Necesitamos un poco de pánico
Necesitamos un poco de pánico.
Sí, lo necesitamos.
Durante estos últimos años, la noticia que nunca pasaba de moda en la televisión era lo mucho que está subiendo la vivienda, la vivienda sube, sube hasta las estratosferas de los precios, compra un piso y por idiota que seas le ganarás dinero, compra que esto es mucho mejor que lo de los sellos, compra ahora que todavía puedes pagarlo, compra antes de que seas demasiado viejo para que te concedan (nótese la palabra: concedan) una hipoteca suficientemente larga para saldar tu deuda.
Compra. Compra vivienda. Compra suelo. Compra lo que puedas como puedas, pero compra.
Tú no preguntes, compra.
Esto nos ha sumido en una especie de pánico consumista en el que todo el mundo compraba, unos por avaricia -una inversión a prueba de tontos-, otros para convertir tus ahorros de la vejez en algo tangible y otros por
simple
y puro
pánico.
Así es. Yo a mis treinta años ya he visto a muchos amigos hipotecar su vida para empezar a pagar ahora que todavía pueden, que siempre es mejor eso que tirar el dinero en un alquiler, y como sigan subiendo no podrán comprar ni un huequito debajo de un puente.
Nos han vendido bien la moto, ¿eh? Comprad, comprad, malditos, ahora que todavía podéis. Ese es el mensaje, y lo han gritado alto, claro, fuerte y tantas veces como han podido.
Esto es muy importante: en parte la vivienda sube porque todos creemos que sube. La gente acepta precios cada vez mayores porque da por hecho que la vivienda sube. Los propietarios piden cada vez más dinero y nosotros cada vez tomamos como normales precios más y más altos. Nos lo han machacado bien por televisión y en los periódicos: la vivienda sube.
Pero ahora resulta que los pisos están dejando de subir. Y en algunos sitios incluso (¡¡sorpresaaa!!) están empezando a bajar. Y todos en los medios de repente hablan con la boca chica ("desaceleración" que lo llaman, eufemísticamente) o directamente se callan como putas. ¿Por qué?
Porque podría cundir el pánico. Pánico entre los inversores, la sola imagen de ver disminuir sus jugosos beneficios les llena de pavor. Pánico entre los especuladores, los pequeños y los grandes, de pensar que habían metido mucho dinero en algo que al final podía no ser un pelotazo, después de todo. Quizá deberían haber pedido menos dinero por sus especulados inmuebles y haber vendido antes. Qué cagada, ¿no? Y pánico entre los trabajadores, no lo olvidemos. El ladrillo no les va a dar trabajo a todos, y no les va a dar trabajo siempre. Qué preocupación. Qué miedo.
España va bien a base de ladrillo. Muchos curros, muchas inversiones, muchos préstamos y mucho todo de todo. Muchas hipotecas. Mucho dinero prestado. Mucho dinero que aún no existe, sólo la promesa de devolverlo con intereses.
Y sobre todo, muchos años de condena para muchos jóvenes como yo que han firmado una hipoteca más larga que una condena por asesinato. Esos precios al alza que para otros son beneficios, para la gente de mi edad son años añadidos a su ya demasiado larga condena.
El miedo a que no haya nada a nuestro alcance en el futuro nos hace firmar esas condenas.
Necesitamos algo de pánico, pero en la dirección adecuada.
Porque si España va bien a costa de que los jóvenes de ahora nos esclavicemos para el resto de nuestros días, que le den por culo a España, al crecimiento económico y al modelo de desarrollo de los ...
Y no es que no me dé cuenta de lo que está en juego. Están en juego muchos miles, o cientos de miles, de puestos de trabajo. Están en juego muchas empresas inmobiliarias grandes y pequeñas que dependen de que haya algo que vender y mucha ansia por comprar ahora que todavía algunos pueden. Están en juego peritos, tasadores, promotores e inversores, pequeños y grandes.
Pero ¿sabéis qué? A toda esa gente yo les importo una mierda, así que ¿por qué debería preocuparme por ellos?
De modo que ahora que la vivienda está dejando de subir, y en algunos sitios está empezando a bajar, lo que necesitamos es que esa información se propague, que se meta en las cabecitas de la gente que ya no hace falta comprar lo antes posible, que si esperamos, los precios bajarán a un nivel más razonable. Que si compras ahora, pagarás más que si compras dentro de unos años. Que ahora lo que conviene no es comprar, es esperar, porque por fin las viviendas están empezando a bajar.
El miedo nos ha hecho comprar, ahora el miedo puede hacerles vender.
Los precios están empezando a bajar. Cuando te digan “los precios nunca bajan” responde: “bueno... ¡y una mierda!”. Bajaron en Japón. Bajaron en Suecia. Bajan en Estados Unidos y bajarán aquí.
Pero no verás a nadie en la tele y en los periódicos diciéndolo. No se muerde la mano que te da de comer.
De modo que, si queremos que se sepa, tendremos que decirlo nosotros. Si eres un mileurista como yo, que no le importas a nadie una mierda y que se supone que debes hipotecarte hasta cinco años después de jubilarte para mantener el modelo de desarrollo económico de España, plántate y grita “los precios están bajando” tan alto como puedas. Házselo saber a todos, los que compran y los que venden, para darles esperanzas a unos y miedo a otros.
Si nosotros no lo decimos, nadie lo hará. A nadie le conviene salvo a nosotros. Pero si conseguimos que esa idea se cuele en la sociedad con fuerza, la reacción no se hará esperar. Los compradores tendrán paciencia.
Y los vendedores, pánico.
Es justo lo que necesitamos.