Lo mejor: Sonido atemporal, interfaz que invita a la improvisación, estética
Lo peor: Difícil de programar sin un programador externo. Solo cuatro patrones de usuario.
Datos de la unidad comentada
| Año de fabricación: 1980 | Precio pagado: 600 € (usado)
Si hay algo de lo que el Sr. Kakehashi fue responsable, entre su enorme legado de instrumentos electrónicos, es del concepto moderno de cajas de ritmos en particular. Ace Electronics se fundó para crear acompañamiento rítmico para músicos de órgano y continuó la tradición bajo la marca Roland. No menos de 20 modelos de caja de ritmos precedieron a la CR-78 (1978), que fue la primera en permitir memorias programables por el usuario. En cada iteración de estas máquinas se refinaba el sonido y la interfaz cada vez más, pasando lentamente del simple acompañamiento de teclistas a convertirse en un instrumento maduro en sí mismo. La música recordará a Roland como la compañía que dignificó la caja de ritmos, definiendo así los nuevos géneros musicales que emanaron de estas.
En mi opinión, hay dos aspectos en esta noción de sintetizador de batería maduro. El primero es el sonido. El TR-77 (1972) ya tenía un toque distintivo que lo diferenciaba de los productos de la competencia. También estableció los estándares para el segundo aspecto, la interfaz y el manejo. La mayoría de las primeras máquinas de Roland podían mezclar patrones preestablecidos y establecer volúmenes de instrumentos. En la CR-78 se amplió todo esto, refinando el sonido, llevándolo al límite de la expresividad usando la tecnología analógica y agregando más funciones interactivas, como rellenos programables, fundidos y muting de instrumentos. Es, con mucho, la caja de ritmos más divertida y con mejor sonido de los setenta.
Hoy en día con las opciones de retrofit midi y el avance en opciones de clocking e interfaz analógicos es una máquina muy bien integrable en el estudio, donde encaja bien con casi cualquier género. Desde ambient hasta techno, pasando por indie pop es una máquina a la que se le ha ido reconociendo su musicalidad universal con el paso del tiempo.
Lo mejor: Sonido atemporal, interfaz que invita a la improvisación, estética
Lo peor: Difícil de programar sin un programador externo. Solo cuatro patrones de usuario.
En mi opinión, hay dos aspectos en esta noción de sintetizador de batería maduro. El primero es el sonido. El TR-77 (1972) ya tenía un toque distintivo que lo diferenciaba de los productos de la competencia. También estableció los estándares para el segundo aspecto, la interfaz y el manejo. La mayoría de las primeras máquinas de Roland podían mezclar patrones preestablecidos y establecer volúmenes de instrumentos. En la CR-78 se amplió todo esto, refinando el sonido, llevándolo al límite de la expresividad usando la tecnología analógica y agregando más funciones interactivas, como rellenos programables, fundidos y muting de instrumentos. Es, con mucho, la caja de ritmos más divertida y con mejor sonido de los setenta.
Hoy en día con las opciones de retrofit midi y el avance en opciones de clocking e interfaz analógicos es una máquina muy bien integrable en el estudio, donde encaja bien con casi cualquier género. Desde ambient hasta techno, pasando por indie pop es una máquina a la que se le ha ido reconociendo su musicalidad universal con el paso del tiempo.