gran problema, así que se despide e inicia una nueva llamada en la que explica el problema a alguien, así que le comunica a su interlocutor que tienen un problema, y cuando algunos compañeros suyos de la oficina se ponen ojo avizor para ver en qué consiste ese problema y en qué medida les puede afectar, Jane aclara que el escenario de su bolo del próximo sábado tiene un escalón en lugar de rampa y va a ser difícil subir todo el equipo para la actuación., lo cual hace a Lewis anotar en sus famosos apuntes lo siguiente:
* Jane Jackson
- Buena trabajadora, pero para su verdadera vocación que es la música.
- Tiene la cabeza en otro sitio.
Entre todo esto, Joe ha terminado una de sus extensas conversaciones telefónicas, lo que ha aprovechado Irma para encerrarse en su despacho y solicitarle un aumento salarial acorde que su desempeño laboral, pues recordemos que en este momento ocupa tres mesas, así que la conversación fluye y pasados unos momentos sale ella del despacho con lo que Albert denominaría como cara de H intercalada. Sus compañeros se muestran curiosos y rápidamente le preguntan que cómo ha quedado su solicitud, a lo que ella responde que le acaban de contestar que no le van a subir el sueldo, pero que lo hacen por su bien, ya que cuando las cosas vienen mal, siempre despiden primero a los que más cobran y así no estando en este grupo, no corre ese riesgo, a lo que todos coinciden en afirmar que en todo caso ese riesgo lo deberá asumir o no ella si así lo decide, además, ¿qué pasa si nunca hay despidos?, “pues eso”, respondió ella, que me quedo toda la vida cobrando una miseria, a lo que John le añade en plan burlón, que sí, pero con la tranquilidad de saber que cualquier documento que llegue de la central no es su despido. Todos sonríen de manera jocosa recordando tan inspirada, meditada y coherente respuesta y Gerard se levanta de su mesa y dice, que ahora le toca a él, y va hacia donde está Joe para entrar en su despacho, cerrando la puerta a sus espaldas y provocando la intriga del resto de la oficina, cuyos miembros se miran entre sí preguntándose qué pasa, cosa que en menos de un cuarto de hora se resuelve cuando la puerta se vuelve a abrir y sale Gerard haciendo un gesto con sus manos como indicando que se marcha, Lewis presta atención a lo que pueda decir, y al llegar a las mesas de Albert y John les aclara que no puede más y que se marcha, que ya está harto de oír que tenemos que hacer y que tenemos que hacer, pero al final nunca se hace nada, y les sigue diciendo que ya hace un par de meses comentó a Joe que así no se podía seguir, que o se hacía algo por mejorar y avanzar o él se iría, y le prometieron que se harían cosas, pero como nada se ha hecho mas que retroceder, lo siente pero deja la empresa. Las muestras de desencanto de sus compañeros son evidentes, las cuales se unen con comprensión, y Lewis piensa que sus valoraciones sobre algunos individuos de la oficina habían sido ciertas, y al final el tiempo ha venido a confirmar cosas que él en su día escribió en sus hojas de anotaciones. Así que con la satisfacción de su acierto, dejó correr el reloj hasta pasadas la una, hora en la que abandono aquella caldera en la que se había convertido la oficina, y no sólo por su temperatura medida en grados sino por la medida en mal humor, no sin antes cruzarse con los operarios que dos días antes habían instalado el panel publicitario en la oficina y venían a desmontarlo y a volvérselo a llevar.