Vibrant Disturbance III, 200 altavoces transmitiendo un diálogo entre la luz y la sombra
A menudo no somos conscientes de la profundidad de conceptos como sonido, luz o imagen. Son elementos que en algunos casos poseen altos roles cosmológicamente hablando. La luz, por ejemplo ha sido el foco de estudio de científicos, alquimistas, filósofos, artistas o poetas. El sonido ni hablar; además de la música, representa un campo de estudio que vale por sí mismo en tanto lo sonoro propiamente dicho es un reflejo del universo en una perspectiva particular.
El sonido no son meras ondas elásticas en el espacio acústico, en tanto hay expresiones del sonido en otros ámbitos de la realidad: en la poética, en los sueños, en el mito, hasta en la matemática, como lo ha sido desde la antigüedad. Ahora bien, allí en la imaginación y la capacidad de crear, encontramos un puente entre estos dos frentes (luz y sonido) donde se entrelazan para construir experiencias estéticas donde ambos siempre están, en forma de luz y de oscuridad, de silencio o de sonido; pero siempre están.
Cuando escuchamos a oscuras, escuchamos diferente. De igual forma no es lo mismo observar un lugar en silencio, a observarlo entre mucho ruido. Lo ocular y lo auricular están en una estrecha relación, de la misma forma a como la luz y el sonido se encuentran en la vibración, pareciendo tocarse, alterarse, fundirse en una misma ecuación, en una misma puerta al cosmos, siguiendo a Tesla.
Como un fascinante ejemplo de esto, Vibrant Disturbance III; una instalación sonora y visual creada por el artista Christian Skjødt, donde se explora de una forma bastante particular la relación existente entre la luz y la sombra; a través de un circuito que traduce la intensidad de luz de la sala, en sonido.
Así el tiempo va marcando una variación en el sonido conforme las diferentes etapas del día y los cambios de clima van alterando las condiciones de iluminación, que afectan el sonido emitido por nada menos que 200 altavoces activos de forma simultánea, conectados a 100 circuitos electrónicos, todos tejiendo una red ciber-sónica de 5468 metros de cables.
Aunque probablemente sea muy diferente presenciar la instalación a simplemente apreciarla en un vídeo, se puede intuir cierta reflexión sobre lo espacial que se traduce a su vez en una intención granular con el sonido, en tanto el sistema generativo toma la luz como intérprete del sonido de cientos de intermitencias, pulsos y otra serie de ruidos que hacen su camino entre los pequeños altavoces, resultando de ellos una masiva nube de granos que a su vez sirve de retrato de un diálogo entre lo iluminado y lo oscuro.
Visualmente es también interesante, cómo se disponen los circuitos y de qué forma se aprovecha estéticamente la ubicación y el método de suspensión de los altavoces. De hecho hay cierta emulación del espacio sonoro visto desde lo granular, donde varias fuentes generan un mismo fluido sónico. Esa limpieza que genera la obra, aun cuando está construida por cientos de elementos, logra una sinergia entre el sonido y la imagen igualmente certera que recuerda un poco a ese efecto de la complejidad minimalista logrado por otro artista, el conocido zimoun.
La obra fue exhibida en Műcsarnok Kunsthalle Budapest, Hungría entre octubre y noviembre de 2014.