PASEO NOCTURNO

Las luces de la gran ciudad, brillan en la noche seduciendo para salir a dar un gran paseo, por esos lugares secretos donde se puede uno deshacer de una gruesa parte de mal vivientes.

Siempre he dicho que es mejor, que desaparezcan personas, las cuales ya no son necesarias y que nadie se preocupa de ellos. Me preparo como siempre para salir a disfrutar del gran festín, llevando mi mejor traje, todo negro de corte inglés, unos zapatos bien lustrados y mi hermosa camisa blanca de grandes holanes claro, sin olvidar mi reloj de bolsillo porque es muy importante la hora.

Después de aguardar con paciencia a que den las once de la noche, salgo volando por la ventana disfrutando del paisaje, me encanta que brille la luna así se puede encontrar mejor a las víctimas. Después de una breve exploración del lugar y, habiendo seleccionado a mis próximas víctimas, me desplazo hasta la calle para iniciar mi rondín como invitando a estos mal

vivientes a que se me acerquen como si fuesen a darse ellos el banquete.

No tardé mucho en percatarme, que vienen tras de mi cinco o seis personas, de aspecto terrible y tal vez un poco alterados como las personas alcohólicas o drogadictas, ¡que fastidio todos son iguales!.

Para hacer esto más íntimo y más privado, me dirijo a un callejón obscuro y sin salida, la suerte para estos infelices ya está echada solo falta ver si improviso o selecciono quién es el primero y quien es el último, me gusta disfrutar de los retos. Justo cuando me introduzco al callejón parece que se excitan y me alcanzan de manera violenta, a la cual reacciono serenamente y con un giro delicado quedo frente a frente con mis agresores.

Solo una mirada basta para que el primero de la lista se aterrorice, y con un golpe directo al estómago como si mi brazo fuese lanza desgarrando todo el abdomen, dejando salir sus jugosas tripas, sin causarle la muerte. El siguiente fue más rápido, con un giro estrepitoso que mis manos dieron a su cabeza, se desplomo tal como palo de escoba, sin tiempo de gritar pero con el pánico causado nunca gritan ni tienen tiempo de reaccionar.

Ya con la excitación, tomé a los siguientes dos del cuello, a cada uno con una mano y con tenue apretón, fueron asfixiados hasta sacarles la lengua morada. El último ya que conté mal y solo eran cinco y no seis como pensé, al principio, tal ves las sombras me engañaron o no me fijé bien.

Fue el más placentero festín, claro sin olvidar al que tenía las tripas de fuera y estaba aterrorizado, bueno ese último quedo inmóvil y sin ninguna defensa lo abracé como si fuese mi hermano y acercando cariñosamente mis colmillos filosos y blancos que con facilidad penetraron en esa yugular agitada como río y fluyendo líquido plasmático con sabor a gloria absorbía.

Sin darme cuenta en lo que deliraba, alimentándome el primer hombre yacía en el suelo con los ojos abiertos y una cara impresionante de terror, había muerto de un paro cardiaco, no pudo resistir el impacto, que mala jugada quería divertirme más, pero bueno; No sé cómo de reojo vi, que había un individuo atrás de un contenedor de basura, estaba

con los pantalones mojados, la cara desfigurada por todo lo que acababa de atestiguar, menos mal no me había equivocado si eran seis, y lo mejor estaba por empezar.

Me acerqué sigilosamente y lo tomé del cabello, con un movimiento rápido le arranqué el cuero cabelludo, fue tan perfecto el movimiento que me traje todo el pelo, dejándole un aspecto donde asomaba su

cráneo con un color rojiblanco seductor. Arranque sus brazos, primero

el izquierdo y después el derecho tuve que esforzarme más pero fue grandioso. La sangre brotó de su tronco por las heridas, y me apresuré tomando sus piernas para romperlas como si fuesen de papel, pero sin dejarlo caer, ya que con una mano trozaba y con otra lo sostenía clavando mis garras entre sus costillas para sujetarlo bien.

En ese momento, sonó la alarma de mi reloj, avisándome que tenía que apurarme para regresar pronto a mi departamento, fue cuando con las dos manos partí el cuerpo en dos partes y lo aventé al suelo así salí volando dirigiéndome con gran rapidez a mi lugar de descanso.

Ya en mi departamento con cortinas gruesas para dejarlo en total obscuridad, vi con mis ojos brillantes las manchas de sangre en el traje inglés que portaba, que desagradable es tener que mandar a la tintorería la ropa sucia después de estar agotado.

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