Ludiguer-Un mayo en la vida-Capítulo 20

Ludiguer - Un mayo en la vida - Capítulo 20

Miércoles 29 de mayo, día radiante que ya a primera hora de la mañana deja a las claras lo que va a ser el resto. Calor, y más calor, alternado con momentos de altas temperaturas, y hasta parece ser que puede haber algún rato de bochorno, así que Lewis entra ya sudando en la oficina donde la situación no mejora lo más mínimo pues el aire sigue sin estar acondicionado y el tubo de luz que está fundiéndose le regala veinte o treinta guiños a su paso, que unido a la oscuridad que produce el resto de tubos fundidos, a algunos métodos de trabajo que allí ve y a los cuadros ya existentes, le empieza a producir la necesidad de pintar un par de bisontes en alguna de las paredes que aún quedan libres, y para reforzar su teoría, al poco de sentarse en su silla, suena el timbre de la puerta y cuando Irma contesta, está hablando unos segundos con alguien y vuelve a donde están sus compañeros para decirles que ha venido el vehículo del material de la oficina y que necesita que le ayuden a vaciar la furgoneta y a entrar las cosas ya que el conductor, Ralph, ha dicho que hacía calor dentro y él no podía entrarlo. En ese momento, tanto Albert como John se enfadan y le dicen a Irma que le conteste que le han dicho que el mismo calor hacía para ellos y que su labor no era ésa y sí la del transportista, pero Joe que salía en ese momento y ha oído las quejas de sus compañeros, ha empezado a mover la cabeza de un lado a otro como hacen los elefantes cuando se sacuden la trompa y ha salido hecho un poseso hacia la puerta. En ese momento Lewis ha pensado que menuda le va a caer a ese tal Ralph, y que muy bien por defender de ese modo a sus empleados y que no le gustaría estar en el pellejo del transportista, y cuando iba a apuntar esto en su hoja de anotaciones, al pasar por su lado le oye decir que si nadie lo quería hacer que ya lo vaciaría él en persona, y que todo lo tenía que hacer él si quería que se hiciera bien, cosa que para evitar males mayores obligó a varios empleados a dejar sus obligaciones y a ponerse a hacer las del transportista, mientras alguien decía que todo el mundo les tomaba el pelo. Así que ya que tenía sus notas a mano, decidió escribir junto al epígrafe dedicado a Joe que había desacreditado a sus compañeros cuando ellos defendían algo legítimo y además al hacer tareas de otros les obliga a descuidar las suyas. Y escrito esto, el hecho de que ahora haya menos gente en la sala, y con ello un mayor silencio le permite darse cuenta de que algo nuevamente suena por la zona del techo, pero otra vez ha olvidado ponerse entre las dos filas de altavoces y por eso se va a volver a quedar sin oír la mitad de la canción, o visto desde el lado optimista, sólo va a oír media canción. Haciendo un gran esfuerzo, pues con el entrar y salir de la gente con cajas de material, el sonido vuelve a perderse, llega a la conclusión de que de nuevo se trata de música clásica, pero hasta donde oye, es incapaz de identificar la melodía. Poco a poco las cajas van entrando y al terminar, entre gotas de sudor y juramentos en lenguas muertas, van todos los que han intervenido en la -operación descarga de material- a lavarse las manos, refrescarse la cara, y a lo que venga, bueno, todos menos Joe, que nada mas entrar en la oficina, recibe el aviso de que tiene una llamada esperándole y se va a su despacho a atenderla. Como de costumbre ésta es sonora y larga, no se fijó mucho en la hora de comienzo, pero no fue mas corta de 55 minutos, lo cual motivó que Lewis volviera a coger sus anotaciones y a escribiera en ellas: “por mucho negocio que se consiga, nunca una conversación telefónica de una media de 55 ó 60 minutos puede ser rentable”, y menos dos o tres por día, siguió diciendo para sí, lo que hace de doce a quince por semana que traducido a horas significa unas tres horas de trabajo menos al día, y siguió rumiando para sus adentros, que eso era presuponiendo que al menos el primer cuarto de hora de cada conversación era útil y ya el resto desechable por ser repetición de lo ya dicho o simplemente asuntos extra laborables, ahora se comprende que no haya tiempo para conseguir negocios ni hacer entrevistas a candidatos a los puestos vacantes, y siguió plasmando alguna de las ideas que le venían a la cabeza de manera esquemática en sus anotaciones, “quiere atender a tantas cosas a la vez que al final no consigue llegar a ningún lado ni terminar nada. Es el hombre de los eternos proyectos, permitiendo que los árboles no le dejen ver el bosque y convirtiendo su realidad en la realidad universal. No sabe valorar lo que tiene, emitiendo a veces comentarios que pueden herir a sus compañeros que son los que en realidad le apoyan y le sacan las castañas del fuego mientras él no tiene ninguna duda en posicionarse siempre a favor del de fuera, por más que el currículo de éste y la experiencia aconseje lo contrario”, y como de costumbre repaso sus anotaciones subrayando y remarcando cosas, pero cuando ya tenía casi todo repasado, Joe recibe otra nueva llamada que termina con su salida hacia la fuente a reponer líquidos y sus quejas al aire pues era de la central y según comenta, desde allí le imponen trabajar con un cliente al cual parece ser que allí nadie quiere hacer caso y por eso a modo de “favor”, se lo mandan a él, lo que le hace comentar que cada día hacen las cosas peor en la central y que cada uno va a su aire y habla su propio lenguaje como si fuera la “Torre de Papel”, pero que él no va a dedicarle tiempo a esta empresa, pues sólo le mandan lo que allí nadie quiere y no lo que es verdaderamente rentable y que si no les parece bien en la central, pues que ya saben lo que tienen que hacer, que le paguen lo que le tienen que pagar y que lo tiren. Ya que él está ya harto. Así que Lewis que ya le ha visto varias actuaciones de este tipo y sabe que son una mera explosión a modo de gaseosa recién agitada, anota en sus apuntes que, “está desmotivado y contagia esa desmotivación a sus empleados que al final son los que realmente pueden verse perjudicados por su actitud“, mientras los gritos de Joe pierden fuerza hasta desintegrarse, y una vez concluidos éstos, y como la gente está muy acalorada para llevar a cabo cualquier actividad que no sea sudar, el silencio retornó y por su altavoz oye decir, “y a continuación escucharemos el tercer movimiento de su sonata número 7 para violonchelo y triángulo en Fa sostenido opus 245 también conocida como la...”, y ahí dejó de oír lo que decía ya que Albert comenzó una serie de 15 estornudos consecutivos, con lo que se perdió el principio de la sinfonía para violonchelo por culpa del concierto de trombón con el que le habían deleitado en directo, pero al fin ahí estaba oyéndolo, y lo que el no se esperaba, es que el archifamoso tercer movimiento de la sonata número 7 para violonchelo y triángulo en Fa sostenido opus 245 fuera aproximadamente 25 ó 30 segundos de un Fa sostenido tocado por un violonchelo el cual era seguido por otros 25 ó 30 segundos de un Re bemol y éste por un Si, éste por un Fa de igual duración que los anteriores para volver a otro Fa sostenido, el cual era interrumpido en el momento más álgido de la melodía y cuando parecía que la orquesta iba a dar lo mejor de sí, por un tímido toque de triángulo, y vuelta a la serie de notas anterior, pero esta vez, una octava más baja y con alguna nota de piano suelta por medio de algún compás. Así que tan animada melodía unida al esfuerzo de la descarga de cajas y todo aderezado por el sempiterno y perpetuo calor húmedo de la oficina, y unas gotas de oscuridad por el pase a mejor vida ya mencionado de algunos tubos, y las canciones de fondo provenientes de los aseos de una incombustible Jane, hacían que el sueño campara a sus anchas por el lugar, lo que obligo a Lewis a coger sus cosas y marcharse a su casa antes de que Morfeo se apoderase de él y se lo llevara como prisionero o como aliado a su reino.

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