Marea Alta

Marea alta

Mark Lynas

Síntesis

Golondrinas y cambio climático

¿Cuántas golondrinas hacen un verano, pero uno muy cálido? Mark Lynas ha viajado durante tres años por todo el mundo recolectando las golondrinas que anuncian el verano del cambio climático. ¿Centenares de ejemplos serán bastantes? Más allá, o más acá, de las investigaciones de los meteorólogos y de los modelos climáticos desarrollados por potentísimos ordenadores, las sequías, las lluvias torrenciales, las tormentas de arena y la desaparición de los glaciares son señales claras de que algo pasa. Pero, parece, todavía que no creemos a las golondrinas.

Independientemente de lo que piensen los pastores, el lobo existe y algunas veces viene. Pedro puede mentir una y otra vez, pero las mentiras no matan al lobo. Mark Lynas (Fiyi, 1973), licenciado en Historia y Políticas, es otro Pedro que anuncia la venida del lobo del cambio climático, pero lo hace basando su argumentación en datos concretos y no sólo en estadísticas, contando a los lectores dónde se han producido ya dentelladas sobrecogedoras.

Las inundaciones que sufrió el Reino Unido en noviembre del año 2000, con alrededor de 10.000 hogares afectados y casi dos mil millones de euros de pérdidas, supusieron para Lynas el banderazo de salida de su gran reportaje sobre el tiempo -la tempera- y sus cambios. Uno recuerda las nevadas de cuando era niño, pero ¿es un recuerdo compartido por más niños de otras geografías? ¿Tienen validez para demostrar algo las percepciones personales?

Lynas ha viajado durante tres años a los cinco continentes buscando las señales del cambio. De Alaska y la ausencia de frío de verdad -ya nunca pasan de 30 grados bajo cero y antes era normal llegar a menos de 40- a China y el avance del desierto, ahora cerca de Pekín, pasando por el archipiélago de Tuvalu -cuyos habitantes ya piden asilo ambiental en Nueva Zelanda porque el incremento del nivel del mar anega sus atolones- y Perú, otro de los motivos del viaje

Otra de las estaciones de este vía crucis nos lleva a las reuniones internacionales sobre el cambio climático, a las discusiones sobre las reducciones y todo lo que eso lleva aparejado. El mercado de los humos, el de los bosques, el de las buenas intenciones y, en definitiva, la especulación con el futuro de quienes piensan que no pasará nada y que los que hayan tomado medidas habrán torpedeado alegremente sus propias economías. Lo paradójico es que el cambio climático afectará tanto a los que hagan algo para mitigarlo como a los que no y, como muestra la teoría de juegos, en el dilema del prisionero casi nunca se coopera para escapar.

En una generación, en dos a lo sumo, veremos si había lobo o no y cómo muerde en cada lugar. El cerebro humano no parece muy bien diseñado para prever el futuro -por eso abundan los echadores de cartas- así que no parece sencillo que nos hagamos a la idea del cambio climático y actuemos en consecuencia. La economía que mira sólo la cotización de la Bolsa del día siguiente no permite el paso a la prospectiva ambiental, así que los profetas del pasado avisarán entonces de lo que hubiera habido que hacer. Las golondrinas del cambio climático siguen llegando. Podemos seguir pensando que Pedro es un mentiroso o un exagerado, pero ¿durante cuánto tiempo más?

Fuente: Babelia. El País

23/10/2004

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