"EL VIEJO MARIO"

Ahí estaba con sus sesenta y cuatro años enquistados como parásitos a su espalda, conversando animadamente con la fotocopiadora, mientras de tanto en tanto le hacía cariñitos a la corchetera. Los piropos eran la mejor solución cuando la impresora amanecía con los monos y no funcionaba, de esta manera aseguraba su activa y positiva participación en la impresión de importantes documentos que le pedían urgente.

En su pequeño reducto, rodeado de todo tipo de máquinas bulliciosamente parlanchinas, había pasado estas últimas décadas, después de haberse iniciado hace veinte abriles como parte del equipo de aseo de la empresa. Esperaba calmo el momento de su jubilación, para retirarse a su casa junto a su esposa a descansar en el tranquilo atardecer de su vida.

Su jefe y sus compañeros, se habían acostumbrado a sus rarezas y a la estrecha y curiosa relación que el viejo Mario mantenía con los aparatos de la oficina. Lo más notable era que en su trabajo nunca había tenido fallas, muy por el contrario, era extremadamente responsable y se desempeñaba perfectamente en su rutinaria labor, a pesar de sus excentricidades.

Siempre aconsejaba a todo el mundo:

- “Mientras ustedes no logren una comunicación y armonía real con los elementos y personas que los rodean, siempre se encontraran con dificultades de todo tipo”.

Todos lo escuchaban recelosos y reían. –Está chalado- Decían. ¿Cómo darle crédito a las incoherencias vomitadas por alguien que habla con máquinas y útiles de escritorio? Ese era el concepto que la mayoría tenía del viejo Mario. Yo siempre lo escuché y en mi silencio, analizaba y pensaba mucho en sus palabras.

Siempre he creído que cualquier idea que a alguien se le ocurra, por muy descabellada que parezca, es por que en algún lugar puede ocurrir, si no, me temo que no podría aparecer en la mente de nadie. Por lo tanto cuando veo o escucho cosas que son un tanto inverosímiles, les pongo atención, pues tal vez sea una señal de que algo nos están tratando de decir.

Mucho me llamaba la atención, cuando tenía que pedirle alguna fotocopia u otro servicio, la profunda sabiduría que emanaba de sus afirmaciones.

Siempre recuerdo algo que en una oportunidad me dijo, impactándome profundamente y que después lo hice parte de mi forma de vida.

Una mañana, necesitaba armar unas carpetas con fotocopias para una reunión que tendría durante la tarde y me dirigí a su lugar de trabajo.

- Buenos días Mario, ¿Cómo está?

- Muy bien señor gracias.

- ¿Me puede ayudar a armar estas carpetas con fotocopias?

- ¡Encantado! –me dijo muy entusiasmado.

Mientras el sacaba las fotocopias, bromeando le pregunté.

- ¿Y cómo se han portado sus amigos metálicos?

- Muy bien, somos un gran equipo. Una complementación así deberían tener las personas de esta empresa, pero no, sólo discuten y discuten sin lograr armar buenos grupos de trabajo como el que tengo con mis amigos.

- Pero llevarse bien con las máquinas es fácil –le comenté- Ellas obedecen todo lo que se les pide.

- Está usted absolutamente equivocado –dijo con mucha seguridad-, ¿ha estado malhumorado fotocopiando o imprimiendo algo y las máquinas no funcionan?

- ¡Mmmm! Déjeme pensar –Y tenía toda la razón. Muchas veces me ha pasado que no estoy en un muy buen día y me fallan las máquinas- Si puede ser –le dije.

- Pues bien –agregó Mario-, cuando usted está emitiendo vibraciones negativas, estas afectan todas las cosas, animales y seres humanos que hay a su alrededor. Si esto sucede con una persona, la primera reacción de ella es discutir con usted o alejarse. La máquina no tiene esta posibilidad, de manera que su respuesta inmediata es dejar de funcionar o hacerlo mal. ¿Me comprende?

- Interesante tesis, pero ¿cómo sé yo si esto es verdadero?

- Pues haga la prueba. Envíele vibraciones positivas a todo lo que hay a su alrededor, y cuando digo a todo, esto incluye cosas, plantas, animales y personas. Yo soy un poco mas exagerado, porque le hablo a todos estos aparatos en términos positivos.

Si consideramos que las palabras son emitidas a través de vibraciones, también tienen un efecto armónico, por eso mis amigos metálicos nunca me fallan y me llevo muy bien con ellos.

En el jardín de la casa, junto a mi señora –siguió explicando Mario-, jamás perdemos oportunidad de hablarle a las plantas y decirle lo lindas que están. Y si usted las observa por largo rato, empieza a haber una comunicación con ellas y se siente la presencia de algo, distinto del vegetal que hay ante nosotros. Para mí, eso es vivir en armonía con todos los elementos. Yo nunca podría hacer daño a una planta o a un árbol, menos a un animal o a un ser humano, porque al percibir aquello que está más allá de las flores o espinas de un rosal, de la mullida piel de un gato o del andrajoso cuerpo cansado del anciano mendigo, logro comprender la esencia de todas las cosas y seres que me rodean y entiendo que son parte de mí.

Después de esta gran explicación de Mario sobre su relación con el entorno, sonriendo me entregó las carpetas con las fotocopias. Yo me despedí agradeciéndole y profundamente impactado por lo que me había conversado me fui a mi oficina.

Las palabras del viejo Mario, continuaron dándome vueltas en la cabeza los días siguientes de aquella breve conversación. Todo lo que me había dicho caló profundamente en mi. Inconscientemente estaba empezando a considerarlas y ni cuenta me di, cuando mentalmente estaba adulando mi computador o acariciando el teclado y el mousse para que no me fallaran y fueran mis aliados en la lucha diaria para sacar adelante todas las pegas que me daban.

Cuando me iba a casa, mantenía mi atención en relacionarme armónicamente con todas las cosas y personas que se me cruzaban en el camino. Es increíble como este ejercicio cambió mi existencia. Todo me resultaba muy bien, mi estado era de una constante alegría y los conflictos a los que me enfrentaba en el trabajo o en mis relaciones con las personas, los resolvía con la técnica que el viejo Mario me explicó.

Cada vez que tenía oportunidad, me arrancaba con el pretexto de pedirle cualquier trabajo, para hacer que me hablara de tantas cosas que eran de una gran profundidad y verdad.

Una vez recuerdo, lo encontré muy demacrado y cansado y así me lo manifestó.

- ¿Que le pasa que está tan pálido? – Le pregunté.

- Me he sentido muy cansado este último tiempo. – Se quejó entre decaído y melancólico.

- Debería tomarse unas vacaciones para que se recupere.

- Si, lo he estado pensando y más que unas vacaciones, creo que voy a tramitar mi jubilación. Necesito retirarme a descansar y hacer las cosas que ya a mi edad se deben realizar.

Cuando escuché esta cuasi decisión, me quede muy como para adentro y me asombré que esto me sucediera.

- ¿Y, usted cree que ya sea tiempo de hacerlo?.

- Si, creo que mis capacidades físicas ya no me acompañan y necesito ese retiro para encontrar la tranquilidad y la paz que a estas alturas de la vida, uno ya comienza a necesitar con mucha fuerza, para hacer una especie de inventario de lo que hizo en la vida y de esta forma poder equilibrar las cosas negativas y las positivas que en mi existencia realicé. Para poder tener estas reflexiones, uno debe estar tranquilo, sin obligaciones que cumplir, sólo vivir y encontrarse con esa parte que está en el interior de todos. Quiero permanecer en mucho contacto con la naturaleza, disfrutando de las cosas donde no ha intervenido la mano del hombre, al hacerlo, se está en contacto directo con Dios, y eso creo, me dará la armonía y paz necesarias para terminar mis años sabiendo que mi paso por este mundo tuvo alguna validez.

- Que puedo agregar, sí con lo que me acaba de decir, me dan hasta a mí, ganas de jubilar. Lo dice usted con una fuerza y seguridad en lo que hará, que convence y entusiasma a cualquiera.

Mi vida y mis actividades continuaron. Siempre estaba aplicando lo que el sabio hombre me había enseñado. Comprendí perfectamente que la relación con todos los elementos que a uno lo rodean, debe ser siempre armónica. Lo que le pasa al del lado a la larga me afectará a mí, que la naturaleza la materia y nosotros, somos parte de una misma fuente, por lo tanto debemos relacionarnos con estos elementos como si se tratara de nosotros mismos.

Meses después supe que el viejo Mario se había retirado de la empresa. Me dio mucha tristeza porqué lo había empezado a considerar como un padre y a la vez como un maestro, que cambio por completo la forma que yo tenía ahora para transitar por la vida. El jamás supo el efecto que causaron sus palabras en mi, pero yo sabía que su misión era esa. Si de entre cincuenta personas que lo consideraban un loco, una sola captó la sabiduría de sus mensajes y la aplicó en su diario vivir causándole un cambio positivo importante, la tarea que él tenía se cumplió cabalmente.

Creo que en todas partes existe algún viejo Mario que debemos escuchar. A veces los oídos y los ojos de nuestras almas están tan cerrados, que no pueden ver u oír a personas como él y al contrario, los despreciamos, dejando pasar excelentes oportunidades de adquirir gran sabiduría para poder enfrentar este complicado mundo en el que vivimos.

Mi gran guía y maestro ahora debe estar disfrutando y conversando con todas sus cosas y acercándose cada vez más al creador.

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