Relato real
Me encerraron ayer por la noche, justo después de cenar.
No tuve tiempo ni de despedirme de mis compañeras. Me subieron por una rampa empinada y resbaladiza, amenazando con pegarme, empujando violentamente, gritando en un idioma aterrador hasta que noté una pared en la oscuridad y no pude avanzar más. En ese momento sentí como se retiraban y cerraban una puerta a su salida, y yo, presa del pánico, estaba inmóvil pero temblando, no pude contener mis necesidades y lo manché todo. La habitación se quedó entonces en silencio y en completa oscuridad...
Al rato oí la llamada de mis compañeras histéricas, que preguntaban por mí, comencé a gritar y pareció que se tranquilizaban al sentirme tan cerca, entonces callaron de golpe y supe que venían a por mí otra vez. La habitación se comenzó a mover y yo deslizaba por el frío suelo metálico tratando de mantener el equilibrio, mis propios orines hacían que deslizara aún más y me apoyaba en las esquinas. Esto duró unos quince minutos, hasta que la habitación ha dejado de moverse. Han abierto la puerta y por fin he visto la luz del día, un olor pestilente me ha golpeado en la cara al asomarme por la puerta y las mismas voces me han obligado a bajar por la rampa, he saltado sin saber donde caía y me he hecho daño. He visto a otras y otros como yo, que no conocía, algunos seres extraños con rostros afligidos encerrados en celdas en este frío sitio, y por fin me han encerrado a mí, en la celda 9bis.
Estoy viendo como se llevan uno a uno a mis nuevos compañeros de penurias.
Algunos gritan, escupen voces desgarradoras hasta que de pronto todo queda en silencio.
Sí,
ahora sé que voy a morir.
Deio a 11 de agosto de 2005