La revolución nevera
Algunos inventos barren el mundo en una onda expansiva que transforma el mundo entero a su paso para siempre.
La nevera es uno de esos inventos. Su ola de transformación todavía no se ha extinguido aún, más de medio siglo después de haber sido inventada.
Si piensan en el impacto de la nevera, parece que nos da algunas ventajas superficiales. Tener cerveza fría, almacenar alimentos perecederos durante un tiempo razonable, poder conservar parte de la comida de un día para la noche o el día siguiente con solo taparlo... pequeñas comodidades que nos ofrece ese aparato. ¿Tan grande fue su impacto realmente?
Las ciudades modernas tienen la forma que tienen porque se inventó la nevera.
Las comidas precocinadas. Los envases grandes. No necesitar la existencia del lechero. Hielo. Tener cerveza fría para ver el fútbol en casa con los amiguetes. Dejar a los hijos comida congelada para tres días y desaparecer, sabiendo que podrán comer aunque no sepan freír un huevo. Poder guardar carne más tiempo. Pescado congelado. Verduras ultracongeladas fuera de temporada disponibles todo el año. Los productos perecederos podían guardarse más días, o si se congelaban, incluso semanas.
De repente, ya no era necesario hacer la compra a diario.
De repente, era posible concentrar las compras de comida en unos pocos días.
De repente, la existencia de supermercados gigantescos fuera de la ciudad tenía sentido.
De repente, la existencia de pueblos dormitorio y barrios residenciales en medio de ninguna parte con pocas o ninguna tienda de comestibles era posible.
De repente, uno podía comprar todo lo que necesitaba en la casa en un solo sitio un sábado.
De repente, podíamos salir del trabajo más tarde porque podíamos llenar la nevera en otro momento. Podíamos tener jornadas laborales que no te dejaran hacer nada más en ese día.
Aprovechar la oportunidad. No hacer preguntas. La posibilidad de exprimir el horario de los trabajadores apareció y no se dejó escapar.
Desde el mundo antiguo con sus esclavos hasta la neoesclavitud de facto en la que muchos vivimos ahora, la explotación siempre ha tenido límites, y los límites han sido la atención a las tareas domésticas más básicas. Pero la nevera permitió hacer esa tarea de una vez en tu día libre, y la sociedad cambió de tal manera que nos obligó a que esa tarea la hiciéramos en nuestro día libre. Los jóvenes del mundo con contrato precario podíamos entrar a trabajar antes que nadie y salir cuando ya no quedaba ser vivo en la calle. La atención a la elemental necesidad de comer ya no servía para salir del trabajo a una hora más razonable, y gracias a los precocinados el tiempo necesario para comer o cenar podía reducirse a minutos.
Es una guerra sin fin que probablemente empezó mucho antes de que el hombre se bajara de los árboles. Los que quieren esclavizar contra los que no quieren ser esclavizados. Seguimos aprovechando las oportunidades que nos aparecen para subyugar a nuestros semejantes.
Y, sin embargo, la nevera no sólo permitió que los solteros y las familias fueran encadenadas y condenadas a hacer la compra los sábados en un hipermercado junto a otros varios miles de familias en la misma situación.
Contribuyó a que las esposas del mundo salieran a trabajar.
Una familia y una casa no se mantienen solas. La comida no se hace sola, la compra no se hace sola, los platos no se friegan solos y la ropa no se lava sola. Pero entonces van unos tipos e inventan máquinas que limpian los platos, lavan e incluso secan la ropa, y además tenemos un trasto que conserva la comida durante días o semanas.
Ya que las máquinas hacen ese trabajo, podemos irnos todos y dejar la casa sola.
Pero, por supuesto, la sociedad siempre cambia de tal manera que convierte las oportunidades en obligaciones. Y la posibilidad de que las esposas pudieran trabajar se transformó en la obligación de tener que trabajar, porque hoy en día con un sueldo casi no te mantienes a ti mismo, no digamos una familia entera.
Y así las ventajas que nos dio la nevera se transformaron en obligaciones. Y las posibilidades en requisitos.
Igual que pasó con el teléfono, el coche, la lavadora, la televisión y otros muchos aparatos optativos que acabaron convirtiéndose en obligatorios, que nos han dado alternativas de vida que se han acabado imponiendo como la única opción posible, la nevera ha barrido el mundo entero con una ola de cambios que ha borrado ciertos modos de vida para siempre.
Y, como no, los seres humanos nos las hemos apañado para que no todos esos cambios hayan sido para mejor.