El último concierto

Mi nombre es Rodrigo, no me considero punk ni nada parecido, lo mío es otra cosa, curso el segundo año de periodismo, aunque ahora eso no viene al caso. Julián, mi hermano mayor, me pidió que contara esta historia para la posteridad, para dejar una constancia sobre el final de Los Desalmados, la banda de punk rock que tuvo durante años junto al Turbio y al Perno, sus inseparables camaradas de andanzas. Ellos si que eran verdaderos punkie's, o eso creo al menos. En fin, yo aprovecho de escribir esto para presentarlo en el ramo de “escritura creativa”, el cual estoy a punto de reprobar (está es mi última oportunidad para salvar el ramo) pero como sé vera más adelante, alguna participación me cabe también en los hechos.
Recuerdo que ese día llegamos temprano al local. Por una vez en la vida Los Desalmados querían actuar como profesionales y no hacerle perder el tiempo a nadie.
El grupo tenía que probar sonido a las dos de la tarde, creo que estuvimos en la puerta del local desde las once de la mañana. Pero nos dieron las cuatro y seguíamos afuera del teatro, esperando, aburriendonos infinitamente.
Por más que mirabamos y dabavamos vueltas, no se veía absolutamente a nadie que tuviera relación con el concierto: ni técnicos, ni guardias, ni otras bandas, público, nada. El teatro parecía estar vació, no abrían la puerta, y eso que golpeamos con fuerza la entrada, incluso le dimos varias patadas seguidas (bueno, Julián y el Turbio le dieron como burros a la puerta) Llamamos por teléfono al organizador del concierto, pero esté ya había salido de su casa y no teníamos forma alguna de ubicarlo. Habíamos cometido un error idiota -como equivocarnos de lugar o de día, podia ser posible- o todo era una gran joda. Cosa extraña, es que nadie pensó en la opción más probable: que el concierto se hubiera suspendido y que nadie nos hubiera avisado, pero bueno, cuando se trataba de tocar tampoco pensabamos muy claramente, nunca lo haciamos supongo, o nunca lo hicieron ellos en verdad, yo que se.
Al final decidimos esperar un rato y luego, si correspondía, mandar todo a la mierda. Julián optó por encerrarse en el auto, poner la radio a todo volumen y fumar, fumar y fumar un cigarrillo tras otro. El Turbio se dedico a cambiar las cuerdas de su guitarra, aunque sin esperanzas de subirse a tocar, yo y el Perno nos sentamos en la calle a esperar el desenlace de todo aquello. Debo aclarar en esta parte que yo no era oficialmente parte del grupo, a veces los acompañaba en los conciertos haciendo las veces de roadie, y esa era mi contribución.
-¿Bueno hasta que hora esperamos? preguntó el Turbio después de tensar las cuerdas. Julián se bajo del auto, encendió un nuevo cigarrillo, abrió el estuche de su bajo y comenzó a limpiarlo cuidadosamente.
-¡Hey bajista saco de hueas! a ti te pregunto ¿hasta que hora nos quedamos acá? No hay que engañarse, ellos siempre se trataban así y Julián con el Turbio eran los mejores amigos desde siempre.
-No se huevón ¿Por qué no llamas de nuevo al Lupo? Haber si sabe algo de este puto concierto
Yo había imaginado que entraríamos al teatro usando alguna puerta lateral, donde un gordo tatuado nos chequearía en la lista de grupos. Pensé que tendríamos camarín y botellas de cerveza gratis, mucha cerveza gratis, como en las películas. Este era el primer recital grande de los Desalmados, la primera vez que iban a abrir para un grupo importante, en un teatro importante. Hasta el momento era todo una mierda.
Los Desalmados eran un grupo marginal, se presentaban regularmente en festivales punks, en canchas de baby-futbol, gimnasios y sedes vecinales de población. Siempre les gusto tocar de los primeros o de los últimos, por que les gustaba hacer de público. Si salían de los primeros se podían quedar el resto de la tocata tomando cerveza, compartiendo con los amigos y escuchando al resto de las bandas. Cuando iban de los últimos, podían subirse sumamente ebrios y hacer el peor show del mundo y a nadie le importaba. A esa altura generalmente el público estaba igual de borracho que ellos. Muchas veces ni siquiera alcanzaban a tocar, se armaba algún lió, una pandilla venia a saldar cuentas con otra pandilla, alguien empujaba o pasaba a llevar a alguien, una mirada desafiante y hecho: una gresca en apariencia menor deribada en batalla campal con la consiguiente suspensión del recital. Tampoco era raro que les vinieran a cortar la luz al expirar el tiempo de permiso municipal (cuando existía aquel permiso) Más de una ves también apareció la fuerza pública alertada por los vecinos, aburridos de la bulla y de que jóvenes ebrios se fueran a mear en los antejardines de sus casas. Tocaran o no tocaran, abrieran o cerraran, los Desalmados siempre gozaron en las tocatas. Ese era el epitome de la diversión para ellos. Por eso esto del recital grande, abriendo a un grupo importante, en un recinto importante, estaba resultando una mierda. Habíamos perdido la hora de almuerzo y estábamos pasándolo fatal, era todo una gran mierda de hipopotamo.
Cuando los ánimos decaían a un punto trágico se vio una luz de esperanza, comenzó a ver movimiento en la calle, la gente despertaba de su siesta (eran las cuatro y media). Abrieron el bar que quedaba a la esquina del teatro. Esa era una buena señal ya que si se hacia el concierto, esa tarde tendría clientela asegurada. Una pareja de abuelos paseaba a su perro, probablemente venían del parque Almagro. Cuando nos vieron fuera del teatro dieron media vuelta y se devolvieron, “miedosos de mierda”, dijo el Perno, quien para pasar el rato se puso a fumar una marihuana experimental que compró de encargo.
El Turbio volvió y comunicó lo que pasaba, habló con Fernando de los Ratas Sucias, solo los Jubilados (la banda importante) probarían sonido. El concierto se hacia de todas formas. Los cambios se informaron esa mañana pero nadie nos aviso. Luego de que emitimos sendas sacadas de madre contra el Lupo (el organizador del evento), el animo mejoro bastante. Aunque a mi, de la nada, me comenzó a doler un tobillo. Ese jodido tobillo que me fracture un mes atrás jugando baby futbol y que nunca revisé con un medico. Asumí que el dolor era producto del acarreo de instrumentos y amplificadores desde la casa de Julián y del Turbio, que era el lugar donde ensayaban los Desalmados, hasta la casa de Ursula, mi novia, quien prestó el auto de su papá para trasladar los equipos al teatro.
En este punto conviene hablar del Lupo. Él es un punk de los antiguos, tiene una tienda de discos en el centro y organiza conciertos esporádicamente. Había conseguido traer grupos punk españoles y también organizó la visita de algunas bandas argentinas. Mucha gente opina que el Lupo es en realidad un vendido al sistema y que no salva a nadie. Su tienda siempre es más cara que en otro lado, desde hace un tiempo ya no vende solo discos y camisetas, si no que también chapitas, tazas, pósteres, mochilas, parches, tintes para el pelo, cinturones, alfileres de gancho y una gran variedad de accesorios. Otros opinan que nada de eso tiene algo de malo, ya que a su tienda se la estaban comiendo los otros locales que aparecieron de pronto como callampas, y que traen toda la última moda para vestir a los punk de escaparate. Hay quienes opinan que si no gana plata no podría seguir haciendo recitales. Al menos sigue trayendo a grupos respetables. El día en que comience a traer grupos de mierda, solo para vender tickets, se convierte oficialmente en un vendido. Estas ideas son opiniones que escuche de Julián.
Los Desalmados tenían ciertos reparos con este concierto, pero al fin y al cabo iban a compartir escenario con los Jubilados y eso era lo más importante. Quedaba toda la tarde por delante antes de que comenzara el concierto. El Turbio dijo que aprovecharía el tiempo para realizar unos tramites. El resto fuimos a un bar, teníamos fatiga del hambre. Entramos y pedí dos completos italianos, Julián y el Perno querían papas fritas, acompañamos la comida con tres cervezas de litro. Le pregunte a Julián si no temía que el Turbio se retrasara en sus tramites, o que no volviera a aparecer, justo ahora que se confirmaba el concierto. El Turbio era famoso por salir a comprar cigarros o cualquier cosa y perderse un par de horas y en algunas ocasiones, días enteros sin que nadie supiera nada de él.
-El Turbio puede ser el huevón más turbio que yo conozca. Dijo Julián. Un alcohólico y un drogo. Pero cuando se trata de tocar nunca a fallado, a lo mejor fue a llamar a Susana, me contó que anoche volvieron a pelearse.
-Con razón estaba tan callado en la mañana, me da la impresión que ellos siempre terminan la relación y luego vuelven y así se la llevan ¿no es cierto?
-Es que la mina no soporta que él no trabaje y se quede en la casa tocando guitarra o jugando computador. Además del asunto del trago y las drogas.
-Susana tampoco es una santa que digamos.
-Debe tener otras ideas la mina, vivir juntos, casarse, no sé, cosas de minas.
El Turbio había sido por años el mejor amigo de mi hermano. Como persona era un paradigma completamente único. Una suerte de personaje mítico. Yo lo conocí una noche que Julián apareció en casa con él, lo presento como "Turbio" así tal cual. Un momento de perplejidad notable, estábamos a puntos de irnos a la cama. Mi madre lo recibió educadamente: “bienvenido a nuestra casa joven", venían los dos muy borrachos, muchísimo. Julián le ofreció el sillón grande al Turbio para que este durmiera, él preguntó por el baño, se metió dentro y vomito artísticamente sobre las paredes para luego quedarse dormido junto a la tina. Al otro día se reivindico preparando el desayuno, hizo su receta personal para la resaca: huevos con tomate, queso y orégano. Mi madre quedó tan encantada con la combinacion, que se olvido de la obra de arte organica que cubria la pared de su baño.
El nombre real del Turbio era Gabriel. Según cuenta el mito, Gabriel es el hijo rebelde de algún personaje poderoso, algunos dicen que relacionado con la política. Supuestamente se aburrió un día de la hipocresía que lo rodeaba, abandono el hogar mientras estaba en el primer año de universidad y se trasladó a vivir a una casa ocupa cerca de Vicuña Mackenna. Su padre le ofreció arrendarle un departamento, viajar al extranjero, lo que fuera para evitar el escándalo de tener un hijo anarquista, que vivía en un almacén abandonado en una comuna de Santiago. Gabriel solo aceptó que le siguieran pagando la universidad, la cual para sorpresa de varios terminó sin problemas y sin reprobar ramos. El año 96’ obtuvo el titulo de Profesor de Historia y Geografía, alcanzó a trabajar medio año en el mismo colegio donde hizo la practica, después lo despidieron por no seguir los programas de estudio. No paso ningún contenido regular y hacía que sus alumnos vieran películas de Kubrick y la saga del Padrino. Después de esa experiencia renuncio a la enseñanza. Nadie sabe con certeza su apellido ni mucho acerca de su pasado. Vivía de lo que podía vender en la feria libre los fines de semana y algunas veces traficaba marihuana. Terminó atendiendo una botillería cerca de la casa ocupa donde vivia, llamada "Las Turbinas". Supuestamente el apodo de “Turbio” se lo dio un borrachín habitual del local, es una especie de derivación del nombre de la botillería. Las únicas personas que podían decir seriamente que lo conocían eran Susana (quien era su novia) y mi hermano Julián. Con Julián se conocieron a mediados de los 90’ durante una protesta para el 11 de septiembre, según palabras de mi hermano: Cuando el once era feriado y cuando se salía a protestar de verdad. Fue la primera vez que Julián caía detenido, cursaba cuarto medio. En el calabozo se puso a conversar con un chascon que lucía una camiseta de los Jorobados, ese era Gabriel. Hace unos cuatro años Julián abandonó a la mitad la carrera de administración de empresas, no tenía plan alguno, la pasaba de vago en la casa. Mi viejo lo amenazó con echarlo a la calle si no buscaba trabajo, volvía a estudiar o hacia algo productivo de su vida. El prefirió irse a vivir con el Turbio, quien por entonces había dejado a los ocupa. Arrendaron una casa, el Turbio se consiguió dinero y se turnaban para trabajar en “Las Turbinas”. Si estaban cortos de plata traficaban marihuana. Nunca supe que les haya faltado comida. Mi vieja a veces los iba a ver y les preparaba almuerzo, yo me dejaba caer cuando hacían carretes, unas fiestas eternas totalmente desquiciadas. Al mes de vivir juntos armaron la banda. Julián no sabia tocar ningún instrumento. Vendió su bicicleta, algo de marihuana y se compro un bajo, el Turbio le enseño a tocar. Yo tenía un amigo baterista que gustaba del punk rock, Julián y Gabriel lo apodaron casi instantáneamente “El Perno”. No conozco a nadie que sepa tanto de marihuana como él. Comenzaron a ensayar y un día Julián me mostró una letra y pidió mi opinión, la canción se llamaba "No eres nadie". Le siguieron varias más, Julián escribía las letras y el Turbio con el Perno se encargaban de componer la música, no se complicaban en exceso, un par de acordes y listo. Lo siento, estaba contando lo del último concierto, es verdad, estoy disperso estos dias. Bien, decia pasamos bastante rato en el bar, habíamos ingerido la cuarta ronda de cervezas cuando decidimos salir del local y volver al teatro. Íbamos caminando cuando el Perno me indicó un cartel: "Jubilados en el teatro Lautaro, Sábado 25, junto a bandas invitadas, ".
-Ya lo había visto, le dije.
-“Bandas invitadas” Ja ja, estos maricones ni siquiera nos ponen en el cartel. Dijo él. En los alrededores se veía a los primeros grupos de punk. Algunos comprando en las botillerías, otros pidiendo plata en la calle. Uno se acercó a Julián:
-Pelao, una moneda para ver a los Jubilados.
-¡Piérdete huevón!
-Soy malo, era solo un pendejo. Dijo el Perno.
-Estoy seguro que va a gastar la plata que logre juntar en vino y después va a querer entrar al concierto por menos o gratis, así se va a morir la escena. Respondió Julián.
-Como si nunca hubiéramos entrado a un concierto regateando. Dije yo. Él no contestó. En el último tiempo Julián había cambiado de actitud, en ningún caso colgaba los bototos o algo parecido, tal vez estaba madurando, aunque eso es absolutamente relativo. Que tenía otra actitud, era innegable. Con mi vieja quedamos helados cuando propuso una bienvenida para Guillermo, mi otro hermano que vive en Canadá. Ellos no se hablaban hace años, eran agua y aceite, actitud comprensible pues mi viejo intento repetir con Julián lo que había hecho con Guillermo, es decir, criar un hijo modelo: Ingeniero, residente en el extranjero, buen trabajo, esposa, hijos, etc. Funcionó hasta que Julián cumplió doce o trece años, ahí se topo con el punk rock y el plan de mi viejo se fue a la mierda. Guillermo es la copia de mi viejo, Julián y yo nos parecemos a mi madre. Yo por ser el más chico, me lleve la mejor parte, mi viejo nunca se metió conmigo. Guillermo y Julián lo dejaron demasiado agotado. En el mes que Guillermo estuvo en Chile, él y Julián se reconciliaron, incluso Guillermo fue a un ensayo de los Desalmados y nos sorprendió a todos sentándose a tocar la batería. Mi vieja era las más feliz, habían pasado muchos años sin que sus hijos se comportaran como lo que eran: hermanos. Guillermo, como regalo de despedida, le compro un bajo nuevo a Julián. Pero sigamos con la historia del concierto.
Volvimos al teatro y nos metimos al camarín de los grupos teloneros. Ahí estaban los Ratas Sucias y los Malcrios, las dos bandas que junto a Desalmados teloneaban a los Jubilados. Teníamos cervezas gratis, no muchas. El camarín hervía: novias, amigos, asistentes, etc. Julián y el Perno se fueron a conversar con los Malcrios, yo me senté junto a Fernando de los Ratas Sucias, la única persona a la que conocía entre toda esa gente, me preguntó por el Turbio.
-No se, yo pensé encontrarlo acá.
-Yo hable con él en la tarde, anda raro ese huevón.
-Sí, anda raro, asentí.
-¿El Turbio no es el guitarrista de los Desalmados? preguntó alguien cerca de nosotros.
-Ese mismo, respondió Fernando.
-Yo lo vi hace quince minutos atrás en el bar de la esquina.
-¿Estaba fumado? pregunté.
-De hecho yo pase por el lado y me pidió un cigarro. Busque a Julián de inmediato, al Turbio solo le dan ganas de fumar cuando esta borracho. Que lo estuviera no era lo grave, él podía tocar borracho, de hecho lo hacia la mayor parte de las veces. El problema era que el Turbio pierde la noción del tiempo, podía seguir pegado horas en la barra y faltaba poco para que comenzara el recital. Julián salió a buscar al Turbio, comenzaron a pasar los minutos y ninguno volvía. Al fin llegó la hora de salir a tocar. Se acordó que empezarían tocando los Desalmados, como faltaban integrantes, abrieron los Malcrios. Salieron todos del camarín a ver al grupo, incluso los Jubilados se asomaron a ver la banda. Solo el Perno y yo nos quedamos adentro, él echaba mil puteadas al aire mientras yo atacaba las cervezas gratis que quedaban. De pronto apareció Julián, venia solo.
-¿¡Y el Turbio!? ¿no lo encontraste?
-Sí lo encontré
-¿¡Y por qué chucha vienes solo!?
-Lo acompañe al paradero, se fue a la casa, el huevón estaba muy borracho, no quería tocar.
-¿O sea que el recital se fue a la mierda? pregunté. El Perno comenzó a patear lo que tuviera delante, lanzando, si es posible, muchas más puteadas. Julián se sentó, abrió una cerveza y prendió un cigarro, parecía que se hubiera ido completamente. Me sorprendió su reacción, lo normal es que se hubiera puesto a lanzar patadas e insultos como hacía el Perno.
-¿Y si tocas tu Rodrigo? La guitarra del Turbio esta ahí, señaló un estuche. El perno paro de maldecir.
-¡Ahí esta huevón! Asunto arreglado. Mi reacción inmediata fue negarme
–Han tomado mucho los huevones, yo no me subo. Algunas veces iba a los ensayos y me ponía a tocar con ellos, me sabia algunos temas, pero yo no era de la banda. Llevaba poco tiempo aprendiendo guitarra, menos de un año, no me sentía capaz. Por lo demás ya estaba medio ebrio. Ni Julián ni el Perno acogieron mi negativa, me pasaron la guitarra del Turbio y prepararon una lista nueva de canciones incluyendo solo las que yo podía tocar, unas cinco o seis.
-Par de huevones porfiados, les digo que me da vergüenza salir a tocar, se me van a olvidar los acordes.
-Tranquilo Rodrigo, dijo el Perno, yo tengo el remedio ideal para los nervios. Creo que lo dije, el Perno es la persona que más sabe de marihuana que yo conozca, no es un drogo cualquiera. Tiene la misma pasión por la hierba, como un enólogo la tendría por el buen vino.
-Mira, tengo white widow y capspecial, esta huevada experimental y esta planta amarilla Para mi “cap” dijo Julián.
-Servido el señor, dijo el Perno.
-¿Lo que fumamos siempre? pregunté.
-Para los carretes, colocón ligero y agradable. Yo creo que ahora te hace falta algo más potente. El Perno sacó una cajita metálica con una hierba amarilla. Mis conocimientos en yerbas son casi igual de nulos que mis conocimientos sobre vino, yo solo fumaba cuando acompañaba a los Desalmados a las tocatas. Los Malcrios terminaron su show. Julián habló con el Lupo y con los Ratas Sucias para que tocáramos de inmediato. No me di ni cuenta cuando estaba arriba del escenario, la guitarra del Turbio colgando, el teatro, las luces y el público dándome vueltas alrededor. No veía bien a la gente, en realidad no veía bien nada. Conecté la guitarra, subí el volumen y toqué un acorde. Jamás me había escuchado tan alto. El sonido retumbaba por el teatro, el estruendo me provocó pánico. Julián acomodado desafiante frente al micrófono permanecía inmóvil .
-Saluda al publico huevón y bajémonos luego. Dije para tratar de sacarlo de ese estado. Julián bebió cerveza de una lata, ajusto el atril del micrófono y se mandó lo siguiente:
-¡Buenas noches y bienvenidos a todos uds hijos de la gran puta maraca. Nosotros somos los "Desalmados sin Almas", este recital es una mierda, vamos a tocar solamente por el dinero que nos pagan (no nos pagaban ni la locomoción). Esta canción se la vamos a dedicar a los Jubilados y a todos uds huevones sin cerebro y váyanse todos a la concha de su madre y metanse el punk rock por el culo! El Perno marcó un dos tres y descargamos "No eres nadie", la primera canción de la lista. La canción era corta y rápida, duraba dos minutos. Yo creo que la tocamos en uno y medio. La versión más furiosa de un tema de los Desalmados de toda la historia.
Obviamente ocurrió el desastre.
Definitivamente el discurso de Julián, sumándole la ira que le pusimos a la canción, provocaron una reacción caótica entre la gente. Comenzaron a llover los escupitajos sobre el escenario, nos gritaban insultos, alguien lanzó una botella de cerveza que casi me mata. Un pelado se subió al escenario decidido a golpear a Julián, este se quitó el bajo y se lo hubiera quebrado en la cabeza a su atacante si los guardias no intervienen a tiempo. El Perno lanzaba sus baquetas al público, no con la intención de regalarlas, sino de en lo posible partirle la cabeza a alguien. Sobra decirlo, no tocamos un segundo tema. Desenchufé la guitarra y me bajé del escenario, me fui directo al camarín. La gente me hablaba, no escuche a nadie, solo sabia que me sentía pésimo. Me encerré en el baño, no se cuanto rato estuve vomitando, debió ser harto. Julián golpeó la puerta.
-¿Estas bien huevón?
-Todavía sigo vivo.
-Que bueno porque nos vamos.
-¿A la casa?
-A cualquier lado Rodrigo, nos vamos a celebrar.
-¿Celebrar?¿Celebrar la media cagada?
-Por eso no, por el último concierto.
-¿Y el Perno?
-Quiere ver a los Jubilados.
-Puta el huevón perno...
Con Julián salimos del teatro. Afuera, justo en frente, se agrupaba un grupo de punks que no pudieron entrar, entre ellos estaba el pendejo que nos había pedido plata. Bebían vino de una garrafa.
-Lo que nos falta, que nos caigan a palos. Por suerte el pendejo no nos vio. Camínanos hasta la Alameda. Tuve que sentarme un rato, todavía estaba mareado. Julián compró sopaipillas y se sentó a mi lado.
-¿Que pasó con el Turbio? pregunté.
-¿Con Gabriel? En su casa debe estar.
-¿Por qué no quiso tocar?
-Lo encontré en el bar de la esquina. Me vio y me pidió un cigarro, le dije que teníamos que tocar, el dijo que primero hiciéramos un brindis “Después hacemos brindis maricon del hoyo, ahora vamos al teatro”, el Turbio insistió. ¿Y por qué huevada brindamos? Pregunté. Por mi hijo Julián, voy a ser papá, me respondió.
-¿¡El Turbio!? ¿¡Papá!? Julián me confirmó la noticia.
-Susana esta embarazada de tres meses, Gabriel se enteró esta tarde cuando la llamó. Si yo quedé choqueado con la noticia, imagino que al Turbio se le derritió el cerebro.
-¿Y que va a hacer?
-Renunciar a la banda, buscar trabajo de profesor de Historia y pedirle matrimonio a Susana. Era la noticia más extraña que había oído en bastante tiempo. No me imaginaba al Turbio ni casado, ni de papá. Y por lo demás me parecía rarísima la reacción de Julián, como si aquello fuera algo normal. En todo caso, si era completamente normal.
-Gabriel me pidió ser el padrino de bodas y de su hijo.
-¿Aceptaste?
-Obvio, es mi mejor amigo. Terminamos de comernos las sopaipillas y Julián sugirió comprar una caja de vino y tomarla sentados en alguna banca.
-Acá cerca esta la “escalera al cielo”
-¿Que es eso?
-Una botillería clandestina de “urgencia”, la única que esta abierta siempre, toda la noche, todos los días del año.
-No la conozco. Julián sonrió. Caminamos un trecho, golpeamos el portón de un estacionamiento. Julián habló con un guardia y entró, al cabo de unos instantes volvió cargando una bolsa de plástico negra, dentro una caja de tocornal tinto. Nos sentamos en una banca del bandejon central de la Alameda, Julián abrió la caja, bebió un sorbo y comenzó a hablar.
-Ya no vale la pena, la gente va cambiando. Tú viste que en el recital habían puros pendejos. Yo voy a estar de cumpleaños.
-Faltan dos meses. Le recordé.
-Cumplo veintiséis, eso es estar más cerca de los treinta que de los veinte. El Perno me había dicho que aquella hierba amarilla, luego del efecto relajante, producía euforia e hilaridad. Comencé a entrar en esos estados, recordé lo que acababa de pasar, el salida de Julián en el recital, la situación actual, todo demasiado cómico.
-Sabes Rodrigo, creo que la revolución parte en uno mismo, luchar con el enemigo interno es la primera forma de rebeldía, me di cuenta de eso cuando estuvo Guillermo en Chile, y con lo de Gabriel se me confirma. Tener ciertas responsabilidades no te hace un huevón de mierda. Si no te interesa nada, si eres un huevón apático, no hay manera de que cambies nada. Yo sabia que Julián, pese a lo que habíamos bebido y consumido, hablaba honestamente, convencido de lo que decía. Pero el efecto de la droga era fuerte y no pude contener la risa.
-No te rías maricon, hablo en serio. Julián se molestó. Se me volvió a revolver el estomago, no aguantaba el vino. Volví a vomitar. Julián se levantó y meo en un árbol cercano, nos cambiamos de banca. Era evidente que estábamos borrachos y drogados en una grado altísimo.
-Este fue el último concierto de los Desalmados y solo tocamos una canción, somos una banda del hoyo, decia Julian. Yo sentía que me volvían los vómitos.
-Tengo que buscar donde vivir, le dije a Gabriel que no se preocupara, él y Susana se van a quedar en la casa.
-Oye Julián. Interrumpí.¡Te measte los pantalones! Una mancha humeda oscurecía la pierna de su pantalón hasta la rodilla. Nos largamos los dos a reír. Decidimos irnos a la casa. Hacía frío y el vino producía un asco absoluto. Quería comer algo caliente y dormir hasta tarde.
-Mañana voy a hablar con el viejo, hace tiempo ofreció llevarme a trabajar a la empresa. A lo mejor vuelvo a la casa.
-El viejo no va a creer que quieres volver, pero la mamá va a estar recontenta.
-La vieja huevón... lo que pasa Rodrigo es que la vieja es una santa.
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