"EL OSITO DE ORO"

Ese día, 23 de Diciembre, Roxana caminaba como siempre lo había hecho rumbo a su casa, después de una agotadora jornada de trabajo en un supermercado. Sus pensamientos la llevaban a recordar algunos episodios de su vida que ella creía eran pruebas para medir su fortaleza espiritual ante las adversidades de esta complicada existencia.

Recordaba con mucho cariño a sus padres y sus dos hermanos por allá lejos en el sur, a los cuales dejó hace tres años para venir a probar suerte aquí en la capital. Sola ahora, y en estas fechas que hacen que la soledad, exacerbe la tristeza de una persona que no puede compartir con nadie sus penas y las pocas alegrías encontradas en cosas muy simples puestas en su camino.

A Enrique lo conoció al mes siguiente que llegó a Santiago, pololearon exactamente tres meses y decidieron vivir juntos. Todo iba bien, él tenía un buen trabajo, arrendaban una pequeña pero bonita casa en La Florida, Roxana podía buscar un trabajo tranquilamente, pero todo se complicó cuando Enrique se le puso en la cabeza tener un hijo.

Estuvieron cerca de cuatro meses intentando que ella quedara embarazada, pero fue inútil, el veredicto del médico fue tajante, un problema durante el embarazo de la Mamá de Roxana, hizo que su sistema reproductor no se desarrollara adecuadamente, haciendo imposible la producción de óvulos, por lo que jamás podría engendrar un hijo.

Esta noticia fue como un balde de agua fría para Enrique y comenzó a alejarse de Roxana, hasta que finalmente se fue, dejándola sumida en la más profunda tristeza, que se agregó al hecho de que ella no podría nunca tener esa gran alegría, que significa el poder desarrollar el instinto maternal en todas sus expresiones.

Afortunadamente Roxana encontró un trabajo en una importante cadena de supermercados, por lo que no tenía problemas para poder pagar el arriendo y vivir digna pero austeramente.

A sus treinta años y con esta soledad que la acompañaba, pensaba que no valía la pena preocuparse por su aspecto, hacía mucho tiempo que ya no se pintaba, no era fea, tenía un tipo de belleza muy especial que era el reflejo de su estado interior, sus ojos tristes y su mirada cabizbaja, eran como un complemento a su hermosura. Se negaba a aceptar que era joven y podía encontrar alguien que la amara, a pesar de su problema, pero era como un castigo que se imponía asimisma.

Caminaba pensando todo esto, cuando algo la saco bruscamente de sus recuerdos, una voz la saludaba:

- ¡Hola Roxana!

Miró hacia todos lados para ver quien le había hablado, pero no vio a nadie.

- ¡Roxana aquí estoy, en el matorral!

Entonces miró hacia un arbusto que estaba como a dos metros de la vereda, y lo vio. Era un osito de peluche blanco, con un collar y un chalequito dorados y estaba colgando graciosamente con una gran sonrisa y una tierna carita entre las ramas del matorral.

En un primer momento ella creyó que era una ilusión, que su imaginación le estaba jugando una mala pasada.

- ¡Mírame soy yo el que te habla!, No es tu imaginación, acércate y tómame, hace tiempo que te estaba esperando.

Roxana se acercó al arbusto y lo observó con mayor detención. Era muy tierno, sus ojos tenían una gran dulzura y Roxana no pudo resistir una fuerza que la impulsó a tomarlo y tiernamente comenzó a acariciarlo sintiendo un gran amor por el.

Cuando lo tenía en sus brazos otra vez oyó que le estaba hablando:

- Hacía mucho tiempo que te esperaba y estaba muy triste por que no llegabas. Desde el cielo te elegí para que tu me cuidaras y fueras mi Mamá y por fin llegaste, ahora mi felicidad no tiene límites.

Roxana no podía creer lo que le estaba pasando ¿será real? -pensaba- no lograba convencerse.

- No le busques tantas explicaciones - le decía el osito-

- Sólo cree en lo que te estas viendo y oyendo, si escuchas que yo te hablo, ¡así es!, Y están de más tus prejuicios, los seres humanos siempre cuestionan las cosas hermosas con las que se encuentran en su camino. Si yo estoy hablando contigo, es una realidad, y si esto te da felicidad acéptalo y disfrútalo, no te niegues a las cosas que Dios te envía para ser feliz, solo cree y tómame para cuidarme y protegerme.

Roxana muy asombrada pensó:

Cuanta razón tenía, ¿ porqué debe importarmelo que puedan pensar de mí, o cuestionarme si es real o no, si estoy sintiendo tanto amor por él y esto me da felicidad?

Lo abrazó con mucho amor y se dirigió a su casa, iba muy feliz, hacía tiempo que no se sentía así.

Mientras caminaba sentía claramente como el osito le hablaba:

- Sabes que Dios me ayudó a elegirte como mi Mamá, porqué para mi no hay ninguna mejor que tu, y eso me lo dijo él, yo creo a ojos cerrados en lo que el me dice, me aseguró que contigo iba a ser muy feliz y que a la vez tu también lo serías, que tu me protegerías, y me cuidarías con el más grande amor que una madre puede dar, y ahora que estoy a tu lado siento que es verdad.

Roxana no se dio cuenta y empezó a responderle de manera muy natural:

-Si osito te voy a cuidar mucho y te protegeré de todo aquel que quiera hacerte daño o causarte algún mal, y te voy a amar tanto como si fueras el hijo que nunca podré tener.

El osito la miró y frunciendo el ceño le dijo:

- ¿ Porque crees que nunca podrás tener un hijo ?, Si tu lo deseas con todas tus fuerzas y confías en que Dios te ayudará a lograrlo, solo eso te debería bastar para que se produzca el milagro.

- Que fácil es decirlo osito, ¿ tu crees que si lo hago de esa manera se producirá ?

- Así es, yo estuve antes de venir para acá con Dios, y me pude dar cuenta que a todos aquellos que tienen fuerza, optimismo, y creen en que él los ayudará, les envía toda su luz para que logren las cosas buenas que se proponen.

- Si tienes razón, nunca tenemos la fuerza suficiente para creer o pedirle que nos ayude a lograr nuestros buenos propósitos, siempre hay algo que nos hace perder la esperanza, cualquiera nos dice que estamos locos o que ese tipo de cosas son patrañas y nos derrumbamos influenciados por lo que nos dijeron, en el fondo creo que la clave, es tener una gran fe y mantenerla ante cualquier adversidad.

- ¡Exacto! Esa es la clave -le dijo el osito-

- Voy a seguir tu consejo, vas a ver como a partir de hoy, tendré un gran optimismo y todo lo bueno que anhelo se me cumplirá.

- ¡Muy bien! Esa es la forma de enfrentar la vida, no te arrepentirás.

- ¿Cómo te llamas osito? - Le preguntó Roxana-

- No tengo nombre, solo sé que soy un oso de peluche enviado desde el cielo para hacerte dichosa y para yo ser feliz, ponme tu un nombre.

- A ver........ ya sé, te llamarás “Osito de Oro”, ¿te gusta?

- ¡Si! Mucho........está bonito.

- Ya osito de oro, ahora nos iremos a la casa a descansar, porque a partir de mañana mi vida comienza de nuevo, aunque creo que renací desde ahora al encontrarte.

Caminó con paso decidido hacia su hogar, irradiando una gran felicidad a su alrededor, parecía que los pájaros, las flores, el cielo, todo se conjugaba para dar un marco de belleza al paso de ambos.

Esa noche se acurrucó con el osito y durmió plácidamente. Al día siguiente despertó muy sobresaltada y lo primero que busco fue al osito, pensando que todo podía haber sido un sueño, pero no, ahí estaba a su lado mirándola con esa dulzura y esa ternura que tanto la habían impactado.

- Hola Mamá, ¿cómo estás?

A Roxana se le llenaron los ojos de lagrimas cuando sintió que el osito la llamaba Mamá.

- ¿Porqué lloras? -le pregunto-

- Es que es la primera vez que siento esa palabra dirigida a mí, y eso me hace emocionar mucho...

- Ya te lo dije, te elegí con Dios para ser mi Mamá.

Ella lo tomó y le dio un gran beso en su tierna carita. -y el osito le dijo-

- Hoy día es víspera de navidad.

-Si, lo sé.

- ¿Que vas a hacer? -consultó mirándola con sus ojos de vidrio-

- Bueno ahora tengo una gran alegría que eres tú, y voy a compartir contigo esta noche de amor tan especial.

- Voy a armar el arbolito de pascua hoy cuando llegue del trabajo, y vamos a esperar juntos el nacimiento del niño Jesús.

Ese día en el trabajo todos notaron el cambio que había experimentado Roxana, andaba feliz, irradiaba alegría a todos los que se acercaban a ella. Sabía que ahora tenía una razón para estar alegre, y esa razón estaba muy oculta en su bolso, era su tesoro que la estaba esperando para irse a casa a disfrutar de esta navidad.

Esa tarde llegó muy contenta a su casa, puso al osito en el sofá y comenzó a armar el árbol de navidad.

Nunca le había quedado tan bonito, pareciera que las luces y los adornos, reflejaban la alegría que había ahora en ese hogar.

Aquella noche después de cenar junto al osito, se sentó en el sofá quedando justo al frente del arbolito de navidad, y puso al osito a su lado y le dijo:

- ¿Sabes lo que le pedí a Dios?

El osito la miró y le contestó:

- no, no lo sé.

- Le pedí que me sanara para poder más adelante tener un hijo, y se lo pedí con tanta fuerza y fe, que estoy segura que me lo concederá.

- ¡Muy bien!, Eso es fe, tener la seguridad que si uno cree firmemente, se hace realidad.

- ¿Sabes una cosa Mamá?

- Si dime.

- Quiero que cuando vayan a ser las doce, me pongas bajo el arbolito.

- Y porqué me pides eso, si tu no eres un juguete para mí, es más, creo que eres un hijo.

- Por favor hazlo, necesito que a esa hora me pongas en el arbolito.

Roxana al ver que se lo estaba pidiendo con tanta fuerza, más parecía un ruego, le dijo:

- Está bien si así lo deseas, lo haré.

Cuando eran alrededor de las 23:50, tomo con mucha ternura al osito, y lo puso bajo el arbolito de pascua, sin antes darle un beso, luego se sentó nuevamente en el sofá y desde ahí le dijo:

- Te amo mucho, y siempre te amaré pues cambiaste mi vida.

- Gracias Mamá - le respondió el osito-

Roxana se quedó mirando fijamente aquel diminuto juguete que había hecho que su vida tomara otra dimensión, ya no veía las cosas con el pesimismo de antes, era como haber nacido de nuevo a una vida plena de felicidad y de esperanza.

Cuando fue exactamente la medianoche, noto que el osito empezaba a iluminarse, y esta luminosidad iba aumentando paulatinamente hasta casi cegarla. Roxana no entendía nada de lo que estaba pasando, como al minuto la habitación estaba totalmente resplandeciente y esa luz impregnaba a Roxana, llenándola de una gran sensación de paz y bienestar. Llego un momento en que sus ojos ya no pudieron soportar la brillantez de esa luz y tuvo que mirar para otro lado. De pronto sintió el llanto de un bebé en la parte de abajo del arbolito y en ese preciso momento la luz desapareció, pero ahí estaba, era un precioso niño que tenía el osito de oro agarrado con su manito derecha. Roxana se levantó del sofá y prácticamente se abalanzó sobre el niño, tomándolo y aferrándolo a su pecho y llorando desconsoladamente por el milagro que se había producido aquella noche de amor.

El osito la miró y le dijo:

- Ya no llores mamá, tu se lo pediste a Dios y el te lo concedió, tal vez no como tu te lo esperabas, pero el sabe porque hace las cosas, de la manera que las hace.

Esta es la última vez que te hablo mamá, sólo fui una herramienta para producir el cambio en ti, ahora mi espíritu habitará el cuerpecito de tu hijo y este osito será el juguete más preciado que el tenga durante toda su infancia, cuídame mucho porque como te dije antes te elegí con Dios para que fueras mi Mamá.

Actualmente José Ignacio crece feliz junto a su madre y el osito de oro lo acompaña en todos los juegos y es el principal recordatorio que tiene Roxana, para no decaer en la fe que debe poner ante todos los actos de su vida.

FIN

Dedico esta narración, a todo aquel que cree en los milagros que se pueden producir cuando tenemos fuerza, perseverancia, optimismo y fe en las cosas buenas que deseamos para los demás y para nosotros mismos, y que si mantenemos la visualización en nuestra mente, de las cosas positivas proyectadas, no tengan duda que se harán realidad.

Patricio Liberona V.

Diciembre 2000

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