¡Eh!, esa nota lleva acento...
No es lo mismo decir “esta” que “está” o “río” que “rió”. Ni es lo mismo “ánimo”, “animo” o “animó”. Si la acentuación es importante en nuestro lenguaje cotidiano y hace que cambie el significado de las palabras (y por ende lo que queremos decir), con la música ocurrirá algo muy parecido.
Hagamos una comparación y pongamos un sencillo ejemplo. Al igual que ocurre con las palabras “público”, “publico” y “publicó” que tienen tres sílabas, se escriben igual, pero su significado cambia dependiendo de cual de esas tres sílabas se acentúe, sucede lo mismo con, por ejemplo, un grupo de tres notas. Su significado musical es completamente diferente.
Escucharéis primero una serie de grupos de tres notas que se van repitiendo de modo ascendente. En la primera versión no he acentuado ninguna de ellas. En la segunda, la acentuación recae sobre la primera de cada tres notas, en la tercera sobre la segunda y en la cuarta sobre la tercera.
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Si sobre una progresión tan sencilla la acentuación es capaz de cambiar drásticamente su sentido, no cuesta mucho imaginar lo que es capaz de hacer, o no hacer, sobre una melodía elaborada.
Cuando se interpreta música polifónica con instrumentos como el piano o la guitarra, o se dirige una formación instrumental o coral, la acentuación es determinante para que unas partes destaquen sobre otras (al margen, evidentemente, de las dinámicas generales de intensidad), a veces, por ejemplo, se confunde aquello que forma parte del acompañamiento con lo que pertenece a la melodía y viceversa. En la mayoría de casos el intérprete (o el director de la formación) debe hacer sobresalir aquello que tiene que estar en primer plano y dejar un poco más atrás aquello que no tiene que tener tanta presencia. Una pieza no son sólo un conjunto de notas con una altura y un ritmo determinado. La pieza también incluye el como ha de ser ejecutada. En ese “como” la acentuación es esencial.
Con muchos alumnos, que comienzan a aprender a tocar un instrumento, la acentuación es lo que se deja para el final y a lo que a menudo a veces ni se llega. Algo que suele dejarse para cuando el alumno tiene un nivel más alto. No siempre es así y de hecho los libros modernos de lenguaje musical insisten en estos conceptos desde prácticamente el principio (aunque a menudo, en la práctica, esto se queda en la teoría).
Sin hablar ya del aprendizaje académico. En el aprendizaje por ejemplo de la guitarra, en su enfoque más “popular”: el acompañamiento mediante el rasgueo. La primera lección ya suele incluir el concepto de la acentuación para que ese rasgueo, aunque sea en su versión más simple funcione.
A continuación un ejemplo de lo que cambia un rasgueo simple (tocando las cuerdas arriba y abajo) cuando no se acentúa y cuando se acentúa el primer tiempo de cada cuatro.
También cómo cambia un rasgueo del mismo tipo (en este caso con un poco de swing pero también simplemente tocando arriba y abajo...) acentuando de forma intermitente a modo de fuerte-piano y luego invirtiéndolo a piano-fuerte. Es una acentuación extremadamente sencilla pero que da la vuelta al estilo del rasgueo.
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La acentuación es una de los factores que marca la diferencia entre un intérprete y otro, aparte del sonido característico que le pueda sacar al instrumento. La acentuación puede hacer que una melodía se entienda mejor o se entienda peor. O incluso que no se distinga (se oirá el sonido pero no su “significado”) .
Cuantas veces habremos escrito un Email, una respuesta en un foro, un comentario y hemos sentido que se nos ha malinterpretado o no se nos ha entendido bien lo queríamos decir. Nos ha faltado tal vez la acentuación, la entonación del habla, para que se nos entendiera bien.
Quizá esas canciones que hemos compuesto y que pensábamos que recibirían un gran éxito al ser escuchadas, pero que luego se han recibido de un modo poco llamativo por nuestro público (la gran masa o nuestros cuatro amiguetes) haya sido debido a una acentuación incorrecta o la ausencia de esta en los momentos en los que procedía.
La acentuación también ayuda a representar al intérprete que está detrás. La forma en que se acentúa es una de las “marcas de fábrica” del músico ejecutante. En cualquier estilo, aunque quizá sea en el mundo del jazz, sobre todo (porque probablemente sea el estilo que más se presta a ello) donde más cuesta encontrar una misma melodía interpretada igual en dos ocasiones diferentes con la misma acentuación, incluso aunque las ejecuciones las haga el mismo músico.
Un cantante sabe mucho de esto (o al menos debería...). Los cantantes probablemente sean los que más acentúan, la voz tal vez sea el instrumento más versátil,en cuanto a matices que existe. La expresividad, en cierto modo (y entre otras cosas), es una cuestión de acentuación. Acentuar no es sólo “golpear” una nota, es el modo como se “golpea”, como deja luego de “golpearse” o como no se “golpea”...
Tocar sin acentos (aunque esto también depende del género, la música es muy amplia...) es el equivalente a ir a la playa y sólo mojarse los pies. Cuando uno acentúa es como si se sumergiera en el mar, nadara, chapoteara, flotara, sintiera la olas...
Lo que ponía anteriormente entre paréntesis quizá convenga destacarlo. Tocar sin acentos también es una opción (no todo el mundo va a la playa a bañarse, no?) y puede ser interesante o necesario según el género o lo que se pretenda (vete tú a saber las ideas que tiene cada autor en la cabeza...). El objetivo de este artículo es resaltar la importancia del relieve en la música, no la necesidad de imponerlo. Es artístico acentuar y es artístico no acentuar. Pero si algo precisa una acentuación y no lo hacemos (o no todo lo que podríamos) estaremos quedándonos en la superficie de un mar cuya profundidad, hasta que no nos sumerjamos, desconocemos.
Juan Ramos.