Oidualk, Capitulo III: La nota
Tras revisar la casa y comprobar como el juez ordenaba el levantamiento del cadaver, la policía acordonó la zona. Todas las posibles pruebas habían sido envasadas en plástico, y los lugares sospechosos escaneados y fotografiados. El escaner de la habitación era bastante inquietante, parecía una puesta en escena, algo espectacular. Oidualk pasaba el dedo sobre la pantalla en la mesa, asignando las fotos a cada zona, completando el escaner como si fuera un puzzle macabro: las fotos de la ventana al final, las de la cama en medio, la puerta que daba al baño...No había duda de que alguien estuvo con Lee en sus últimos días, ya que un hombre sin brazos ni piernas ni ayuda mecanopédica no podía ir al baño, y menos a uno que estaba a tantos metros de la cama. La habitación era tan grande como una iglesia. Esto incidía aún más en el carácter ritual de la escena del crimen: un templete con el sacrificado en el altar-cama. Anotó esto último haciendo un círculo sobre la cama y escribiendo el comentario. Odiaba este trabajo de policía-oficinista, le parecía una pérdida de tiempo hacer un informe tan detallado. Pero con este caso no, parecía que iba a ser largo. Zuir entró.
- ¡Qué jaleo! No sabes la de gente que trabaja en la televisión. Y lo peor es que muchos no se habían enterado. Se lo he tenido que decir yo.
- Bueno es parte del trabajo - contestó Oidualk con la vista fija en la pantalla de la mesa.
- Sí, pero no sabes lo difícil que es intentar sacar información de una persona que se echa a llorar. Aunque estoy seguro de que muchos llorarían no por el fallecimiento de Lee, sino porque se iban a quedar sin trabajo. Era la estrella del programa, sin él no hay programa.
- ¿Qué clase de persona se atrevería a asesinar de esa manera a un telepredicador que conseguía un share del veintidos por ciento?
- Parece que no le importa crearse enemigos - añadió Zuir dejando la chaqueta sobre el respaldo de una silla. Se acercó a la pantalla donde Oidualk seguía colocando fotos - ¿Has hecho algún descubrimiento?
- No, de momento nada. Las pruebas sólo corroboran lo que ya suponíamos. Alguien tuvo que estar con él al menos un par de semanas. Lo lavaba, lo cambiaba de postura y le daba de comer, sino no hubiera sobrevivido más de tres días.
- ¿Y por qué no le consiguió unos implantes o llamó a la familia?
- Tiene que ser él, el asesino. No es lógico cuidar a un persona teniendo la posibilidad de ponerle unos implantes. Pero esperemos a la autopsia. Martin me dijo que no le llevaría demasiado tiempo.
- Tampoco es lógico cuidar a un tío que vas a matar. Hay que ser cabrón para hacer eso durante un par de semanas...
- A lo mejor no sabía que iba a matarlo, pudo ser algo no premeditado.
- ¿Entonces para qué mantenerlo en ese estado?
- Un secuestro quizás, pero no tiene mucha lógica secuestrar a alguien en su casa y pedir un rescate. ¿Qué has conseguido tú?
- En la televisión me han dicho que no le echaron de menos porque tenía vacaciones. Tres semanas, mañana tendría que haber ido al plató. Lo estaba sustituyendo otro tipo.
- Esto tiene mala pinta.
- Oye, deja el escaner, ya sigo yo, que te has tirado aquí haciendo el informe desde que volvimos de la casa de Lee. A mi al menos me ha dado el aire. Ya lo termino yo.
- Vale, como quieras, gracias - dijo Oidualk estirando la espalda. - Si llama Martin avisame.
- Descuida, no me meto en ese frigorífico sólo con Martin ni loco.
- Hasta luego - cerró la puerta del despacho y comenzó a andar por el pasillo kilométrico de la comisaría.
Como siempre que pasaba algo así, su cabeza comenzó a alienarle del resto del mundo. Sus pensamientos se enfocaban a aquella macabra escena en la casa de Lee. Aquel cadaver destrozado con los ojos manchados de sangre, la violencia que presentaba... todo le obsesionaba. ¿Como podía haber gente así?¿Qué clase de persona se metía en casa de un invalido y luego lo mataba. Todo el mundo tiene deseos violentos alguna vez, pero ¿quién es capaz de llevarlos a cabo y luego cargar con su conciencia? En el Upground se encontraba muchas veces con escenas de violencia. Rencillas, pequeños robos y bandas de críos hacían de este medio de transporte un peligro a ciertas horas. La maldad era siempre la misma, hicieras lo que hicieras, te saltaras un semaforo en rojo o robases a alguien, le pegases a un tipo o aparcases en un lugar donde estuviera prohibido. Pero ahogar a alguien metiéndolo los instentinos en la boca era otra cosa. Cada segundo que pasaba, cada paso que daba, se arrepentía más de haber participado en el caso. Y no se equivocaba: cuando llegó a la modesta puerta de su apartamento, con el buzón lleno de revistas y publicidad en el suelo, y abrió la puerta, lo primero de lo que se percató es de que la luz de la mañana le estaba jugando una mala pasada. Bajo sus pies había, reluciente, un sobre de plástico. Lo abrió y leyó su contenido. Bloqueado se sentó en el sofá, buscó con la mano y acertó a coger el teléfono. Dijo "despacho", y el teléfono marcó. La voz de Zuir sonó desde el otro lado:
- Aquí Zuir, dime.
- No te lo vas a creer...